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5 de Enero de 2005

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Salario Mínimo y Martín Seco


Me encuentro en el blog de Escolar.net con el siguiente artículo de Martín Seco sobre el salario mínimo.

Se trata de un alegato en favor de la subida del salario mínimo que conviene desmenuzar, pues recoge buena parte de las mentiras keynesianas que vienen empobreciendo la economía desde el crack del 29, ocasionado a la postre por el intervencionismo estatal.

Martín Seco examina dos de los argumentos que suelen aducirse normalmente en contra del SMI. El primero de ellos, el usado por la patronal, consiste en amenazar con una espiral inflacionista: Es curioso cómo se transmite a la opinión pública la idea de que la inflación depende de los salarios, olvidando que los precios los fijan los empresarios(...) Para contener la inflación parece que la única solución es que los salarios pierdan continuamente poder adquisitivo y, como consecuencia, que el beneficio empresarial sea cada vez mayor. Claro que en realidad tampoco con ello se garantiza la contención de los precios, porque si los empresarios pueden subirlos, con incrementos salariales o sin ellos, lo harán para inflar sus beneficios.

He de decir, en descargo de Martín Seco, que no podría señalar quien sabe menos economía, si él o Cuevas. Parece mentira que la patronal recurra a argumentos tan inanes y tan falaces como "la espiral inflacionista". La inflación es un fenómeno única y exclusivamente monetario. Efectivamente, un incremento de los salarios no tiene por qué trasladarse en un incremento de los precios, en tanto éstos no vienen determinados por los costes, sino por las condiciones del mercado.

Si la cantidad de dinero se mantiene constante y la producción no aumenta, resulta imposible que todos los empresarios incrementen sus precios. La razón es sencilla, no cabe un incremento de todos los precios y un mantenimiento de la demanda en todos ellos. Lo que ocurre es sólo aumentará el precio de los bienes intensivos en trabajo, pero no por un incremento de costes: el mayor precio del trabajo obligará a despedir a aquellos trabajadores menos productivos; ello disminuirá la oferta de los bienes intensivos en capital y, por tanto, su precio se incrementará. En cambio, los bienes capital-intensivos prácticamente no se verán afectados por la subida salarial, con lo cual su precio relativo habrá disminuido. En definitiva, lo que ocasionan los incrementos salariales es una redistribución de la renta desde los productores intensivos en trabajo a los intensivos en capital.

Con todo, si Cuevas carece por completo de formación económica alguna, poco más podemos decir de Martín Seco. Expresiones como que los empresarios fijan los precios son risibles. En tanto la compraventa sea una transacción voluntaria, los incrementos de precios que sobrepasen la utilidad marginal del producto para los consumidores sólo reducirán sus ventas. Si alguien cree que los empresarios fijan los precios, ¿por qué no crea una empresa y vende hamburguesas a un millón de euros?

En realidad, los incrementos de precios de algunos empresarios sólo disminuyen los precios relativos ajenos, lo cual provoca incrementos de sus demandas. No olvidemos que el precio relevante para la economía no es el absoluto, sino el relativo, pues tiene en cuenta las oportunidades que la acción abandona (el coste de oportunidad)

Recapitulando, desde esta perspectiva hemos obtenido un incremento parcial del paro (el de los trabajadores de los bienes intensivos en trabajo) y una redistribución de la renta desde los bienes trabajo intensivos a los capital intensivos.

Es aquí donde Martín Seco asegura que el salario mínimo no genera paro: Se suele establecer una relación unívoca entre desempleo y nivel de salarios, asegurando que se trata del abc de la ciencia económica, cuando en realidad es tan sólo un axioma de una determinada teoría, la neoclásica, que Keynes puso en entredicho hace ya muchos años y que la práctica, desde la crisis de 1929, ha demostrado inconsistente. El paro depende de otras muchas variables

Interesante pero, hasta aquí, me parece que Martín Seco no ha ofrecido prueba alguna de cuáles pueden ser estas otras variables. El problema, de nuevo, suele ser el cuasi-desconocimiento absoluto de la ciencia económica. Como hemos visto, la conjunción de utilidades marginales entre el empresario y el consumidor cristaliza en una relación histórica de intercambio (mutuamente satisfactoria), denominada precio. Este precio es el que fija, en definitiva, el salario del trabajador: el trabajo es valorado atendiendo a su contribución relativa a la obtención del producto, que a su vez, es valorado por el consumidor.

