29 de Septiembre de 2004

Por mucho que se empeñen en justificar las medidas, en buscarlas una razón, una excusa más o menos creíble, ciertas leyes no dejan de ser una impresentable y totalitaria medida de controlar nuestras más íntimas necesidades, nuestros más íntimos placeres. Cuenta hoy El Mundo en su edición en papel que:

"El PSOE anuncia la nueva ley del aborto para 2005, junto a otra de salud sexual"

Ciertamente es salir de la sartén para caer en las brasas. El tema del aborto es ciertamente complicado y su legislación no contenta a nadie. No contenta a los contrarios pues supone la muerte de una vida humana; no contenta a los favorables pues, al no considerar al feto de una determinada edad como persona, impiden a la madre su libre derecho de serlo o no.

Como bastante tiene el PSOE con la nueva ley de educación, ha decido dejarlo para más adelante, eso sí con una ley de acompañamiento bastante curiosa. Si el problema de los abortos es que las mujeres quedan embarazadas sin quererlo, parece que si legislamos de alguna manera el sexo y todo lo social que le rodea, atajaremos el problema. Dice el texto que el Ejecutivo pretende: "que conjuntamente se llegue a un contrato social con médicos, personal sanitario, organizaciones feministas y colectivos afectados y aprobar al tiempo una ley de salud sexual y reproductiva".

Ciertamente estoy intrigado en saber qué es eso de salud sexual y reproductiva y en que va a consistir su legislación. Salvo en alguna orgía ibicenca y similares, la mayoría de la gente suele realizar tan placentera actividad en la intimidad: la del dormitorio, la del coche, la de la cocina, la de la habitación del hostal, la del ascensor del hotel, incluso los más arriesgados en la de los probadores, pero en cualquiera de ellas, suele ser cosa de dos y dado el desenfreno no es probable que ella mire el Artículo II del Capitulo IV sobre Colocación del Profiláctico, ni él, el Artículo V del Capitulo II sobre Preámbulos y Placer. Aunque a ambos les haga falta.

Estamos pariendo otra intromisión del Estado en nuestra intimidad con la excusa del aborto de por medio. No comprendo que ningún colectivo tenga nada que decir sobre mi sexualidad, o la suya querido lector-barra-lectora, ni los médicos, ni los sanitarios, ni mucho menos las feministas ni cualquier otro colectivo interesado. Aunque bien visto, es posible que tenga que estar nervioso, es la primera vez en mi vida que un colectivo como el feminista se interesa por mi cuerpo. Esto es... inquietante.