27 de Diciembre de 2004

Algunas veces me entra la pájara colectivista y no me reconozco. Los españoles somos tontos, pero tontos hasta decir basta. El Instituto Nacional de Meteorología, las televisiones públicas y privadas, las radios y hasta los periódicos anunciaron la llegada de un frente repleto de un frío polar que congelaría a los pingüinos si vivieran en España. Si a alguien le ha sorprendido lo ocurrido, es que vive en Babia o sus sinapsis están más terminadas que el futuro de Moratinos en Israel. Si por cuestiones de familia, de fiesta o de trabajo decidimos que el domingo 26 debemos volver como él del anuncio del turrón, se supone que deberíamos ir convenientemente pertrechados: cadenas, móvil, café caliente, depósito lleno y esperar que en algún momento del camino algo no deseado pero posible nos pasase. Es una cuestión de prevención, ¿por qué?, porque tenemos unas autoridades que son más propias de una película de Berlanga que de la triste realidad, porque tenemos un gobierno que es todo imagen y nada más y porque debemos ser más listos que el resto.

Dicho esto me revuelvo contra las autoridades que tenemos que padecer. ¿Qué esperaban?, siempre que hay cualquier tontería meteorológica se ponen todas las Comunidades Autónomas en alerta. Corre un poco el viento, siete Comunidades Autónomas en alerta; llueven unas pocas gotas, otras trece; hace calor, treinta y dos provincias con el abanico en la mano. Al final como mucho se caen unos árboles sobre algún coche, varios sótanos se inundan o algún guiri se queda tan rojo como un langostino. Claro, anuncian una ventisca de nieve con fríos polares y lo mínimo que puede pasar es que veintiséis millones de españoles se pongan frente del volante. Si no van a hacer ningún caso, porque NUNCA ocurre nada.

Y luego los planes de las administraciones, sólo sirven para que no pase nada. Señores, España es un país preparado para que no pase nada. Las cosas sólo salen bien si la gente colabora y veintiséis millones de personas en la carretera no van a colaborar por mucho que se empeñen los agentes. Agentes que según cientos de testimonios no estaban por ninguna parte. Nadie veía a la Guardia Civil, ¿por qué?, porque los planes no funcionan, (se cierra el círculo) porque nadie sabe lo que tiene que hacer y porque todo llega a buen puerto cuando alguien tiene una idea maravillosa, ajena al plan, que soluciona la situación. Los agentes mandaban a la los conductores a un sitio u otro sin ningún criterio porque nadie les suministraba información. No había quitanieves, al menos donde se necesitaban y las quitanieves no podía llegar a donde se necesitaban porque había atascos y claro, tuvieron que echar mano de la Brunete, como en un golpe de estado cualquiera. Pero la Brunete, como no tenía un plan adecuado, no supo llegar a todas partes con los pertrechos necesarios. Y todo por una ventisca de las que hay trescientas todos los inviernos más allá de los Pirineos y en ningún momento se organiza un guirigay como este.

Y luego el Gobierno, como nada funcionaba se dijo que la vicepresidenta estaba al frente de todo; según he escuchado hoy, la que estaba al frente de todo era la ministra de Fomento. Estúpido ejercicio de imagen ante semejante horror con los medios de comunicación colaborando en la farsa. Lo que nos lleva a una conclusión lógica, muy lógica, este Gobierno sólo sabe estar al frente del caos.

Pero como siempre en esta vida la gente llega a casa, los copos se derriten y todo se olvida y a mí se me pasa la pájara. ¿Cómo van a ser los españoles tan tontos? No es elegante tratarlos como a un rebaño.