Esta contribución relativa a la obtención del producto se conoce como productividad marginal del trabajador. El empresario (descontando el interés) paga a cada trabajador conforme a su productividad marginal. Si un trabajador exige más que su productividad marginal no será contratado (ya que su aportación a la empresa sería negativa) Si un empresario ofrece a un trabajador menos de su productividad marginal, ese trabajador será contratado en otra empresa. ¿Razón? Cuando el empresario paga a un trabajador un sueldo inferior a su productividad marginal se abren oportunidades de beneficio para que otros empresarios lo contraten. Es esa competencia entre empresarios la que provoca que el salario tienda a equipararse con la productividad marginal.

Pues bien, si una ley impone un salario mínimo superior a la productividad marginal del trabajador, éste no será contratado. En ningún caso lo será; su contribución en la empresa será negativa, el empresario obtiene mayor ganancia sin contratarlo. De esta manera, se ilegalizan en la práctica multitud de contratos de trabajo. Es más, aquellos trabajadores que por su condición física y cultural tengan en todo lugar una productividad marginal inferior al salario mínimo están condenados al paro. ¿Qué razones existen para que un empresario contrate a un trabajador cuyo saldo neto en la empresa va a ser ocasionar pérdidas?

Lógicamente, los más perjudicados por esta situación son los inmigrantes. No porque sean seres inferiores, muy al contrario, los inmigrantes suelen ser las personas más emprendedoras e inteligentes de sus sociedades, tanto que son capaces de arriesgarse a ir a otro país, con otra cultura, lengua y costumbres. Fíjense en la movilidad a la que está dispuesto someterse un español y compárenla con la de un inmigrante.

Aún así, es obvio que los inmigrantes, a corto plazo, tienen unos conocimientos escasos que reduce en mucho su productividad marginal. Los salarios mínimos impiden que sean contratados en la economía formal, y los relegan a trabajos en el mercado negro. Cuando alguien contrata a un inmigrante para actividades poco remuneradas (por ejemplo, la recolección de la naranja) en la economía informal, la razón no es otra que la baja productividad marginal del trabajador (que viene a su vez determinada por el hecho de que el precio de las naranjas es muy escaso). Si se le contrara en el mercado formal, su salario debiera equipararse al del salario mínimo, lo que provocaría al empresario pérdidas. Por tanto, o se le contrata en el mercado negro o no se le contrata. Por tanto, el SMI obliga a muchos inmigrantes a recurrir al mercado negro. Lo cual resulta poco alentador; su actividad es mucho más secreta que la de otras empresas (precisamente para ocultarse a los controles gubernamentales) y sus garantías, por tanto, menores.

Otra posibilidad del SMI es, obviamente, reducir las prestaciones auxiliares que el empresario oferta al trabajador. Puede que tenga que trabajar más horas, o bien que muchos de los completos asociados desaparezcan. En ese caso, el empresario simplemente trueca algunos de sus costes no salariales en otros salariales. La posición del trabajador permanece inalterada.

En todo caso, lo que debe quedar claro es que un sector de la población no podrá ser contratado. La única virtualidad que puede tener el salario mínimo es elevar aquellos salarios que se encontraban circunstancialmente por debajo de la productividad marginal del trabajador. Pero el precio de todo ello, es que todos aquellos trabajadores cuya productividad marginal sea inferior al SMI quedarán desempleados. Un escaso avance (ya que, en cualquier caso, la diferencia entre el salario anterior y la productividad marginal sería minúscula) que conlleva un enorme retroceso.

Sin embargo, debemos analizar el segundo argumento de Martín Seco, que se refiere a la reducción de la demanda agregada y sus efectos depresivos sobre la economía: un descenso de los salarios reales podría generar el efecto contrario al pretendido y ser contraproducente en la creación de empleo al deprimir la demanda (...) Para un empresario concreto puede ser interesante la reducción de los salarios de sus trabajadores; pero si esa reducción salarial se generaliza, es posible que la demanda descienda sustancialmente y que el empresario no pueda vender sus productos.

Conste que esto no es un argumento. Los empresarios despedirán o contrarán trabajadores atendiendo a sus costes e ingresos no a las previsiones agregadas de la demanda. Parece que Martín Seco esté prescribiendo qué debieran hacer todos los empresarios, aún cuando sabe que no lo harán pues no actúan colegiadamente, como si de un sólo cuerpo se trataran. Al menos, no actuarán así en tanto nuestra organización social no tienda al corporativismo fascista.

