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18 de Octubre de 2006

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La Hora de Todos
Bitácora de José Carlos Rodríguez

La pobreza no justifica el Estado de Bienestar

Con más retraso que el que me gustaría, quería postear el último comentario en el Juan de Mariana de Albert Esplugas, El cuidado de los pobres no justifica el Estado de Bienestar.

Y no lo justifica porque hay un trecho descomunal entre la justificación y lo que se pide con esa justificación. Una especie de non sequitur brutal. Me explico: se dice que se necesita una asistencia para las personas que no tienen medios suficientes para ciertos servicios, y lo que se acaba proponiendo (y llevando a cabo) es una prestación coactiva y universal de ellos. Y en muchas ocasiones, en monopolio. ¿Universal? ¿No habíamos quedado en que era para los más pobres? En fin, que con esa ambigüedad nos la han metido doblada. Dice Albert:

En primer lugar, concediendo a efectos dialécticos que esta objeción sea válida, es preciso aclarar que el cuidado de los pobres en una sociedad desarrollada no exige un Estado del Bienestar, sino a lo sumo una red de asistencia pública mínima que procure atención a esta minoría desfavorecida.

Y lo de erigirse en monopolio, otra desvergüenza:

En otras palabras, la objeción de los pobres no es un argumento en contra de un Estado poco intervencionista como pretenden algunos, en contra de la privatización de la sanidad, la educación o las pensiones, en todo caso es solo un argumento a favor de un sistema de cheques o subsidios selectivos a los más pobres.

Pero es que, además, si nos planteamos una alternativa al Estado de Bienestar, tenemos que hacerlo con todos los supuestos. Es decir, sin los impuestos necesarios para mantenerlo y con las ventajas (que no sólo son el precio y la calidad, sino el proceso de descubrimiento y transmisión del conocimiento de un mejor servicio; es decir, el aprendizaje), de la competencia entre empresas. Albert:

Algunos se fijan en las rentas netas de los individuos y en los precios de la sanidad o la educación privadas hoy y concluyen que los pobres (y los no tan pobres) no pueden tener acceso a estos servicios a menos que el Estado se lo proporcione. Pero no se trata de valorar si en el contexto actual los pobres (y los no tan pobres) pueden pagarse una sanidad o una educación privada, sino si podrían en otro contexto, en un contexto no-intervenido. ¿La renta neta de las capas menos favorecidas sería la misma si no hubiera impuestos y los trabajos estuvieran mejor remunerados? ¿La oferta y los precios serían los mismos en un marco enteramente competitivo, en el que no satisfacer a los consumidores comporta la quiebra en lugar de más fondos públicos?

Pero ¿Qué pasa en una sociedad libre con quienes no llegan? No será la universalidad para la que proponen el Estado de Bienestar, pero una parte de la sociedad sí se encontrará en esa situación.

Por un lado está, lo ha apuntado antes Albert, la posibilidad de pagar el servicio mediante cheques. Una cosa es que el Estado pague un servicio y otra que lo provea él mismo. Pero hay más:

Defender la asistencia pública alegando que en la actualidad la caridad privada se revela insuficiente para afrontar estos problemas supone, de nuevo, caer en el error de pensar que en un contexto no intervenido el volumen de donaciones (y la forma de canalizarlas) sería equiparable al que resulta en presencia del Estado del Bienestar. ¿Acaso los ciudadanos no podría destinar más dinero a beneficencia si su renta fuera más elevada y apenas pagaran impuestos?

Ah, pero todo el mundo piensa que él es bueno y los demás son malos. Y por eso hay que obligarles a acoquinar:

El argumento de los pobres adolece de una curiosa paradoja. Quienes lo plantean suelen decir: "yo ayudaría a los pobres, porque a mí me preocupan, pero no confío en que los demás hagan lo mismo, así que el Estado debe intervenir para garantizar esa ayuda a los pobres". Pero la inmensa mayoría de gente opone la misma objeción al liberalismo, por lo que tenemos al 99% de la gente diciendo que ellos ayudarían a los pobres, pero los demás no. ¿Es razonable pensar que en un contexto en el que el 99% dice personalmente estar dispuesto a ayudar a los pobres nadie lo haría? ¿Todos se comportarían exactamente como temen que se comporten los otros? Si la gente es en efecto sensible a la pobreza lo iluso no es tanto creer que habrá personas dispuesta a ayudar a los necesitados como asumir que los gobernantes tienen inclinaciones más altruistas y que la letanía de políticas del Estado del Bienestar favorece a los pobres.

Brillante. Ya dice Rothbard en Man, Economy and State, que todas las propuestas socializantes se aducen por altruismo y amor a la condición humana y a los más pobres. Él da por buenas esas declaraciones, y las toma como prueba de su argumento: que en una sociedad libre habría suficientes personas caritativas como para tratar con los pobres.

Pero hay más:

Tampoco debemos olvidar el efecto "crowding out" del Estado: el Estado no complementa la iniciativa privada, la desplaza. La única razón por la que mucha gente se muestra pasiva ante los pobres es que da por sentado que el Estado ya cuida de ellos (sic) y cree que en cualquier caso ya hace bastante pagando sus impuestos.

Y hay más ventajas de la cooperación voluntaria. Una que señala Albert y en la que no había caído, pero que me parece muy clara:

Por otro lado, las organizaciones sin ánimo de lucro que dependen de donaciones voluntarias tienen más incentivos para proceder honesta y eficientemente que el Estado, que no depende de las donaciones de nadie. A la ONG corrupta puedes retirarle tu favor, al Estado no puedes dejar de pagarle impuestos.

Pues no. Una pena.


Comentarios

 
Es un excelente artículo, pero mantengo mis dudas sobre si debe existir o no una red de asistencia pública.

Parece que Norberg y Kantor defienden la idea.
Enviado por el día 18 de Octubre de 2006 a las 20:18 (1)
El artículo está muy bien. No pude decírselo a él por falta de tiempo.Creo que además (y para responder algo al comentario de Séneca) habría que profundizar en las causas que llevan a la gente a necesitar asistencia. El asistido desarrolla y una psicología determinada de dependencia, y el que sea pública facilita que se perpetúe. Si la asistencia es privada se tiende a eliminar a los asistidos "adictos" a la dependencia. Y está el tema de las bolsas de pobreza causadas por la falta de libertad (de circulación de personas y capitales), y la manipulación, por el estado, de la inversión y la iniciativa privada mediante exenciones fiscales o subvenciones, que distorsionan las señales del mercado y que derivan recursos arbitrariamente.
El espíritu caritativo, como dice Bruno Frey y apunta también Esplugas, ha sido desplazado por la asistencia estatal. Por eso creemos que sin estado desaparecería el suelo bajo los pies, poco más o menos...
Enviado por el día 18 de Octubre de 2006 a las 22:07 (2)
mblanco, por cierto, enhorabuena por TU comentario.

Sí, estoy al 100% contigo. Es más, cuando estudias la caridad o asistencia privada, te das cuenta de que más que bienes lo que le ofrecen a los necesitados son:
1) Medios para lo básico. Nunca dinero
2) Sobre todo, una enseñanza y un apoyo para que cambien su comportamiento. Se vuelcan hacia el comportamiento antes que a los bienes.
Enviado por el día 18 de Octubre de 2006 a las 23:12 (3)
Que conste que no me refiero al estado del bienestar, sino a una red mínima, a través de vouchers.
Enviado por el día 19 de Octubre de 2006 a las 22:56 (4)

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