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28 de Julio de 2006

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Orden Natural
Bitácora de Juan Fernando Carpio

Por qué el socialismo rehusa morir



Erik von Kuehnelt-Leddihn


La reacción inmediata ante el colapso del comunismo en los regímenes de la Europa del Este fue que, moral e intelectualmente, ahora el socialismo estaba en bancarrota. Pero no tuvo que pasar mucho tiempo antes de que se iniciara una contraofensiva. Se escuchó el argumento de que los "rusos bárbaros" nunca habían comprendido debidamente el elevado humanitarismo de Carlos Marx y que Stalin había pervertido los sublimes ideales de Lenin. La desintegración de la URSS no significó el fin del credo socialista, de los partidos socialistas ni, inclusive, de las convicciones y tendencias socialistas dentro de los movimientos políticos no socialistas. (Algunas personas flirtean con la "social democracia" inconscientes de que el ala radical del Partido Obrero Social Demócrata Ruso la que protagonizó la revolución de octubre en 1917 en San Petersburgo.

Hay cuatro razones muy claras para la persistencia de la amenaza socialista: 1) la naturaleza humana, 2) la crisis religiosa, 3) la estructura política de las democracias liberales occidentales, y 4) el temor a los dolorosos ajustas que hay por delante.

Empecemos con la naturaleza humana y su bifurcación. Todos tenemos dos impulsos innatos. Hay uno que compartimos con el reino animal, la tendencia colectivista hacia la identidad, el placer que derivamos de la compañía de personas de la misma edad, sexo, raza, carácter étnico, gustos, convicciones políticas y mentalidad. Esta tendencia, cuando es dominante, hace que las personas se sientan incómodas en presencia de la diversidad, de la desigualdad, sea superioridad o inferioridad. Estas categorías, sin embargo, se ven favorecidas por el otro impulso que llevamos dentro y que nos lleva, como viajeros y exploradores, a buscar y disfrutar la diversidad, y al que debemos nuestra cultura y civilización occidental. Todo depende de cual de estos impulsos conquiste la hegemonía, y si damos primacía a la libertad y a la personalidad por sobre el instinto del rebaño y la monotonía del hormiguero.

La historia occidental ha estado caracterizada por el ascenso de las ideas igualitarias desde 1789 (no desde 1776: en ese año no hubo ninguna Revolución Americana, lo que hubo fue simplemente una Guerra de Independencia Americana). Las ideologías de los franceses, rusos y alemanes motivados por la "identidad" planteaban la necesidad de establecer la igualdad en cierto terreno mediante la asimilación forzosa, la deportación o el exterminio.

Cuando Harold Laski dijo que el socialismo era la conclusión lógica de la democracia tenía, por lo menos, la mitad de la razón. Lo que tenía en mente no era quizás la síntesis democrático liberal que hoy domina en la mayoría de los países occidentales. A pesar de todo, la unión del principio liberal (en su sentido clásico de énfasis en la libertad) que el dogma democrático (igualdad y gobierno de la mayoría) ha sido un esfuerzo honesto aunque infructuoso de unir dos opuestos: la libertad y la igualdad. Alexis de Tocqueville vio esto claramente, al igual que todos los grandes y verdaderos liberales hasta Montalembert, Acton, Mises y Hayek. Tocqueville también se dio cuenta de que el principio igualitario, en combinación con el deseo de los partidos de hacer "felices" a los ciudadanos, pudiera introducir, paso a paso, una "suave tiranía", tan desconocida en la historia que no le pudo poner nombre y tuvo que describirla. Y su descripción es una visión profética no de la URSS sino de Suecia antes del sorprendente colapso del régimen socialdemócrata de ese país tras casi tres generaciones en el poder, o de los Estados Unidos del mañana, siempre que no se imponga un cambio radical.

Uno tiene que distinguir entre el pleno Estado Socialista, donde todos los medios de producción están en las manos del gobierno, y el Estado Proveedor (Welfare State). El Estado Proveedor satisface otra demanda profundamente arraigada en la mente humana: en anhelo de seguridad. En Europa, esta seguridad estaba tradicionalmente garantizada en el ejército y en los (mucho más numerosos) servicios civiles. Pero ahora el estado promete: "Todos seréis empleados estatales’’-- lo que para muchos es la realización de un sueño. Esta tendencia empezó en Estados Unidos tras la elección de Andrew Jackson en 1828, cuando se introdujo el sistema de los despojos. También se ha practicado en Europa desde 1919, con la diferencia que, una vez nombrado y confirmado, allí un empleado estatal no puede ser despedido a no ser que cometa un crimen.

Por supuesto, hay razones concretas para que las que el ansia de seguridad y el miedo a la inseguridad se hayan convertido en potentes factores que hacen la tentación socialista tan fuerte y peligrosa. Uno de ellos es la crisis religiosa que va de la mano con el continuo debilitamiento de la familia. Un cristiano cree en la Divina Providencia, y en el Cuarto Mandamiento que subraya el deber hacia nuestros padres. Cuando las familias eran grandes y sus lazos internos fuertes, una descendencia numerosa era el mejor seguro contra la vejez. La vida campesina también ofrecía un cierta seguridad alimentaria y una garantía de espacio vital. Ahora, sin embargo, las poblaciones urbanas son mucho más inseguras y vulnerables. Pero en las últimas décadas, el materialismo práctico ha conducido a una decadencia de la familia y de la parte rural de las naciones desarrolladas.

