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4 de Octubre de 2004

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Areopagítica
Bitácora de Alberto Illán Oviedo

El verdadero cambio está aún por llegar

Con el del PP se cierra el ciclo de congresos que los principales partidos de ámbito nacional, autonómico o separatista han realizado desde el atentado terrorista del 11 de marzo, que influyó decididamente sobre los acontecimientos del 12 y 13 siguientes, que afectaron en los resultados electorales del 14, propiciando la línea política que sobrellevamos desde entonces. Pero seguimos como estábamos. No es que esperara nada del PP en el sentido de lo que voy a argumentar pero no estaría de más que se entreviera una luz al final del túnel. Lo que pasa es que el túnel debe ser un hoyo.

La verdadera regeneración democrática, de la que tanto se habla cuando las cosas no van bien para uno de los interesados, pasaría por un cambio profundo en las instituciones de forma que la partitocracia que padecemos cediera algo de su poder hacia los ciudadanos. Y ojo, digo ciudadanos. No otras asociaciones que puedan funcionar como partidos, tipo sindicatos.

Los partidos deciden cuál es la política del ejecutivo. Los partidos deciden cuál serán las leyes que el legislativo va a aprobar y cuáles no. Los partidos nombran los vocales que van a gobernar al poder judicial durante los siguientes años. Los partidos indican cuál cosa o cuál no investigará la fiscalía. Los partidos deciden quiénes son los que dirigirán la política cultural, educativa y de investigación española. Los partidos deciden qué es lo moralmente aceptable y lo que no se atiene a la ética oficial. Los partidos dan y quitan licencias televisivas o radiofónicas. Los partidos dirigen las políticas locales, autonómicas y estatales. Señalan las economías que son positivas y las que son negativas. Apoyan a cineastas como Almodóvar y no aparecen en los estrenos de otros como Garci. Nombran santos y condenan a los brujas. Los partidos nos indican, en definitiva lo bueno y lo malo, lo interesante y lo aburrido, lo legal y lo ilegal. Son todopoderosos, en España y en buena parte de Europa.

Sinceramente, cada vez me gusta menos el modelo democrático que gastamos. Un buen comienzo estaría en el cambio del sistema de listas cerradas. Dividir el territorio en circunscripciones de un número de votantes parecido y que el que quiera, apoyado o no por un partido se presente por dicha circunscripción, es una buen principio. El votante elegiría a alguien con nombres y apellidos. El votante tendría un diputado al que quejarse si las cosas no van bien. Ni un listado gigantesco, ni una burocracia inútil.

Otro paso importante sería la disminución progresiva del dinero público que va dirigido hacia los partidos políticos, hasta su total desaparición. De la misma manera que un industrial, un empresario deben buscar financiación privada, los partidos deberían hacerlo, bien con las cuotas de sus militantes bien con los apoyos de asociaciones interesadas en sus políticas. Con lo que sea pero no con el dinero de los impuestos de todos. Porque no hay cosa más absurda que con el dinero de un contribuyente de izquierdas se financie un partido de derechas y viceversa.

Pero no hay que echarles en cara con vehemencia todo lo que hacen. Al menos no demasiado. No es culpa suya, las personas que los forman, las personajes que los dirigen, sólo se aprovechan de este gigantesco Estado que hemos creado y que se introduce en todos los aspectos de la ciudadanía, desde los más íntimos hasta los más públicos. Al fin y al cabo son humanos, algunos casi diabólicos, con todos sus defectos y muy pocas virtudes. Realmente, habría que aplaudir a aquel que decide no usar todo este potencial que hemos creado durante todo el siglo XX y del que no se libra ningún régimen y gobierno. Pero eso tampoco es suficiente. Ya veremos si alguien se atreve a abrir la caja de Pandora.

Comentarios

 
Totalmente de acuerdo
Enviado por el día 4 de Octubre de 2004 a las 15:04 (1)
De la misma manera que un industrial, un empresario deben buscar financiación privada, los partidos deberían hacerlo, bien con las cuotas de sus militantes bien con los apoyos de asociaciones interesadas en sus políticas.

Duda existencial: ¿No podrían estas provocar cambios en la legislación de tal modo que, al final, los ciudadanos acabáramos subvencionando a los interesados?

Lo ideal sería incluso que el propio ciudadano fuera capaz de votar las leyes, de modo que nos ahorráramos medio congreso de los diputados...
Enviado por el día 4 de Octubre de 2004 a las 17:00 (2)
Ciertamente, happy terminamos financiando a todos. La cuestión es que lo hagamos voluntariamente (mediante donaciones) y no involuntariamente (subvenciones) y sí, pasaría por un cambio legislativo de carácter de Ley Orgánica sino un cambio en la Constitución.

Eso de votar las leyes en plan referendum continuo, es un tanto problemático y no sé si demasiado irresponsable en algunos casos. Sé que lo que digo puede sonar un poco totalitario pero no me termina de convencer. Desde luego es para tertulia después de la cena en la siguiente quedada, si es que vienes.

En cuanto al ahorro, tal como está planteado el sistema actualmente, lo mejor es que en vez de tener 350 y tantos diputados, mandar uno por cada partido que consiga representación con un voto acorde con el número de escaños alcanzado (ya que aquí se choca con lo poco representativos que son los nacionalistas si hablamos de porcentajes nacionales) y que manden al más apto: el que tenga más retórica o sea más demagogo, el que tenga más fuerza negociadora, el que grite más... no sé, como al final es en Ferraz o en Génova donde se deciden las cosas, nos ahorramos un montón de sueldos y funcionarios.

Total, da lo mismo. Se conseguiría el mismo resultado y nos evitamos el transfugismo.
Enviado por el día 4 de Octubre de 2004 a las 20:11 (3)
Increíble lo bien que han servido las democracias a políticas socialistas.
Enviado por el día 4 de Octubre de 2004 a las 20:15 (4)

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