18 de Abril de 2006

Que la aparición de un nido de águila imperial pare unas obras no debería sorprender a nadie. Si exceptuamos al lince ibérico, es seguramente el animal más protegido de toda la Península y aunque su número poco a poco se va recuperando, no hace mucho se observó como una pareja anidando en Cádiz tras 50 años sin observar ninguna, sigue siendo hoy por hoy uno de los animales con más riesgo de extinción.

Lo paradójico del caso es que las obras que ha detenido han sido las de unos colectores que se estaban construyendo en el madrileño municipio de Torrelodones y que pretendían evitar el vertido de la mayoría de sus aguas residuales al río Guadarrama. Todo tendrá que esperar a que las águilas levanten su vuelo. Según parece no es la primera vez que el águila mete sus garras en asuntos de saneamientos, la actual depuradora está construida en Galapagar, otro municipio cercano, porque en los terrenos que se iba a instalara apareció otra pareja en 1988.

Todo este asunto que tiene cierta comicidad. Que la protección de un águila imperial suponga la contaminación de un río debe hacer chirriar algunas mentes ecologistas. Supongo que nunca se habrán planteado que los intereses medioambientales también pueden chocar entre sí como lo hacen los personales, los económicos, los sociales. ¿Tendrán planteado alguna prioridad en sus cada vez más amplio campo de actuaciones? ¿Qué será primero, el río o el águila, el topillo o el acebuche, la cañada o el sabinar?

Sin embargo, hay otro elemento menos comentado pero más sangrante. Dichos colectores llevan en proyecto desde 1998, es decir vamos para ocho años. Que tengan que parar unos meses para que los polluelos salgan del nido suena hasta irónico. Ocho años en los que los múltiples gobiernos que ha tenido Torrelodones han parado las obras, ocho años en los que las múltiples oposiciones que ha tenido Torrelodones han puesto todo tipo de alegaciones y zancadillas. Ocho años en los que el río Guadarrama podría haber estado más limpio. Para que luego digan que el Estado no contamina, mucho más que el águila imperial. Me han caído simpáticos los bichos.