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24 de Mayo de 2006

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Las preferencias, inducidas o no, no son objeto de la economía

Pijus Economicus ha respondido parcialmente a mi post anterior (I, II). Le falta tratar el tema del cálculo económico, pero eso lo dejaremos en un post aparte. Veamos que ha dicho hasta el momento.

Dicotomía entre consumidor y persona

En su post original Pijus aseguró que la ciencia económica se basa en la existencia de consumidores, no de personas. Yo le dije que el consumidor es una faceta de las personas, de modo que una misma persona puede ser capitalista, trabajador y consumidor. Lo que le interesa a la ciencia económica es determinar qué ocurrire cuando esa persona actúa como consumidor, como trabajador o como capitalista.

Dice Pijus ahora: Todos los que este texto estemos leyendo somos personas, y en algunos casos también consumidores, pero me extrañaría que hubiese algún capitalista. El capitalista es aquél que posee medios de producción, y que puede vivir alquilando la fuerza de trabajo ajena en el mercado de trabajo. Invertir en un fondo de pensiones no convierte a uno, en modo alguno, en capitalista. Seguirá teniendo que alquilar su propia fuerza de trabajo para vivir

La definición que hace Pijus de capitalista no tiene sentido alguno. Dado que no está dispuesto a admitir que todos somos en cierta medida capitalistas, tiene que recurrir a estrafalarias deformaciones del término. La cuestión clave para ser capitalista ya no es sólo ni poseer los medios de producción ni alquilar la fuerza de trabajo, sino además "poder vivir con ello". ¿Y qué significa poder vivir? ¿Cómo objetivizamos el término? Aquel sujeto que vive únicamente de rentas y que gasta más de lo que ingresa, ¿"puede vivir" del capital? Pijus pretende enlazar el concepto de capital con el de las necesidades, pero esto es del todo ridículo: según esta definición un campesino con una azada en un monte comunal podría ser capitalista si consigue lo necesario para vivir, y un multimillonario manirroto propietario de cientos de empresas, no lo sería si considera que aun gana demasiado poco para cubrir sus necesidades.

En realidad, tanto el agricultor con respecto a su azada como el multimillonario respecto a sus empresas son capitalistas: propietarios de capital. Que luego ese capital les sirva o no para cubrir sus necesidades es un asunto muy distintos.

Un fondo de pensiones privado sí hace que su titular sea un capitalista. Quien lo contrata está capitalizando la renta para luego, al cabo de algunas décadas, vivir de la riqueza acumulada, esto es, del rendimiento de su riqueza. Repito, quien contrata un fondo de pensiones esta CAPITALIZANDO su renta y por tanto sí es un capitalista.

Pero es que, para más inri, incluso desde la propia definición absurda que da Pijus podemos afirmar que quien tiene un paquete de acciones, un fondo de pensiones o incluso un depósito a plazo fijo es un capitalista. El argumento de Pijus es el siguiente: "No es capitalista porque sigue obligado a alquilar su fuerza de trabajo para vivir". Aquí, de nuevo, el concepto de "obligación" es muy relativo; en realidad sólo la fuerza física obliga, el hambre no es una obligación sino una poderosa necesidad para quien quiere seguir con vida. Pero además ¿qué incluimos en la obligación? ¿Vivienda? ¿Qué tipo de vivienda: situación, tamaño, mobiliario...? ¿Vestido? ¿Qué tipos de ropa: calidad, cantidad, clase...? ¿Electricidad? ¿Cuánta es la necesaria para vivir? ¿Agua corriente? ¿Cuánto puede gastarse: baños, cesped, piscina...? ¿Dónde coloca Pijus el arbitrario límite de la obligación?

En todo caso, no nos desviemos. Supongamos efectivamente que ese límite existe y su valor es de 500 € mensuales. Por debajo de esa cantidad el hombre tiene la obligación de alquilar su fuerza de trabajo para no perecer. Según Pijus, quien obtuviera una renta de de 501 € sería capitalista, pero quien poseyera una de 499 € no.

