22 de Junio de 2006

Cuando estaba en la universidad me contaron el caso de un profesor, no sabría decir de que asignatura pues no era de mi especialidad, que aseguraba que lo más bello que podía ver en el campo era una carretera que lo cruzara. Para gustos están los colores. Personalmente, creo que lo más bello que se puede ver en el campo es el campo, pero claro esa es mi opinión y no voy a entrar en la casa de este señor a convencerle a base de golpes que la suya es una majadería, por mucho que lo piense. Tampoco entraré y le robaré parte de su nómina hasta convencerle.

Yo no, pero Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid sí puede hacerlo y a él lo que no le gusta es ver los neones por la noche. Debe ser que los puticlubs y los top less no están a la altura de sus ideales. A mí por el contrario sí me gustan. No me refiero a las casas de lenocinio, me refiero a los neones. Debe ser porque cuando portaba menos años a cuestas no me canse de ver cine negro del bueno, del americano no del francés (sí, ya sé, los puristas del séptimo arte deben estar apuntándome en su lista negra). Ese estaba lleno de neones además de cigarrillos, golpes que parecía golpes de verdad y tiros que apenas producían sangre. "Casablanca" no podría haber sido lo que es sin los neones del Rick''s Café aunque ahora no estoy seguro si tenía neones en el exterior, pero me da lo mismo, pongan la película que quieran.

A Ruiz Gallardón no el gusta el neón y les da un verano de vida. A partir de septiembre u octubre, 120.000 carteles y neones habrán desaparecido en el plazo de un año, incluidas las luces verdes de las farmacias y los establecimientos podrán tener rótulos iluminados con un haz de luz descendente, digo yo que para iluminar a las hormigas y permitir que el astrónomo de balcón, además de ver el culo a la vecina del edificio de enfrente pueda ver también el monte de venus, pero el del planeta Venus.

Explica Gallardón que la "sobresaturación de expresiones publicitarias" y la "excesiva heterogeneidad" del espacio dedicado al mensaje publicitario "son las principales causas que han motivado la redacción de un nuevo texto", cuyo objetivo será "proteger los valores y la sostenibilidad del paisaje urbano, con medidas técnicas y administrativas que den cobertura a las carencias detectadas con la aplicación de la actual normativa".

Supongo que en las próximas Navidades, el alcalde de Madrid para evitar una sobresaturación de expresiones navideñas y una inadecuada heterogeneidad pondrá cuatro luces y tres bolas y todas del mismo color, gris si es posible, ¿o se va a saltar su propia legislación? Verá, yo que pago mis impuestos me encantan las lucecitas, sí, son horteras y algunas al verlas dan ganas de salir corriendo, pero me toca las narices que venga el amigo de lo políticamente correcto y me diga que esto no está bien y que soy excesivo y estoy sobresaturado.

Esta medida es una soberana estupidez digna de un planificador socialista de lo más experimentado. La vida en la ciudad la hacen sus gentes con sus excesivas y heterogéneas iniciativas y la matan personajillos que como este se creen que porque han recibido los votos de la mayoría de los madrileños tienen un cheque en blanco para embarcarlos en aventuras sin sentido y muy caras. ¿Alguien ha pensado cuánto va a costar a los dueños de los locales los cambios de carteles?, ¿y si estos son subvencionados, cuánto costará a los contribuyentes la última gallardonada?