24 de Noviembre de 2006

Muchos artículos han glosado a Milton Friedman, el economista que junto a Keynes ha marcado la economía del siglo XX. Pero no he visto ninguna cita de su libro Teoría de Precios, editado por Alianza Universidad con el número 30 de su incomparable colección. Y me extraña. Porque pocos libros han influido tanto, y para bien, en la formación de los economistas de mi generación. Quizás sólo, Renta, Precios y Balanza de Pagos de Luis Ýngel Rojo haya tenido mayor impacto. Son dos libros más pedagógicos que de investigación, más divulgativos que originales. Pero no quiero pensar que ha pasado desapercibido porque la enseñanza no le interesa a nadie.

Explicar el funcionamiento de los mercados ya no está de moda. Tiene más morbo contar sus fallos y justificar la intervención estatal. Tampoco se utiliza a Friedman sino a Stiglitz en la formación de los estudiantes. Lo que es bastante paradójico porque es tanto como enseñar por qué se caen los puentes antes que el procedimiento para construirlos adecuadamente. Ni siquiera la disciplina mantiene su nombre sino que ahora se llama Microeconomía.

Si volviéramos a la Teoría de Precios, en realidad una cuidada edición de apuntes de clase, descubriríamos cómo explicar con sencillez los conceptos fundamentales del pensamiento económico y despertar en los estudiantes la curiosidad por el método y el problema económico. Y nos evitaríamos muchas tonterías, o por lo menos que ciertas decisiones políticas aparecieran como fundadas técnicamente. La ministra ha anunciado que la ley del Libro liberalizará el precio de los textos escolares, pero no del resto. Ha defendido esta discriminación como una medida social y de fomento de la lectura, como un triunfo sobre la lógica del mercado. Pura palabrería para justificar una decisión política con beneficiarios concretos y que fracasará en su intento de aumentar los índices de lectura. Por mucho que el Estado gaste en bibliotecas los libros serán más caros y la cantidad demandada menor. Puro Friedman.