Supongamos que un individuo percibe una renta de 100 € y un salario de 400 €. En puridad sigue obligado a alquilar su fuerza de trabajo, ya que los 100 € no cubren sus necesidades mínimas. Ahora bien, ¿está obligado a vender la <i>misma</i> fuerza de trabajo que quien no percibe la renta? En este ejemplo, el individuo sólo tiene que buscar un trabajo que le proporcione 400 €, en caso de carecer de renta tendría que localizar uno de 500 €. Incluso desde la perspectiva de Pijus, todo rentista es capitalista, pues la renta reduce la cantidad y calidad de trabajo que tiene que ofrecer en el mercado.

Pero démosle otra vuelta de rizo a la definición. ¿Por qué no decir que trabajador es aquel que sólo vive de alquilar su fuerza de trabajo sin tener la obligación de percibir rentas? Según esta definición, todo el mundo sería capitalista a menos que careciera por completo de capital. La carga de la prueba se invierte: si quiere ser trabajador, no tenga ninguna forma de renta no laboral. La torpeza de esta definición es tan grande como la de Pijus: para él sólo le es capitalista si no se perciben rentas salariales, con lo cual todos son trabajadores a no ser que acrediten lo contrario.

Con esto no vamos a ninguna parte, rigor económico cero.

una persona no es en todo momento un consumidor. Efectivamente, para que una persona sobreviva tiene que consumir, al menos, lo mínimo para mantenerse con vida biológicamente, mientras que el resto del consumo es innecesario con respecto a ese mismo fin. Sin embargo, la persona tiene muchas más necesidades que no entran dentro del concepto de “consumo”, y que responden a cuestiones de afecto, salud y estabilidad emocional.

Este párrafo de Pijus es interesante porque muestra sus contradicciones internas. Pijus admite que seguir con vida es un fin del ser humano, lo cual es correcto. Pero añade que el resto de consumo es "innecesario" con respecto al fin de la supervivencia. Bien, ¿pero por qué colocas ese fin por delante de otros fines? El alpinista no está realizando las acciones más "inteligentes" para sobrevivir, pero en cambio coloca el fin de escalar por encima del de sobrevivir. La persona sedentaria tampoco está realizando el deporte suficiente para lograr sobrevivir, pero prefiere estar relajado en su caso, aun cuando ello le suponga menos años de vida. Muchos conductores saben que pueden perder sus vidas yéndose de vacaciones con el coche, pero siguen haciéndolo.

¿Por qué colocas la supervivencia como el fin supremo? ¿Acaso el resto de necesidades no son igualmente fines que pueden entrar en rivalidad con el primero?

El consumo que tildas de innecesario lo es tan sólo con respecto al fin de sobrevivir. Pero no con respecto a otros fines que pueden ser tan o más importantes que el de sobrevivir. Todo depende de la valoración de cada sujeto. ¿En función de qué tildas el consumo ajeno como necesario o innecesario? ¿En función de qué supones que todo el mundo tiene como fin prioritario la supervivencia?

En todo caso, tu último apunte sobre el afecto o la salud no tiene demasiado sentido. Primero, porque ningún austriaco pretende restringir las necesidades de los individuos al consumo; las personas que odian el consumo siguen siendo "racionales", porque la racionalidad es una relación fines-medios, y cada individuo tiene sus propios fines y, para ello, adoptará los medios que considere más adecuado (el anticonsumismo, por ejemplo). Segundo, porque muchos de esos fines sí tiene su componente de consumo: el afecto puede ir complementado con regalos o con un hogar común, la salud necesita de medicinas y hospitales, y la estabilidad emocional puede requerir la presencia de bienes materiales.

Su último apunte en este apartado sirve para dar la razón a la economía austriaca: La ciencia económica ortodoxa se ocupa únicamente de los consumidores, equiparándolos a un ordenador que consume energía, y olvida todo lo demás. Los teoremas formados bajo esos supuestos, por tanto, excluyen el tratamiento de la felicidad del individuo en su aspecto global, y, uniformados en bata blanca, los economistas reordenan la vida económica para que todos consuman. Cosa que tampoco consiguen, además

Cierto, eso es la ciencia económica ortodoxa, esa que tú tildas de "liberal", pero que como afirmas sólo pretende "reordenar" la vida económica. ¿Realmente crees que la planificación central reorganizadora es sinónimo de liberalismo, de "laissez faire"? No, la ciencia económica universitaria, como bien apuntara Albert en el artículo que criticaste, es la base del intervencionismo político, esto es, de la expansión del socialismo.

