1 de Agosto de 2004

Si esto fuera cierto, sería una gran noticia; si hubiera voluntad política, sería una gran noticia; si los agricultores, principales afectados, tuvieran intención de adaptar sus explotaciones a las nuevas condiciones del mercado mundial, sería una buena noticia; si algunas explotaciones deficitarias cerraran o adaptaran sus condiciones, sería una gran noticia; si los políticos profesionales que tenemos por gobernantes dejaran a parte la demagogia y el proteccionismo camuflado, sería una gran noticia; si las mafias y grupos guerrilleros de algunos de los países exportadores no controlaran en origen demasiadas cosas, sería una gran noticia; si los gobiernos corruptos y los monopolios locales no hicieran lo mismo en el resto de estos países, sería una gran noticia; si los grupos antiglobalización, los ecologistas y otros extremos de la progresía mundial no atacaran esta y otras medidas dirigidas a la consecución del libre mercado, sería una gran noticia; si todo esto se concretara en medidas parecidas en otros sectores diferentes del agrícola, principal bastión de las economías del tercer mundo, sería una excelente noticia.

Pero desengañémonos, este acuerdo tiene un largo camino por recorrer antes de que se concrete en algo más que buenas palabras y gasto de tinta de pluma. Estas medidas dependen ahora de la buena voluntad de muchas partes y la buena voluntad nunca ha sido un buen combustible para que el mundo funcione. Pero no corramos el error de demonizar este y otros pactos parecidos si en unos pocos años no empiezan a dar resultados espectaculares. Estamos ante uno de los caminos a recorrer si queremos que las naciones del Tercer Mundo prosperen.