19 de Junio de 2007

Ya me parecía a mí que un despiste tan monumental no tardaría mucho en ser corregido, lo extraño es que él que lo ha hecho es un segundón de la ministra y claro, eso de corregir al que le debes el puesto puede que no sea lo más indicado para la existencia. Me refiero a la existencia política.

Todo empezó con la ministra de Medio Ambiente Cristina Narbona asegurando ante la estupefacción de ecologistas y defensores de las verdades incómodas y otras religiones modernas que la sequía de estos dos últimos años en España estaba superada con todo el agua que había caído en los últimos meses, aunque aún teníamos que conservar los hábitos de ahorro que por los datos oficiales que nos pasan, tan buenos resultados nos habían dado, matizando además que las restricciones al regadío seguirían ya que lo recogido, por ejemplo en Castilla-La Mancha o en Murcia, garantiza el abastecimiento humano, pero no las actividades del sector primario.

Desconozco si la búsqueda a una solución en el Partido Socialista Madrileño, en vacío de poder tras la obligada dimisión de Rafael Simancas, y la creación desde la sede de la calle Ferraz del PSOE de una comisión provisional presidida por la propia Narbona, la ha trastornado o es que ha olvidado de repente el rudimento más básico del demagogo ecologista: el grado de alarma se debe mantener aunque la situación mejore ostensiblemente. Es más, si la realidad persiste en equivocar sus pasos, entonces debemos encontrar otra razón lo suficientemente catastrófica para necesitar de una buena intervención.

Ha tenido que ser el director general del Agua del Ministerio de Medio Ambiente, Jaime Palop, el que ha desmentido a la ministra en el Foro Internacional sobre el Agua de Sevilla, asegurando que la sequía no se ha terminado aún en España, que sigue habiendo escasez de agua, lo que obligará a imponer este verano “restricciones importantes” al regadío en varias cuencas hidrográficas, concretamente las del Júcar, Segura y el Guadalquivir. Una vez más, y dado que los dos primeros ríos afectan a regiones gobernadas por el PP, parece que entrar en conflicto con estos gobiernos regionales es uno de los principales pilares de la política hídrica de este Gobierno, esa y la no-construcción de las desaladoras prometidas en el plan AGUA.

Pero quizá lo más destacable ha sido cuando ha recalcado que el abastecimiento humano en este largo periodo no ha sufrido graves restricciones gracias a la política de planificación y antelación. Como cualquier planificador que se precie es capaz de convertir en éxito el más estrepitoso de los fracasos. ¿Y los sitios donde esta planificación se ha convertido en escasez y la gente que no ha podido beber o ducharse cuando y como ha querido, o aquellos que no han podido regar su jardín, o los que no han podido regar el campo de golf que tira de la economía de la zona, o que no han podido regar sus nabos y lechugas? Con esos qué hacemos, cómo los encajamos en este maravilloso presente.

El asunto es simple aunque algunos lo quieran hacer complicado. En algunos sitios se necesita agua, demanda; en otros sobra, oferta; existen una serie de personas que a través de la actividad empresarial son capaces de captar el superávit de ciertas zonas y, mediante ciertos artilugios tecnológicos o artesanos, llevarla a donde se necesite. Uno te lo pondrá en vidrio de Bohemia y te cobrará un pastón, otro te lo mandará mediante acueductos y te cobrará mucho menos. Cada uno decide si quiere llenarse la piscina con agua de Vichí o regar los tomates con agua salobre, desde luego será responsable de sus actos. Eso sí, los demandantes y los oferentes deberán ponerse de acuerdo en un precio. El Gobierno no es el que debe decir a cuánto está el litro y quiénes son los que pueden vender y cuánto es lo que debemos consumir. En cuanto a las pamplinas esas de que es un bien esencial y no podemos dejarla en manos de ese satán que se llama mercado libre, que yo sepa en Dallas, ciudad en medio del desierto hay agua y no vale una millonada. Creedme, el pobre también beberá, es más puede ser que en unos años ya no sea tan pobre, es cuestión de dejar que siga el desarrollo. Vuelvo al principio, ¿para cuándo un mercado de agua?