Esta situación es astutamente utilizada por el estado o, en las democracias, por los partidos políticos, la mayoría de ellos de izquierda.(en este sentido los Nacional Socialistas no diferían de los Socialdemócratas y a sus partidarios les encantaba citar la "consciencia social" del movimiento hitleriano.) En nuestras democracias ciertos partidos políticos compran votos regalando el dinero del gobierno. Es así que han surgido partidos Santa Claus por todo el mundo. No son fáciles de derrotar en las elecciones, y cuando son derrotados, los partidos conservadores rara vez tienen el valor de deshacer su trabajo y detener el soborno de las masas. Si lo hicieran, no tendrían la más mínima posibilidad de ser reelectos.

Todo esto tiene que ver con el sistema mismo de la democracia. Y tiene un efecto circular. El estado asume el lugar de Dios y la familia y "la sociedad huérfana" elige al estado. En las palabras de Alex Mitscherlich éste se convierte en la madre de múltiples pechos que amamanta a las masas. En estas condiciones, el hombre pierde su personalidad, su valor y su disposición a tomar riesgos. Tocqueville previó certeramente este tipo desnaturalizado de hombre que sería "un animal tímido e industrioso cuyo guardián es el gobierno", una criatura en busca de "mezqunos placeres" para llenar su vida. Es decir, usando los términos de fines de siglo XX: sexo, televisión y juegos. ¿Es tan sorprendente que este material humano haya estado dispuesto no sólo a abrazar el Estado Benefactor sino el socialismo e inclusive las dictaduras fascistas y comunistas? Hay, por supuesto, formas no estatistas de tratar con las incertidumbres de la civilización industrial y de una economía de mercado libre; tenemos el ejemplo de Chile, con seguro privado obligatorio contra la enfermedad y el desempleo. Pero, en las manos de los partidos de izquierda, el estado omnipresente quiere el control total. En palabras del camarada Benito Mussolini, veterano del Partido Socialista Italiano: "Todo por el Estado, todo para el Estado, nada contra el Estado’’.

¿De donde se pudiera esperar una resistencia al socialismo en todas sus formas? Teóricamente, debería venir de las comunidades cristianas pero éstas no se encuentran a la altura de esa tarea. Una explicación es la relativamente fácil perversión del Cristianismo en un colectivismo altruista. Simone Weill vio claramente este peligro cuando escribió: "La Trampa de las Trampas, la trampa casi inevitable, es la trampa social. En todas partes, siempre, y en todo, el sentimiento social proporciona una perfecta imitación de la fe, es decir, una imitación perfectamente engañosa’’. En la Iglesia Católica nunca ha habido muchas simpatías por el socialismo o el comunismo, pese a la cabeza de playa conseguida por esa patente estupidez que es la "teología de la liberación". Pero es igualmente cierto que la Iglesia Católica fue hostil al liberalismo clásico, el gran campeón de la libre empresa y de la economía de mercado. De aquí que desde hace tanto tiempo haya habido círculos católicos (de ninguna manera izquierdistas) que hayan estado buscando desesperadamente una "Tercera Vía" entre lo que Marx llamó el "capitalismo" y el socialismo. En fin de cuentas, no fue hasta 1017 que la Iglesia Católica abolió formalmente la prohibición contra el cobro de intereses, y fue hace sólo un año que aceptó la economía de mercado como única alternativa al socialismo.

La Iglesia Evangélica Alemana (EKD), tan notoriamente débil para resistir el nazismo, la versión nacional del socialismo, no jugó un mejor papel en la difunta República Democrática Alemana con su fórmula de "La Iglesia en el Socialismo" (Kirche im Sozialismus). Tras la derrota del comunismo, en algunas provincias de la RDA, los pastores de la EKD exhortaban a sus fieles a "no desalentarse ni desertar del campo socialista (socialdemócrata)". En cuanto a los mártires evangélicos en el Tercer Reich, pueden haber sido dos o tres. Pastor Niemoeller se hizo nazi, luego disidente nazi y, finalmente, Premio Lenin y feroz crítico de Estados Unidos. La jefatura de la jerarquía Ortodoxa Rusa colaboró con el gobierno, especialmente en la época de Stalin (aunque los comunistas asesinaran a más de cien obispos). De aquí el menosprecio que siente por ella la mayoría del bajo clero.

Tenemos que reconocer que la forma de pensar marxista ha penetrado profundamente en nuestra mentalidad. He conocido gente – más frecuentemente en Estados Unidos que en Europa – que protestaría enérgicamente por que se les llamara "socialistas" pero que están firmemente convencidos de que la historia es básicamente economía. A ellos quisiera citarle a Sidney Fay, que en su libro "Los Orígenes de la Gran Guerra" (1938) subrayaba que en toda su investigación sobre el tema prácticamente no había encontrado referencias económicas. Y, sin embargo, los argumentos económicos son los que tienen sentido para los comerciantes interesados en la historia.