Existencia de la función de preferencias

En este punto Pijus, en la mejor tradición neoclásica, intentó justificar la existencia de una función de preferencias, basándose en observar la elección puntal de un consumidor. Yo le respondí que de esa observación sólo se sigue que "en ese momento, la acción preferida era la emprendida".

Los comentarios de Pijus en este apartado son acertados y no contradicen en nada mis afirmaciones. De hecho, las críticas que le hice permanecen intactas: Tanto Rallo como yo tenemos, en cada instante de tiempo, preferencias. La preferencia surge cuando podemos comparar subjetivamente dos realidades distintas. Según nuestro desarrollo histórico personal preferiremos una opción u otra. Y, obviamente, dicho desarrollo es diferente según qué persona, por lo que las elecciones serán completamente distintas

El único error que señalaría es la conclusión: Y, obviamente, dicho desarrollo es diferente según qué persona, por lo que las elecciones serán completamente distintas. Más bien hay que decir que las elecciones "pueden ser" completamente distintas, pero no lo serán de manera necesaria. Esa es una predicción que no se sigue de las premisas.

Más tarde también afirma que: las preferencias se modifican constantemente y dependen del contexto social, incluyendo el desarrollo histórico previo de cada personalidad, siendo, por tanto, diferentes de un ser humano a otro. Y no son sólo de naturaleza material: puedo preferir pasear por la playa a ocupar una tarde tratando de invertir mi dinero en bolsa.

Tampoco nadie de la Escuela Austriaca afirma que las necesidades tengan un carácter material.

En todo caso, de este apartado no se sigue la existencia de una función de preferencias y, mucho menos, de una función de preferencias observable.

Influencia de la sociedad

Esta punto es realmente jugoso. Pijus relataba que los liberales negábamos la influencia de la sociedad en la acción humana, cuando precisamente uno e los campos de investigación más ricos y fructíferos de la Escuela Austriaca ha sido su teoría de las instituciones y del orden social espontáneo. A esto responde Pijus:

Rallo, como los defensores del individualismo metodológico, afirma que las instituciones surgen espontáneamente de las interacciones del individuo con la sociedad, beneficiando así a todos. Efectivamente, las instituciones, la sociedad y cualquier estructura que trascienda al individuo surgen de la actividad del ser humano. No se puede aceptar el holismo. Sin embargo, la pregunta es el “cómo surgen”

Lo curioso de este párrafo es que Pijus está aceptando implícitamente el individualismo metodológico que tanto denuesta. Concretamente en esta frase: Efectivamente, las instituciones, la sociedad y cualquier estructura que trascienda al individuo surgen de la actividad del ser humano. No se puede aceptar el holismo. Eso es lo que afirma el individualismo metodológico y no, como torpemente crees tú, que sólo existen los individuos y no la sociedad. Ya te lo expliqué aquí.

A la pregunta de cómo surgen las instituciones también responde la Escuela Austriaca; de hecho, su teoría de las instituciones comienza cuando describe su génesis. La Escuela Austriaca, desde Menger, no toma las instituciones como una realidad "dada", sino que trata de explicar su desarrollo dinámico. El famoso teorema regresivo de Mises, expuesto en su primera obra, supone un análisis praxeológico de cómo surge la institución del dinero en términos de valor. Por tanto sí explicamos de dónde surgen, sólo has de leer a Menger, Hayek y Mises. Como ya te dije, criticas a un muñeco de paja.

Es más, en el siguiente párrafo demuestra su pésimo concepto de institución: No aparecen democráticamente en una relación de igual a igual, sino que se forman a través de métodos tan injustificables como el miedo y la fuerza. Así nacen, históricamente, los estados y las empresas. La propiedad privada, impuesta por la fuerza bruta, ha derivado en la fuerza del poder económico. La herencia del capital es el dolor y el esfuerzo, siempre de otros.

