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19 de Abril de 2004

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La Hora de Todos
Bitácora de José Carlos Rodríguez

Muñoz Molina y los intelectuales

Hace no mucho refería a los quienes visitan este espacio un artículo de Antonio Muñoz Molina de gran interés. Hoy voy a hacer lo mismo y con un artículo del diário El País si cabe más interesante.

El objeto del artículo son los intelectuales, lo que partiendo de Muñoz Molina podría sonar a contemplación ombliguil. Pero nada hay de ello. En particular hace una disección de la figura del intelectual en Europa, y como espécimen más conspicuo, el que habita las tierras de Francia.

Comienza por comparar al intelectual en una economía socialista y en otra de libre mercado. En la primera, en el sistema soviético, el intelectual gozaba de una protección perfecta por parte del Estado, a condición, como se sabe, de una servidumbre absoluta a la ortodoxia ideológica oficial, y de una activa vocación delatora. Escribo en pasado, pero ese modelo soviético permanece vigente en Cuba, y por lo que cabe suponer, en Corea del Norte. Es más, todos disfrutarán de una vida ajena a los sobresaltos del mercado y a la posible indiferencia del público: cómodos puestos administrativos, sin mucha esperanza de prosperar, pero sin el miedo a la incertidumbre laboral o económica; vivienda barata o gratuita, vacaciones, incluso viajes controlados al extranjero. No ocurre así en las sociedades de libre mercado, que ofrece libertad sin protección, y sin aura. Salvo casos muy excepcionales, -y muy poco representativos -Noam Chomsky, Susan Sontag-, el intelectual a la manera europea no existe en Estados Unidos. Un escritor escribe libros, un pintor pinta cuadros, un cineasta hace películas, un actor interpreta personajes en el cine o en el teatro, pero a ninguno de ellos se le atribuyen especiales cualidades ajenas al campo de su especialidad profesional. Woody Allen lo ha dicho muchas veces, para desconcierto de sus admiradores europeos: "Yo hago películas, no soy un intelectual".

Con ello llegamos al objeto de análisis: Asombrosamente, el intelectual europeo reúne todos los privilegios del sistema de protección y, a la vez, todos los del liberal, la seguridad soviética sin censura y la libertad norteamericana sin irrelevancia civil y sin la cruda angustia del mercado. Por lo que se refiere a nuestro continente en muchos casos, la protección alienta el clientelismo político, pero, como el poder que la ofrece no es un bloque, a la manera soviética, sino un entramado plural, se pueden escamotear unas lealtades a cambio de otras, o incluso disfrutar simultáneamente del mercado cautivo de la Administración y del éxito comercial, del oficialismo y de la rebeldía. Ya en nuestro país, es posible usar cómodamente la libertad para asegurar que no existe, o que está en peligro, y esa declaración le valdrá a quien la hace una satisfacción personal inmediata y hasta un aura de prestigio, sin que eso le impida ejercer su trabajo y hasta recibir la subvención para su obra del Estado contra el que se declara en rebeldía.

Y aquí llega el meollo: Éste es un rasgo paradójico del intelectual europeo, que se repite con frecuencia en el profesor universitario norteamericano: su trabajo, su vida misma, se sostienen gracias a un sistema de libertades, de garantías jurídicas y derechos que son exclusivos de la democracia avanzada, y que no existen ni han existido en ningún otro sistema político o social; y sin embargo, con abrumadora frecuencia, el intelectual se declara adversario o enemigo de ese mismo sistema, y no sólo critica sus errores, sus debilidades o sus corrupciones, reales o ficticios, con un ahínco extremado, sino que celebra como modelos alternativos y más justos regímenes políticos, culturales y económicos en los cuales la inmensa mayoría de la población sobrevive en condiciones lamentables, y en los que él mismo sufriría una amenaza continua de precariedad o persecución. Con parecida inconsecuencia, el intelectual se beneficia en grado extremo del progreso tecnológico, pero suele declararse partidario y nostálgico de un estado roussoniano de naturaleza que él viste distraídamente de ecologismo, o de amor por culturas primitivas; y aunque no suele estar dotado para la fuerza física, y vive de cosas tan inocuas como las palabras o las imágenes, se deja fácilmente seducir por la violencia política.

Todavía hay más: ¿cuántos intelectuales, cuántos artistas occidentales del siglo XX y de lo que va del XXI han afirmado en voz clara y alta algún tipo de lealtad hacia la democracia? ¿Cuántos de los que justamente deploran las crueldades del capitalismo o denuncian los abusos de la autoridad en los Estados democráticos han alzado su protesta contra las tiranías del antiguo bloque comunista, o contra la brutalidad y la corrupción de muchos regímenes africanos o asiáticos a los que se concedió desde los años sesenta la gloria incondicional del anticolonialismo, y que tienen una responsabilidad tan grave en la ruina de sus propios países? A esas preguntas le siguen dos anécdotas. Una, los insultos y el silencio que le valieron a Néstor Almendros su exilio de Cuba, perseguido por su disidencia política y su homosexualidad. Otra, la moralmente definitoria respuesta de la progresía española contra Alexander Solzenitsyn en su visita a España. En ésta progresía, por cierto, se incluye el propio Muñoz Molina con un recibimos que no deja lugar a dudas.