Por supuesto, mucha gente deplora los grandes sufrimientos que está experimentando la Europa del Este bajo la "Cirugía de Adam Smith". Con todo, ciertas operaciones son necesarias para salvar la vida de personas gravemente enfermas. Y no hay ningún argumento contra ese procedimiento, por arriesgado que sea.

En síntesis, hay muchas razones para la supervivencia del socialismo y de las tendencias socialistas. ¿El ascenso y caída del experimento soviético? Sin duda pudiera convertir a gente relativamente inteligente que se había extraviado. Pero no servirá para las masas ansiosas de seguridad e inconscientes tanto del pasado como del futuro. El hombre moderno vive para el momento. Es un cotoleón, un híbrido entre cotorra y camaleón. Una víctima ideal para las diversas formas del socialismo. Los partidos socialistas han sido y serán derrotados pero de ninguna manera podemos decir que la amenaza de la corrupción colectiva del hombre haya pasado a la historia. Caveant consules!

Tomado de www.ileperu.org, website del Instituto de Libre Empresa

Comentarios

 
"En fin de cuentas, no fue hasta 1017 que la Iglesia Católica abolió formalmente la prohibición contra el cobro de intereses".

¿1017?

Saludos.
Enviado por el día 28 de Julio de 2006 a las 15:21 (1)
Formalmente, pero seguía considerandose moralmente usura al interés durante mucho más tiempo. Por algo los escolásticos de Salamanca tienen que salir a aclarar el tema, jugándosela...
Enviado por el día 29 de Julio de 2006 a las 07:40 (2)
La mente humana es un diseño evolutivo exitoso apto para sobrevivir en la sociedad de cazadores-recolectores, pero aprehender los conceptos complejos requiere cierta instrucción, la tradicional hostilidad al cobro de interes es una viva muestra de este fenómeno.
Enviado por el día 29 de Julio de 2006 a las 12:26 (3)
Concuerdo, seneca.

Uno debe aprender a ver, en el sentido más sofisticado del término.
Enviado por el día 30 de Julio de 2006 a las 01:57 (4)
Estaba esperando que el artículo terminara con alguna forma de estrategia para poner a descansar eternamente al socialismo. Parecería que los liberales estamos luchando contra la naturaleza humana misma cuando tratamos de convencer a la gente de cosas como que el estado no puede asegurarlos contra cualquier riesgo en la vida. Eso es lo que la gente quiere creer. Y mientras la gente siga queriendo creer eso, no es mucho lo que podamos hacer. A veces me inclino a creer que la conclusión a la que llega Tsun-Tzu (o como quiera que se escriba) es la correcta, aunque la más desesperada: No se puede contra la masa, así que lo mejor es retirarse. Trato, sin embargo de ser convencido de lo contrario.
Enviado por el día 31 de Julio de 2006 a las 12:10 (5)
Buen escrito, JFCarpio, pero por matizar quizás la frase de Frédéric Bastiat lo resume todo mucho mejor. Si esa de: “El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza en vivir a expensas de todo el mundo”.

Y eso no surgió con el socialismo, surge con la propia idiosincrasia del ser humano y su gregarismo. Precisamente porque es razón fundamental de ese gregarismo. Si yo pertenezco a un grupo que es muy eficiente en la caza, aunque no participe directamente en ella, indudablemente me veré beneficiado. Si yo pertenezco a un grupo cuya capacidad en la guerra y en la conquista es superior a la del resto indudablemente me veré beneficiado.

En la antigua Roma, los paseos triunfales de las legiones por la ciudad trayendo grandes riquezas expropiadas a los vencidos eran causa de regocijo y demostración de la grandeza de Roma a la que yo pertenezco. Por tanto yo soy grande. Yo me beneficio de ello.

Por tanto, lo que el socialismo ha hecho no ha sido mas que sistematizar ese sentimiento, que en el fondo es un sentimiento con las mismas raíces que el nacionalismo pero ahondando en la cualidad del individuo para desear pertenecer a un grupo eficaz no para ser grande sino para poderse aprovechar de él. Es decir, si sumamos los deseos individuales de mucha gente, la mayoría y eso en la democracia postliberal cuenta mucho, ocurre que usamos la capacidad coactiva del Estado para expropiar los bienes de otros para nuestro beneficio. ¿Qué en ese proceso se pierde libertad? Bueno, ya se sabe el dicho: “ande yo caliente ríase la gente”; o este otro: “quien a buen árbol se arrima buena sobra le cobija”. El árbol de la mayoría en estas democracias postliberales es un árbol que pesa mucho, es un método ideal, por incruento, de expropiar a otros lo que uno no tiene.

Y eso, en el fondo, gusta.

Enviado por el día 1 de Agosto de 2006 a las 11:20 (6)

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