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5 de Septiembre de 2007

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Areopagítica
Bitácora de Alberto Illán Oviedo

Argelia y el gas natural, o lo que pasa cuando se dejan asuntos importantes en manos de un político

Hace ya mucho tiempo escribí una anotación explicando que era una locura dejar el abastecimiento energético de un país en manos de unas pocas fuentes de energías, sobre todo cuando estas dependían de las preferencias o de las decisiones arbitrarias de estados totalitarios. La lógica dice la energía debe venir de varias fuentes: carbón, petróleo, nuclear, renovables, entre otras; que debe ser accesible a los ciudadanos a través de diferentes empresas que tienden a minimizar riesgos, y que éstos deben elegir la que consideren más adecuada a su economía o incluso, a sus valores morales. Cuando esto ocurre, los problemas que pueden surgir de las decisiones de políticos con regímenes totalitarios se minimizan, ya que las empresas tendrán más margen de maniobra para sortearlos y seguir ofreciendo un servicio adecuado.

Lo que pasa en España es que existe una política energética en vez de un mercado energético. Las decisiones de los políticos no hacen más que generar incertidumbre en la sociedad, en los individuos, en las empresas que dependen en muchos casos de las leyes y las regulaciones que impiden su crecimiento. Decisiones que apuestan por determinadas fuentes que en algunos casos son aún muy ineficaces, como la solar, o favorecen ciertas prácticas de especulación ligadas a las subvenciones, como los biocombustibles. El caso del gas natural es incluso más sangrante, mientras se ha mantenido una buena relación con Argelia y su régimen, no ha habido problemas. Con la llegada de Zapatero y su geoestrategia basada en sus prejuicios más profundos, los problemas han surgido y han ido a chocar con Repsol y Gas Natural. Curiosamente, ambos fueron aliados en la OPA fallida contra Endesa y, en ambos casos, su principal accionista es La Caixa, que depende de la Generalitat catalana, dominada por el nacionalismo más rancio en el que se ha estado apoyando Zapatero para gobernar.

Y es que nunca se sabe lo que la intervención puede llegar a generar, incluso es posible que al final las patadas se las lleven tus colegas y aliados. Lo denominaría justicia poética si no fuera porque lo que dejen de ganar lo pagaremos los contribuyentes españoles en este mercado tan intervenido.


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