En todo caso, una reducción de los salarios reales (esto es, el poder adquisitivo) sólo puede tener lugar por una destrucción de bienes de capital o un retroceso tecnológico (o un incremento de la fuerza laboral). Si los salarios nominales se redujeran por la causa que fuere(asumo que esto puede ocurrir, si bien es impensable que todos los salarios de la economía se redujeran al momento), y los precios se mantuvieran constantes, los empresarios pugnarían por ampliar la producción y para ello requerirían nuevos trabajadores. Como la cantidad de los mismos permanece constante, el salario volvería a incrementarse hasta el anterior nivel.

Por ello, la única validez del argumento de Martín Seco consiste en que, por causas absolutamente extraeconómicas, los trabajadores decidieran dedicar una parte menor de su salario real al consumo (por ejemplo, al comprobar que su se aumenta el SMI se encabritan en consumir menos). Lo que demuestra Martín Seco con esta argumentación es una profunda incomprensión de los procesos económicos básicos, que tan bien describieron James Mill y Jean Baptiste Say. En concreto, Martín Seco sigue la estela keynesiana de creer que el consumo es el motor de la economía capitalista. No olvidemos que el capitalismo deriva su nombre de capital (y éste, a su vez, de caput -tis, cabeza) y que los bienes de capital poco tienen que ver con los bienes de consumo. Es más, los bienes de capital pueden acumularse si se reduce la producción de bienes de consumo.

Si la cantidad consumida se reduce, ello significa que, como contrapartida, aumenta la cantidad ahorrada. Este incremento del ahorro reduce el tipo de interés y ello permite incrementar la inversión en bienes de capital. Esta mayor inversión en bienes de capital provocará, a medio plazo, un aumento de la producción y de la productividad, con lo cual los salarios reales aumentarán, bien porque aumentarán los salarios nominales, bien porque los precios se reducirán (o lo que es más habitual, una combinación de ambas)

De ninguna manera, pues, el SMI puede contribuir a mejor la marcha de la economía. Por un lado provoca redistribuciones de riqueza entre los empresarios, sin que estén basadas en las preferencias de los consumidores, y por otra incrementa el paro por encima del nivel que hubiera alcanzado en caso contrario. Paro que afecta muy especialmente a los inmigrantes.

Queda en pie la última falacia de Martín Seco: Lo más irritante del neoliberalismo económico actual es que sus defensores se niegan a ver adónde les conducen sus premisas, a la ley de bronce de los salarios y al capitalismo salvaje del siglo XIX. En todo caso será irritante para los trabajadores que, por recomendaciones como las de Martín Seco, son incapaces de encontrar empleo.

Aún así, la ley de bronce de los salarios que mienta el "economista" se basa en que los empresarios pagarán siempre un salario de subsistencia a sus trabajadores. Esta hipótesis no se sostiene de ninguna manera. No sólo por lo que ya hemos apuntado (cuando a un trabajador se le paga por debajo de su productividad marginal se abre la puerta a que otro empresario lo contrate), sino por una constatación empírica bastante evidente. Si Martín Seco sostiene que los empresarios siempre pagarán el mínimo de cuanto sean capaces, ¿por qué todo el mundo no percibe el salario mínimo interprofesional? Al fin y al cabo, no hay ninguna prohibición legal para que los empresarios paguen efectivamente este salario a todo el mundo. Si siempre pagan el mínimo a lo que están capacitados, ¿por qué no pagan ahora el mínimo legal a todo el mundo?

Al final sucede lo que el propio Martín Seco asegura: Se olvida muchas veces que, en economía, aquellas medidas que pueden ser provechosas para un determinado individuo cuando únicamente le afectan a él, terminan siendo contraproducentes para esa misma persona si se generalizan. La subida salarial a un trabajador puede ser positiva cuando se basa en incrementos de su productividad, deja de serlo cuando se incrementa por decreto el salario de todo el mundo. Ello sólo genera paro institucional y reduce la producción. Querer manejar la economía desde arriba y por decreto es un error propio de arrogantes. Lástima que la principal característica de los políticos sea la arrogancia; precisamente, están donde están por pensar que son capaces de entrometerse en las vidas ajenas sin que ello tenga dañosas consecuencias. Así nos va.