Eso de lo que hablas no son instituciones, sino estructuras de poder. Las instituciones se caracterizan por no haber sido creadas por nadie, sino por surgir como resultado no intencionado de las interacciones humanas. Desde el momento en que crees que las instituciones son planificables (bien democráticamente o bien a través de la fuerza) te están situando en lo que Hayek tildaba de "falso individualismo", es decir, el individualismo que tú mismo repeles. Si las instituciones han sido creadas conscientemente por alguien, entonces la sociedad es obra de un individuo, de modo que no exista al margen de la mente individual. Para ti la sociedad es una parte del cuerpo individual, una extensión maleable de su imaginación. Niegas, por tanto, la existencia de sociedad al margen de los individuos. Curioso círculo has trazado.

En todo caso, toda esta cantinela de que la propiedad privada ha sido impuesta por la fuerza tiene bastante poco fundamento. Veamos, los únicos individuos que han adquirido masivamente su propiedad por la fuerza han sido los políticos y sus allegados, tanto ayer como hoy. Los empresarios no se han enriquecido robando, sino comerciando.

Tu modelo económico es incapaz de explicar los orígenes de los medios de producción, de ahí que pretendas nacionalizarlos y te quedes tan ancho. Si implícitamente asumes que los medios de producción son siempre robados y nunca creados, ¿a quién se los robó el primer ladrón? El ahorro y la inversión dan paso al capital, y muchísimos empresarios han logrado acumular capital gracias a los ahorros de las generaciones anteriores. ¿Es esto un robo? ¿Un robo a quién? Lo único que han hecho los empresarios no políticos ha sido crear una riqueza que antes no existía en la sociedad.

Su siguiente error, cómo no, consiste en suponer que ese control de los medios de producción les confiere un poder singular frente a la sociedad: esa influencia que tienen las estructuras superiores sobre el individuo no son comparables a las influencias entre personas. No es de la misma naturaleza la influencia que tiene Rallo sobre sus amigos en la calle que la que tiene una determinada empresa para concienciar a potenciales clientes.

Esto es una afirmación del todo gratuita y, por cierto, concilia bastante mal con la teoría del valor-trabajo (si las mercancías se intercambian de acuerdo con el trabajo incorporado, la publicidad poco pinta). Si afirmamos que una mayor publicidad implica una mayor influencia y una mayor captación de clientes, las empresas dejarían de producir y se dedicarían a destinar todos sus recursos a la producción. Si ello no sucede es porque, en efecto, un mayor gasto en publicidad no necesariamente implica una mayor influencia y, en cambio, sí significa un mayor coste para la empresa (que no podrá destinar a abaratar el precio de sus productos o a innovar en el futuro).

Las empresas gastan demasiado en publicidad, se descapitalizan. Sí, has oído bien. Un gasto excesivo en publicidad da lugar a un menor capital y, por tanto, una menor base futura para seguir gastando en publicidad. Lo importante no es gastar en publicidad, sino gastar correctamente y gastar correctamente, en última instancia, significa satisfacer a los consumidores.

Que tú señales que esa satisfacción es artificial o inducida resulta irrelevante. Si yo convenzo a mis amigos para ir a ver una película al cine y les gusta, también estamos ante una satisfacción artificial e inducida; poco sentido tendría decir que si el Estado me hubiera prohibido presionarles, ellos serían más felices. ¿En función de qué parámetro estableces la comparación? ¿Por qué asumes que las necesidades inducidas son malas?

El ser humano no es omnisciente; no puede prever todo cuanto le hace feliz ni mucho menos todos los medios disponibles para alcanzar la felicidad. Precisamente por ello las sugerencias, la información, el mimetismo y la publicidad le permiten alcanzar estadios de felicidad que él mismo nunca habría sido capaz de concebir. En cierto modo, pues, la comunicación publicitaria nos eleva por encima de nuestras limitaciones individuales y nos comunica las ventajas de la cooperación social. Y ello lo puede hacer una gran empresa o tu vecina; la diferencia es que tu vecina sólo podrá comunicártelo a ti y una gran empresa a millones de personas.

