25 de Diciembre de 2004

La cercanía de la repetición de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Ucrania ha despertado en Putin el oso que lleva dentro. Tanto las encuestas como la lógica nos dicen que el candidato opositor Yushchenko será el próximo ganador pero también dice la práctica política que ni unas ni la otra tienen mucha cabida en el devenir histórico. El envenenamiento, una práctica usada más de una vez por los servicios secretos soviéticos, en este caso con dioxina y el uso moderado de esta circunstancia por parte del afectado, centrando su campaña en temas más cercanos a los ucranianos, actúan a su favor. La presencia de un gran número de observadores internacionales, invitan a la esperanza de que mañana 26 de diciembre, las elecciones tengan un alto grado de limpieza. Pero no debemos olvidar dónde estamos.

Putín ha criticado a Occidente por tratar de desestabilizar el espacio ex soviético. De Ucrania ha dicho que "si se pretende que no tengamos relaciones ni siquiera con quien mantenemos lazos históricos, es que se quiere ver a Rusia aislada". Ciertamente estas declaraciones son, si hacemos caso a su literalidad, totalmente exageradas. Es absurdo que ni la UE ni EEUU intenten que Rusia no tenga ningún tipo de relación con su vecino norteño. Sólo la paranoia rusa da por veraces estas afirmaciones. Los lazos comerciales, políticos, históricos en definitiva, son un hecho y lo seguirán siendo por mucho tiempo.

Putin habla desde Moscú para dos actores, el primero el propio pueblo ruso que no quiere perder ese imperialista pasado. Rusia necesita un golpe de efecto internacional que devuelva a sus gentes ese 'poder perdido', que devuelva a su país a ser una potencia mundial, no una cada vez más dañada potencia regional. 'Rusia no será aislada' no es otra cosa que algo que quieren oír sus conciudadanos. Pero es también un aviso a Yushchencko, un aviso al que puede ser el próximo presidente para recordarle que Moscú vigila y que si Kiev decide alejarse demasiado de los planes rusos, de su influencia, puede tener consecuencias. Deberíamos recordar que Moscú tiene en Sebastopol la única base con capacidad para albergar su flota en el Mar Negro. Si Kiev se vuelve hostil, deberían reordenarla incluyendo la construcción de una nueva base en la costa de este mar y ello sería un serio palo para la maltrecha economía rusa además de una derrota geoestratégica de primer nivel.

Kiev tiene posibilidades de volver sus ojos a Occidente, no como perrito faldero de Washington o de Bruselas, sino como aliado estratégico de ambos, en lo económico, en lo político y en lo militar y es esto lo que teme Putin, un caballo de Troya en las mismas puertas del Kremlin. Aunque no se han encontrado pruebas directas de que haya sido Rusia, el intento de envenenamiento no ha servido nada más que para que esta posibilidad pro-occidental sea aún mayor. Espero con impaciencia los resultados y lo que ello puede producir en otras zonas de la región.