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30 de Julio de 2006

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La Hora de Todos
Bitácora de José Carlos Rodríguez

150 años de la derogación de las Corn Laws

Se han cumplido 150 años de un evento histórico excelso, que resultó en una victoria de la gente sobre los políticos que no tiene parangón. The Guardian lo recuerda echando mano de su archivo. Sólo remontándose siglo y medio al pasado podemos concebir que un contenido tan liberal sea descrito en ese periódico con tanto entusiasmo.

Me refiero a la derogación de las leyes de grano (Corn Laws), recogida por The Guardian el 27 de junio de 1846, algo por lo que el periódico -¡Ay!- había hecho campaña durante 25 años. La crónica, compuesta bajo tal grado de entusiasmo que llegó a las calles británicas con errores tipográficos, ha de leerse entera.

Con extensión hemos de anunciar la consumación de este decisivo triunfo de los principios del libre cambio, la llegada del cual ha sido anunciada por los eventos y por las discusiones de los últimos ocho años, en las que todo hombre con sagacidad política ha visto, en los dos últimos años, aproximarse con celeridad.

Desde la primera demostración de estruendosa agitación contra las leyes del grano (corn laws), que se remontan a las memorables reuniones de la Cámara de Comercio de Manchester en los días 13 y 20 de diciembre de 1938, ha sido bastante obvio que cuales quiera que fueran las fuerzas de los intereses de clase, y los sempiternos prejuicios con los que se erigieron las leyes, su destino estaba sellado: pues EL ARGUMENTO estaba decididamente en su contra. De forma tan decidida, de hecho, que sus más ardorosos abogados nunca se atrevieron a rozar los verdaderos fundamentos de la controversia, que se llevó a cabo respetándolos.

Probablemente, en ningún período de la historia mundial un cambio tan importante en sí mismo y tan repugnante a los sentimientos del gran cuerpo de quienes poseen poder político en el país, se haya efectuado en tan poco tiempo, por la mera fuerza de la razón y la persuasión.

Detengámonos, porque merece la pena. Este artículo, inimaginable en los tiempos que corren, nos dice varias cosas. Reconoce que los intereses de clase (en este caso los terratenientes, con un poder político enorme en la Gran Bretaña de entonces por su peso en el Parlamento), unidos a los sempiternos prejuicios (es decir, a la mentalidad antiliberal), crearon las leyes del trigo, que eran proteccionistas de los intereses de los productores nacionales de bienes agrícolas, porque imponían un alto arancel a ese bien. Su liberación permitía al mercado hacer llegar a los trabajadores ingleses más maíz con el que alimentarse, a precios mucho más bajos. Y entonces la alimentación suponía un porcentaje de su consumo mucho mayor que el actual, por lo que su importancia era extraordinaria.

Intereses económicos que se imponen por la fuerza, es decir, por la política, en contra de los intereses de la mayoría que pide a gritos (estruendosa agitación) la liberación del mercado, de la colaboración privada al margen de las fronteras. Los intelectuales siempre prestos a defender al poder frente al pueblo, los Luis Tosar y Willy Toledo del momento, no se atreven, como los progres de hoy, a rozar las bases de una discusión razonada y civilizada, porque el insoportable peso de la razón les abruma y les ahoga.

La diferencia es que entonces las necesidades de la sociedad se imponen por la mera fuerza de la razón y la persuasión, pese a ser repugnante(s) a los sentimientos del gran cuerpo de quienes poseen poder político en el país. Pero sigamos, porque hay más.

La agitación por la derogación de las leyes del grano jamás han estado marcadas por la violencia popular. En lugar de las excitadas reuniones que han marcado la agitación por la reforma parlamentaria, las que se mantenían a favor de la derogación de las leyes del maíz no han resultado obstructoras.

Trabajadores mucho más pobres que los de hoy, auténticos potentados a su lado, no recurren a la violencia en contra de la que sí ejercen por medio del Estado los terratenientes, que impiden el comercio con productores de otras naciones para sacar tajada a costa de los más pobres. Hoy, con su pensamiento como única pobreza, miles de jóvenes se manifiestan en contra del comercio internacional. Sin atreverse a dialogar porque su miseria intelectual, como la moral, se lo impide, recurren a la violencia, multiplicada y jaleada en los medios de comunicación. Algo ha cambiado. Sigamos.

Llega un tiempo en el que la confianza mercantil está dañada por el miedo a las perniciosas consecuencias de la excesiva especulación ferroviaria, y su consecuente desorden monetario.

La teoría austríaca del ciclo lo explicaría con claridad.