Este párrafo es muy ilustrativo del error que comete Pijus: podemos comprobar que los diseños en ropa de las grandes empresas suelen convertirse en moda, mientras que empresas con menos poder económico no tienen esa capacidad, a pesar de que sus productos suelen ser los mismos.

No voy a entrar en si los diseños de unas son mejores que los de otras, porque realmente no es el tema. Lo que el individuo busca al adquirir un producto que está de moda es un cierto reconocimiento social. Si uno compra Niké busca que los demás sepan que está llevando Nike; cuanta más gente conozca qué es Nike, mayor prestigio tendrán sus productos.

Esto es una facultad de la que no disponen las pequeñas empresas. Si yo saco una marca: “Keni” que sólo sus actuales clientes conocen, es obvio que los individuos no podrán alcanzar el reconocimiento social que buscan a través de esta marca. La moda, en definitiva, es una acción coordinada de miles de personas en vestir o comportarse de una misma forma; las empresas pequeñas no disponen de los recursos suficientes para coordinar a esos miles de personas y por tanto no pueden crear modas.

Las modas, en definitiva, no son una imposición, sino una respuesta a ciertas necesidades humanas. Si a la gente no le gustara ir a la moda, simplemente no iría. Pero dado que le gusta, las únicas con capacidad para crearla son las grandes empresas. Mi vecina puede crear una moda entre nosotros, una gran empresa puede crearla entre miles de personas. ¿Cuál es más valorada? ¿Cuál responde realmente a la descripción de moda?

Pijus prosigue con sus errores: ¿Por qué Rallo dice que no es nociva esta última influencia? Pues porque él defiende la ley del más fuerte. Su mensaje es: “privaticemos, y que gane el mejor, que se lo merece”. Para llegar a esa conclusión hay que aceptar que lo que cada uno tiene en el momento de decirlo es lo que le corresponde por sus esfuerzos, y para ello hay que negar la historia y el desarrollo

El más fuerte es aquel que más y mejores necesidades satisface, siempre que el intercambio sea voluntario. Aun cuando los medios de producción estuvieran en manos de ladrones pasados, en ausencia de violencia, sólo serían capaces de retenerlos si continuaran sirviendo las necesidades de los consumidores. Tu ley del más fuerte es la ley de la felicidad de los más débiles.

El delirio aparece al final del post cuando compara la situación de los consumidores satisfechos con la de los esclavos que han asimilado su condición. El problema es que el esclavo, como Pijus dice, morirá en caso de que quiera liberarse; el consumidor no. El coste del consumidor para rechazar las empresas es prácticamente cero, si en verdad no es feliz, sólo tiene que dejar de comprar sus productos. Pero si sigue haciéndolo y sigue derivando satisfacción de ello, ¿quién eres tú para prohibírselo? ¿Quién eres tú para coaccionarle? ¿En función de qué aseguras conocer mejor sus preferencias? ¿Cómo conoces la satisfacción que alcanzaría si se le impusiera tu modo de vida?

El paradigma de la ciencia económica

Pijus ya comienza mal este punto: Mil veces repetido, el paradigma dominante que genera y domina la ciencia económica ortodoxa, y a buena parte de la heterodoxa, es el cartesiano. Tal paradigma tiene como bases la disyunción y la reducción, que conducen inevitablemente a la especialización. Neoliberales y Austriacos han construidos sus teorías partiendo de bases similares, aunque con grandes diferencias.

Este párrafo no demuestra otra cosa que su completa ignorancia de la metodología austriaca, cuyo fundamento no es la reducción de la realidad a modelos, sino su descripción. La escuela austriaca es una escuela realista, lo que le interesa es comprender los procesos necesarios de la realidad, sean complejos o simples. Una reducción es una derivación antirrealista y, por tanto, antiaustriaca.