Comentarios

 
Buen palo a Martín Seco. Cuando va a la tertulia de Onda Cero, suele repetir una y otra vez los argumentos del citado artículo y suele salir bastante mal parado.
Es muy interesante la explicación sobre la inflación como fenómeno monetario porque a los que no somos economistas nos cuesta entender ese asunto; la mayoría de economistas no se ponen de acuerdo sobre el tema. Parece que sigues el mismo criterio que Rodríguez Braun.
También muy interesante la explicación sobre el aumento y reducción de salarios (también es una cuestión compleja).
Enviado por el día 5 de Enero de 2005 a las 22:13 (1)
"Cuando va a la tertulia de Onda Cero, suele repetir una y otra vez los argumentos del citado artículo y suele salir bastante mal parado."

Caramba, encima porfiado X-DDDDD
Enviado por el día 5 de Enero de 2005 a las 23:32 (2)
Excelente, Rallo. Yo también leí el artículo y quedé horrorizado. Sobre todo me ha gustado porque tu artículo es bastante ortodoxo (ultimamente estas de un austríaco radical...) ;-DDD. Dejas al paleo marxista en pañales.

Ojalá los Reyes sean generosos...

Un saludo
Enviado por el día 6 de Enero de 2005 a las 03:06 (3)
buen artículo, Rallo
Enviado por el día 6 de Enero de 2005 a las 10:48 (4)
> 'No olvidemos que el capitalismo deriva su nombre de capital (y éste, a su vez, de caput -tis, cabeza).

Eaco, en la anotación de HispaLibertas ‘La penúltima trastada de Audrey’ del 27 de diciembre pasado sobre patentes, ya escribiste: ‘Ciertamente, creo que era Novak quien decía que la primera forma de capital es la mente. De hecho, capital viene de caput capitis, cabeza.’

Pues bien, a salvo de que se me demuestre lo contrario, opino que ‘capital’ sí viene de capitis, cabeza, pero no de la que piensa, aunque a veces embista, sino de la cabeza de ganado. Menos elegante el origen pero, al menos para mí, más plausible.
Enviado por el día 6 de Enero de 2005 a las 11:10 (5)
Buen artículo, aunque a veces pienso si merece la pena refutar tanta memez.
Enviado por el día 6 de Enero de 2005 a las 13:10 (6)
Impecable Rallo. Y tan ortodoxamente austriaco como siempre. No nos equivoquemos, Milton. :P
Enviado por el día 6 de Enero de 2005 a las 18:23 (7)
>opino que ‘capital’ sí viene de capitis, cabeza, pero no de la que piensa, aunque a veces embista, sino de la cabeza de ganado.

Hmmmmm opino que no, Motilsarra. Aunque pecunia venga de pecus. (Y, siguiendo el camino contrario, el inglés cattle (ganado) viene de capitale).

El capitalismo no viene de la cabeza de pensar, pero tampoco de la de ganado. En latín, más o menos como en español, capitalis significa, además de "relativo a la cabeza", "importante", "excelente", "principal". Caput significa la parte más alta de algo (o más en general la parte extrema, el cabo, que también viene de caput): de un hombre la cabeza, de un árbol la copa, de un monte la cima, de un río el nacimiento... En sentido ya más derivado es la parte más importante, lo esencial; y, en cuanto a sumas de dinero, caput es el principal, lo opuesto al interés (faenus o usura).
Enviado por el día 6 de Enero de 2005 a las 20:04 (8)
Menos mal que estampé en mi comentario un prudente 'a salvo de que se me demuestre lo contrario'. La tuya, la demostración quiero decir, impecable.

No obstante ¿me creerás si digo que aliento la esperanza de que alguien la refute? En el sentido que yo indiqué, claro. ¡Cómo somos! No, no, ¡cómo soy! :))
Enviado por el día 7 de Enero de 2005 a las 09:28 (9)
Desde luego liberalismo no falta. En mi modesta opinión, y después de desmontar con argumentos extremadamente sólidos el artículo del Sr. Martín Seco, Vd. mismo pregunta y se contesta, de manera errónea, "¿por qué todo el mundo no percibe el salario mínimo interprofesional? Al fin y al cabo, no hay ninguna prohibición legal para que los empresarios paguen efectivamente este salario a todo el mundo.

Pues bien afortunadamente si que hay impedimentos para que los empresarios pagen el SMI o lo que les de la gana, a los trabajadores, y estas limitaciones derivan del Estatuto de los Trabajadores, que posibilitan la negociación colectiva y el mantenimiento de unos derechos que han costado años de conseguir.

Por mi parte tengo mis serias dudas que sin estas limitaciones los cosas fueran tan bien para los asalariados, posiblemente volveriamos a ver a niños en las minas.

Saludos cordiales.
Enviado por el día 7 de Enero de 2005 a las 21:17 (10)

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