No es improbable, por tanto, que quienes esperan una importante y notable mejora en el comercio del país caigan en el desengaño; pero los benéficos resultados todavía se dejarán sentir, en la seguridad que otorgará a muchas iniciativas mercantiles y en la moderación del precio de la comida que se asegurará a la gente.

Doha (I, II, III, IV, V) en su opuesto.


Comentarios

 
Fue sin duda uno de los acontecimientos más importantes de la historia económica mundial, justo una vuelta al ideal del libre cambio cuando las cosas peor se estaban poniendo para el liberalismo económico. ojalá un hecho tan peculiar vuelva a ocurrir.
Enviado por el día 30 de Julio de 2006 a las 14:08 (1)
Complicado. Mira lo de Doha.
Enviado por el día 30 de Julio de 2006 a las 14:16 (2)
Por otro lado, el artículo del Guardian ¡es maravilloso! Me ha encantado leerlo y traducirlo.
Enviado por el día 30 de Julio de 2006 a las 14:24 (3)
Las novelas de Jane Austen hacen muchas referencias al inicio de la controversia, y apuntan algunos de los ominosos efectos sociales que tuvieron. Todas sus pobres heroínas sin herencia condenadas a mendigar a los hombres son víctimas de las Corn Laws. Como bien dice Camile Paglia, el libre mercado esta relacionado con la liberacion de la mujer.
No puedo poner acentos ahora, perdon. Y estoy en Madrid, no en Suecia.
Enviado por el día 30 de Julio de 2006 a las 19:10 (4)
A mí lo que de verdad me impresiona es la pertinacia de los políticos que, cual Esperanza Aguirre (reconocido por ella en FAES hace poco), sucumben a los lobbies (da igual el pelaje) y utilizando el poder que los ciudadanos votantes les han otorgado imponen unas leyes reguladoras que perjudican a esos mismos ciudadanos. Es un fraude y una agresión, un robo (otro) porque te quitan capacidad de compra para que unos pocos buscadores de renta ajena se sigan llenando los bolsillos.
Esperanza lo expresó así refiriéndose a las farmacias "Sucumbí a la presión". Lo de las grandes superficies tampoco estuvo mal: "Como los dueños habían pactado con el pequeño comercio decidí no crear problemas. Me lo dieron hecho". Qué suerte tener una presi tan resolutiva.
Me imagino a Ricardo (con sus equivocaciones, lo sé), partiéndose el coco para demostrar que las leyes también perjudicaban no sólo a los consumidores sino también a los productores ingleses... las polémicas, los mares, más que ríos, de tinta vertidos tratando de analizar los problemas que las leyes del cereal creaban.
No hemos cambiado mucho, no...
Enviado por el día 30 de Julio de 2006 a las 20:00 (5)
Viva la escuela de Manchester.
Enviado por el día 30 de Julio de 2006 a las 22:15 (6)
En fin, uno lo intenta. Me lo he leído todo y he buscado en el diccionario las palabras que no sabía.

En cuestiones económicas procuro andarme con pies de plomo, pero sigo creyendo que se está sacando de quicio esto. De aquí a un lustro el desempleo puede ser inquietante.

En Marruecos sólo dos millones de personas tienen empleo ofcialmente contabilizado y sin duda las demás también comen, pero viviendo en un estado de excepción.

mblanco, ¿conoce las opiniones de Otero Novas acerca del proteccionismo?

Enviado por el día 31 de Julio de 2006 a las 00:08 (7)
mblanco, como sabes Ricardo estaba a favor del libre comercio y según su modelo los terratenientes salían perdiendo. Y él era terrateniente.
Enviado por el día 31 de Julio de 2006 a las 00:57 (8)
Naixin, no conozco las opiniones de Otero Novas, le conozco de verle por ahí... :-) como a los Marcelinos, menor y Mayor, Oreja. De todas formas, conozco mucho mejor lo que dice Pedro Schwartz sobre el libre comercio, mejor que Otero.
Claro que sé que Ricardo estaba a favor del L.C. Efectivamente el éxito de su teoría consistía en que además de lo evidente (las leyes del cereal perjudicaban a los consumidores porque el trigo francés era mejor y más barato) tambi´çen salían perjudicados los productores por los rendimientos decrecientes de la tierra... se iban a quedar sin renta de la tierra! Me gusta Ricardo porque era un parlamentario, exitoso en los negocios y además con mente apta para abstracciones.
Mi maestro (CRB) siempre me advierte que los clásicos no son tan liberales como uno podría esperar, o como me gustaría (y a él, claro). Y es cierto, pero hay que ser justos y ponerles en su contexto.
Enviado por el día 31 de Julio de 2006 a las 11:30 (9)

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