22 de Enero de 2007
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Bitácora de José Carlos Rodríguez
Elogio del prejuicio
Hace mucho tiempo que me dí cuenta de que los prejuicios, si no nos los tomamos demasiado en serio, son necesarios y buenos. He explicado esta idea en el artículo de La Gaceta de los Negocios Elogio del Prejuicio:
Si hay una palabra denostada como pocas, esa es la de "prejuicio". No nos debemos dejar guiar por prejuicios, oímos constantemente. Si lo hacemos, podríamos caer en indecibles injusticias. Se supone de nosotros que borremos de nuestra mente todas las ideas preconcebidas; que hagamos tabla rasa de las concepciones que nos puedan llevar a tomar algún tipo de prevención sobre alguien, por el hecho de que entre en tal o cual grupo.(Leer más)
Hace muchos años ya que me desengañé al respecto, y hoy considero que, bien utilizados, los prejuicios son un instrumento de lo más útil para la vida diaria. Porque, ¿qué es un prejuicio? Pues no más que una idea somera sobre cómo son las cosas. Es decir, un prejuicio es, en realidad, un juicio superficial sobre cómo son las cosas.
Comentarios
La omnicomprensión es un imposible por lo que el prejuicio es inevitable. La gravedad de éste creo que está más relacionada con las consecuencias de acción que implica: basar en prejuicios el daño o compulsión o la misma ciencia es algo inaceptable y nada práctico. Por lo demás, como digo, el prejuicio es un hecho dado.
En el fondo, lo que subyace en la idea de la expresión de no dejarse guiar por prejuicios, es la actitud que cabe exigir del estado. Éste idealmente tendría que adoptar una postura neutral, "sin prejuicios". Lo "políticamente correcto" hace que se intente extender esta idea al entorno social. De una forma muy poco inocente, por cierto.
En todo caso, la idea de no dejarse guiar por los prejuicios es en sí misma otro prejuicio ¿no?
En todo caso, la idea de no dejarse guiar por los prejuicios es en sí misma otro prejuicio ¿no?
Actuar es discriminar. Y para discriminar necesitamos un criterio. Y ese criterio no puede ser perfecto, porque no lo es el conocimiento. Actuamos en un entorno de incertidumbre, conociendo sólo una parte de lo que ocurre. Y tenemos que elegir, para cada situación, la cantidad de conocimiento que nos conviene adquirir (valorando también el coste del mismo) y el grado de confianza que podemos depositar en ese conocimiento.
Básicamente esa es la idea.
Básicamente esa es la idea.
Por desgracia no puede ser de otra manera, pero aún así no nos puede consolar de los muchos malentendidos y frustraciones que conlleva una estimación errónea de nuestras intenciones por parte de quien aplica el prejuicio hacia nosotros, y tampoco nos libera de la mala conciencia de haber actuado a la ligera en ciertas ocasiones, con la sospecha de haber errado, si pensamos que lo hemos hecho por un automatismo demasiado fácil.
A Iorov no hace falta provocarlo, vive en la ola inextiguible de las olas de odio que definen su personalidad.
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