Pijus parece reconocer este punto, pero lo matiza: Si Rallo acepta este nuevo e indefinido -todavía- método de comprender el mundo, que permite ver lo global a través de la interrelación de las partes, y observar la multidimensionalidad de la realidad social es, en cambio, incapaz de llevar a cabo aquello que defiende. De un lado afirma que existen leyes constantes atemporales y de otro, más preocupante, ignora que la economía debe estudiar la formación de esos procesos sociales que dice analizar, lo que alude a la historia y antropología

Para descubrir las implicaciones necesarias de la acción humana no es necesaria ni la historia ni la antropología. La economía estudia qué ocurre con la acción humana cualquiera que sea el fin que está persiguiendo. Esto significa que resulta irrelevante analizar la formación de fines, porque nos interesa ver qué ocurre sea cual sea el fin.

Es en este sentido en el que puede afirmarse que las leyes son atemporales, ya que la implicación necesaria de la acción lo será en cualquier momento histórico. La ley de la utilidad marginal decreciente no depende del fin ni del estadio evolutivo, es una categoría de la acción. La carestía derivada de una fijación de precios máximos por debajo del de mercado no depende, nuevamente, de cuáles sean los fines, sino de haber bloqueado la acción, cualesquiera que fueran sus fines.

Partir de la historia para llegar a conclusiones teóricas es un gran error. La historia no explica las causalidades entre las acciones, precisamente nuestro objeto de estudio. La historia es un magma inconexo de hechos, donde sólo se aprecian correlaciones entre fenómenos observados y observables.

El problema, por tanto, es triple: a) ¿cómo conoces qué dos acciones están relacionadas por la causa y el efecto? Es decir, ¿cómo distingues correlación de casualidad? Los métodos econométricos no sirven, ya que asumen una constancia de circunstancias que nunca se dan en el campo de la acción, b) ¿Cómo seleccionas todos los hechos que deben servirte para explicar causalmente el fenómeno? Puede que elijas algunos, ¿pero cómo sabes que no hay otros elementos que influyen en la acción pero en los que ni siquiera has pensado? ¿Has de observar y regresar toda la realidad? y c) ¿Qué ocurre cuando los elementos que influyen en la acción simplemente no son observables? ¿Cómo relaciones la acción con el valor en ausencia de una teoría? ¿Dónde se observa el valor o el coste de oportunidad?

Pijus incide más tarde en el punto de las preferencias: Los austriacos, lo hemos dicho con anterioridad, aceptan que las preferencias son complejas y que cada individuo tiene unas que sólo él mismo conoce, y que, además, cambian. Si entendemos que cambian hemos de admitir la influencia del contexto, independientemente de que el resultado lo aceptemos luego como positivo o negativo. Pero, ¿por qué cerrar el grifo a las interrelaciones multidisciplinares cuando no nos interesa?

Se cierra el grifo simplemente porque la economía estudia, como ya he dicho, las implicaciones necesarias de la acción. No pretende analizar cuál será el rumbo de la acción, sino cuál será el rumbo necesario de la acción. Y para que sea necesario debe ser independiente de las contingencias; si tú pretendes conocer que harán los individuos en el futuro, estás en el campo de la empresarialidad: quieres intuir qué ocurrirá. La economía, en cambio, se preocupa por lo que necesariamente ocurrirá y ello es independiente de los fines.

Da igual que te guste leer libros de Marx o irte de fiesta todos los sábados. Habrá carestía siempre que fijes un precio máximo por debajo del que habría alcanzado en el mercado. Da igual si te eres un ahorrador o un despilfarrador, pero cuanto más consumas, menos ahorro disponible tendrás. Da igual si eres un austero trabajador o un consumista desbocado, pero en ausencia de propiedad privada no se puede realizar un cálculo económico racional. No cortamos donde nos interesa, cortamos en el campo económico.

El siguiente párrafo de nuevo demuestra su profunda incomprensión de la Escuela Austriaca: O expresado de otra forma, ¿si las preferencias cambian, y tenemos que tener modelos económicos dinámicos para evitar el estancamiento -diferencia entre teoría y realidad-, por qué no incluir también el modo en que cambian? De hecho, sería más coherente ser neoliberal, donde pones un ceteris paribus y se arregla todo, que austriaco, donde para unas cosas sí pero para otras no.