El final es sencillamente perfecto: Europa no parece dispuesta a ponerse a la altura de sus responsabilidades globales, y en los que un terrorismo de una escala y una crueldad que no habían existido nunca se ha convertido en la vanguardia sanguinaria de los más feroces fanatismos ideológicos, alzados en pie de guerra no contra la injusticia del mundo, sino contra las libertades y las normas en las que se basa la vida diaria de cada uno de nosotros, contra todo lo que se ha ido conquistando en estos últimos dos siglos en espacios no muy amplios de Europa, de Asia y de América: la igualdad entre hombres y mujeres, el derecho a decidir la propia vida sin mediaciones religiosas, a elegir las propias costumbres, a disfrutar las garantías de la ley. Todas las cosas que tanto benefician al intelectual del modelo europeo, y que él tan pocas veces se ha comprometido en defender, gustándole tanto la palabra compromiso.


Vía Libro de Notas, gracias a Marcos Taracido.

Comentarios

 
También savater está empezando a adoptar posturas críticas con la progresía fliky , la que dice que el asesinato de miguel angel blanco concede a los asesinos la categoría de interlocutores válidos en un proceso de diálogo , y no les otorga la condición de justiciables de un proceso penal garantista en el que se ventilen sus responsabilidades penales derivadas de sus crímemes cobardes , esas garantías que ellos niegan a los que ya han sido condenados a muerte en las libretas de la muerte de los asesinos etarras.
A ver si cunde el ejemplo y los apóstoles del falso diálogo (no existe diálogo posible si uno de los participantes tiene viciada su voluntad por el gélido contacto de una pistola de 9 mm parabellum en su nuca), se quedan solos en su defensa de lo que es por sentido común indefendible , la cesión al chantaje de una banda mafioso-terrorista.
Enviado por el día 19 de Abril de 2004 a las 04:49 (1)
ERRATA: 9 mm parabellum es el calibre utilizado por los apóstoles de la muerte , no el tipo de pistolas con las que asesinan a los "fachas" que no piensan como ellos .
Enviado por el día 19 de Abril de 2004 a las 05:29 (2)
"con abrumadora frecuencia, el intelectual se declara adversario o enemigo de ese mismo sistema, y no sólo critica sus errores, sus debilidades o sus corrupciones, reales o ficticios, con un ahínco extremado, sino que celebra como modelos alternativos y más justos regímenes políticos, culturales y económicos en los cuales la inmensa mayoría de la población sobrevive en condiciones lamentables, y en los que él mismo sufriría una amenaza continua de precariedad o persecución."

Se deja por mencionar el "taparrabos" argumental que suelen cuando se les reprocha esto: ellos se preocupan de perfeccionar un sistema criticando sus aspectos mejorables. No se compadece con la admiración a Castro, por ejemplo, que está en la cúspide de un régimen absolutamente incompatible con las libertades. Algo más retorcido todavía es el multiculturalismo, una especie de "cosa" que sirve para dar carta de naturaleza a lo peor de nuestro planeta.
Enviado por el día 19 de Abril de 2004 a las 09:21 (3)
José Carlos, se te ha olvidado comentar esta perla: "Así nos va. Da la impresión de que casi no tenemos ideas, sólo desgastadas consignas, para hacer frente a estos tiempos sombríos en los que el orden internacional está siendo mangoneado por una superpotencia arrogante, belicista e inepta [...]"
Suscribo casi al 100% el artículo de Molina. Pero me sorprende que tanto él como Savater, hagan tantas concesiones a lo políticamente correcto.... escribir el El País es lo que tiene...

Por cierto, el artículo también se puede encontrar en www.paralalibertad.org

Saludos
Enviado por el día 19 de Abril de 2004 a las 12:39 (4)
Sí, es curioso que para denunciar que sólo tienen desgastadas consignas empleen una. Debe ser que todo buen divulgador complementa lo dicho con ejemplos e ilustraciones. O eso o la cosa esa de retorcer tanto el argumento hasta darse con él que tiene la gente de izquierdas metida en las meninges a presión.
Enviado por el día 19 de Abril de 2004 a las 13:49 (5)
Por otro lado el artículo me parece muy bueno, que no se diga ¿eh?
Enviado por el día 19 de Abril de 2004 a las 13:50 (6)
Gracias, indigente.
Enviado por el día 19 de Abril de 2004 a las 14:35 (7)
El articulo es excelente, y describe perfectamente lo que ocurre. El problema es que para la mayoria de los votantes de izquierda es indigerible como no sea que se simplifique a dos o tres esloganes.

Siento ser tan pesimista.
Enviado por el día 19 de Abril de 2004 a las 16:50 (8)

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