1 de Enero de 2006

Este año 2006 empieza con la semilla de lo que podría ser el conflicto europeo más importante desde las últimas guerras balcánicas. Y digo podría porque aún existe la posibilidad de que terceros países pudieran intervenir y evitar una peligrosa crisis entre la Rusia de Putin y la Ucrania de Yushenko. Y esos terceras partes son fundamentalmente una débil UE, caracterizada por sus contradicciones internas y un Estados Unidos decidido a que, en la medida de sus posibilidades, no estalle un conflicto en zonas estratégicas. Desde que hace un año la Revolución Naranja diera un golpe de timón a la política exterior e interior ucraniana, las desavenencias entre Rusia, añorando viejos sueños de grandeza, y Ucrania, buscando su independencia de la mano de Occidente, se han visto ampliadas hasta la situación actual.

La decisión de Rusia de subir el precio del gas a Ucrania a niveles "parecidos a los de mercado" pero no hacer lo mismo con otras ex repúblicas soviéticas como Bielorrusia o Moldavia ha enrarecido más un clima ya de por sí raro. Por si esto no fuera poco, Putin ha autorizado la compra de gas a la república de Turkmenistán a un precio muy superior al que lo hace Kiev por lo que el presidente ruso demuestra dos cosas, que las finanzas de Rusia nunca le han importando mucho y que actúa por venganza, por una cuestión de honor, una posición por otra parte muy habitual en la historia de Rusia, tanto la zarista, como la soviética, como ahora la presidencialista.

Kiev ha echado un órdago a la grande y se mantiene fiel a sus posiciones incluso amenazando con acciones que poco o nada tienen que ver con cuestiones económicas sino geoestratégicas. Rusia posee el control de la base de Sebastopol, en la península de Crimea, donde tiene parte de su, en otras épocas, impresionante flota. Este control es efectivo desde que se deshizo la Unión Soviética y ha sido una espina clavada en la carne ucraniana que ha empezado a supurar en cuanto que las distancias se han hecho mayores entre los dos países. El 80% de la población de Crimea es rusa y esto ha hecho siempre mucho daño a Ucrania y en especial a Yushenko que fue el candidato que no apoyó Moscú. Las amenazas de quitar el control a Rusia de este puerto del Mar Negro y por tanto de quitarle su principal salida al mar en el Sur de Europa ha sido contestada por Rusia con una revisión de las fronteras entre los dos países, fronteras que nunca fueron muy estables. La rusificación que se produjo en la Unión Soviética y en la Rusia zarista siempre ha sido un problema para estas recién nacidas Repúblicas. Cuando un imperio se deshace los minorías apoyadas por las mayorías de otros países siempre han sido un dolor de cabeza para el resto de las naciones y los hechos que originaron la Segunda Guerra Mundial son buena prueba de ello.

A esto hay que añadir que buena parte del gas natural que llega a la UE viene de Rusia por los gaseoductos que atraviesan Ucrania y la amenaza de que el suministro de interrumpa es una amenaza no sólo para Kiev sino para la propia Unión Europea que ya ha puesto a trabajar, en principio coordinadamente, a varios ministros. El italiano y el francés de Energía, el alemán de Economía y la presidencia austriaca. Italia depende en gran medida de este gas a diferencia de España cuyo suministro nos viene principalmente del norte de África por lo que no nos veremos afectados en este sentido pero sí que puede que en el precio que se disparará si hay demasiados problemas. (Será curioso el efecto de esta posible circunstancia en Gas Natural y en la OPA a Endesa). Ucrania incluso ha amenazado de que si se le corta el suministro, tomará el gas que necesite directamente de los gasoductos aunque no tenga permiso de Rusia y este sería el siguiente paso en el incremento de la tensión entre los dos países porque hoy mismo se nos informa de que Rusia ha empezado a disminuir la presión en los gasoductos.

Resulta por tanto imprescindible que la UE y Estados Unidos hagan algo al respecto. La UE siempre se ha caracterizado por su descoordinación y porque los intereses de los países siempre han pensado más que los intereses del conjunto. En este sentido, la "histórica" alianza entre Francia y Rusia podría jugar un papel negativo. Sin embargo, la postura americana suele ser única y clara pero es posible que tarde en llegar al depender de la política interna. De todas formas, a nadie le interesa que este conflicto empeore mucho más pero una cosa es lo que interesa y otra lo que se haga y no pocos desastres en la historia han empezado por un conflicto nimio.

Lo que si es interesante recalcar aquí es que este conflicto poco o nada tiene que ver con una cuestión de mercado, poco o nada tiene que ver con el capitalismo. Dos estados, el ruso y el ucraniano, controlan de forma efectiva parte del comercio del gas natural mundial pese a que por ejemplo Gazprom tenga capital privado como el alemán. De hecho, la empresa gasística rusa aporta el 20% de los ingresos del estado ruso y supone el 8% del PIB. Los precios de mercado son una entelequia y las decisiones tanto económicas como políticas son precisamente de los centros de poder y no fruto de las necesidades de los rusos o de los ucranianos o de los europeos. Este es por tanto, un buen ejemplo de lo que puede ocurrir en una economía intervenida. Si los rusos o los ucranianos o los italianos o en general los europeos, observaran un conflicto de tal guisa y pudieran cambiar de compañía, poco o nada influiría en su bienestar. De hecho, no se hubiera ni planteado. La supuesta labor benefactora del Estado se termina volviendo contra los administrados, contra los votantes contra los, en último término, súbditos.