Los economistas austriacos estudian aquellos que NO cambia aun cuando todo lo demás cambie. Eso es la economía: el estudio de las leyes inmutables de la acción humana. No nos interesa cuál será la acción, sino el marco en el que está acción tiene lugar. Si un individuo está ante dos calles, podrá dirigirse por una o por otra; si le cortamos una de ellas, sólo podrá dirigirse por una. La praxeología nos indica: a) que el individuo puede elegir y actuar, b) que se dirigirá por la calle que ex ante crea más útil para sus fines, c) que si le cortan una calle, sólo podrá dirigirse por la otra.

Eso es así sea cual sea la calle por la que quiera entrar. ¿Vamos entendiendo?

Atemporalidad de las Leyes económicas

Dice Pijus a este respecto: Las leyes económicas de oferta y demanda son leyes básicas derivadas de las matemáticas, y por tanto, viven en mundos irreales atemporales. Sin embargo, otras leyes son absolutamente dependientes del contexto, como las derivadas del funcionamiento del mercado.

No, las leyes de la oferta y la demanda son atemporales porque son leyes derivadas de la acción que pueden reformularse en términos matemáticos. Ahí está tu flagrante error: la oferta y la demanda es objeto de la economía porque son derivaciones necesarias de la acción y, por tanto, atemporales.

Un incremento de la cantidad producida reduce el precio porque esa cantidad se dirige hacia fines menos valorados, esto es, fines submarginales. La ley de la oferta se deriva de la utilidad marginal decreciente: el individuo utiliza los medios en sus fines más valorados; un mayor número de medios significa perseguir fines menos valorados y, por tanto, los medios marginales tendrán una utilidad menor que los medios no marginales.

Un incremento de la utilidad marginal en un determinado producto (incremento de demanda) aumenta el precio porque los consumidores están dispuestos a desprenderse de una mayor cantidad de los restantes bienes para conseguirlo y, por tanto, sólo los consumidores que más ofrecen lo adquieren.

De hecho, ambas leyes están interrelacionadas. Cuando los consumidores ofrecen más del producto A para adquirir B, están incrementando la oferta de A con respecto a B, y como la ley de la oferta concluye, esto reducirá el precio e A en relación con B, lo que significa que el precio de B aumenta.

Todo esto no tiene nada de matemático: es una implicación necesaria de la acción.

Pijus confunde luego las leyes del mercado con las leyes de la acción: El mercado no ha existido siempre (…), sin mercado, ¿cómo van a tener sentido las leyes del mercado?

La ciencia económica no se limita es estudiar las implicaciones necesarias de la acción cuando existe cooperación pacífica (mercado). También analiza qué ocurre con la acción humana cuando no existe mercado (socialismo) o cuando sólo existe en parte (intervencionismo). Si te pasas por la Acción Humana de Mises verás que esas tres partes están claramente delimitadas en su tratado; cuando la acción es obstaculizada total o parcialmente (calle cortada) se derivan una serie de consecuencias necesarias que los praxeólogos también estudian en detalle. ¿Qué es sino el teorema de la imposibilidad del socialismo?

¡Cuan atrevida es la ignorancia!


Comentarios

 
"Las leyes económicas de oferta y demanda son leyes básicas derivadas de las matemáticas, y por tanto, viven en mundos irreales atemporales."

Que estupidez señor Pijus economicus. Las leyes del mercado [aunque no estuvieran descubiertas] existían antes incluso de la existencia del pensamiento matemático. Cuando en el Neolítico un cazador del intercambiaba con un recolector pieles por frutos, las leyes del mercado estaban actuando, indudablemente.

Un saludo,

Hoyu

http://capitalismoliberal.foro.st/
http://capitalismoliberal.blogia.com/
Enviado por el día 24 de Mayo de 2006 a las 22:51 (1)
Un saludo, Juan Ramon:

Al hilo del debate sobre manipulación de preferencias:

http://kantor-blog.blogspot.com/2006/05/el-negocio...

;-)
Enviado por el día 26 de Mayo de 2006 a las 00:57 (2)

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