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19 de Noviembre de 2003

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Empieza la sublevación


Las declaraciones de Rodríguez Ibarra, presidente de Extremadura, en la Cadena Ser han sido especialmente duras. Ayer comentaba que Zapatero estaba tocado de muerte. Sin duda, esta sentencia contra el líder socialista no viene del triste resultado en las elecciones catalanas. La política irresponsable y callejera, a la larga, pasa factura. Cuando todo el aparato del partido lanza un órdago a la grande para succionar el néctar del poder, los políticos de ese partido asumirán el ejemplo de conductas difícilmente calificables.

Los resultados del 25-M supusieron un duro varapalo. De ungirse como representantes de TODA la sociedad española, el cambio político no se vislumbró por parte alguna. Tan sólo la Comunidad de Madrid, que compensaba en cierta manera la derrota balear, podía esgrimirse como señal del anunciado y mentado triunfo: la presidencia del gobierno estaba al caer.

Pero los nervios y las dudas no se disolvieron en el PSOE. Las malas artes estaban bien aprendidas. Tamayo se quedó sin la consejería de justicia y a los pocos días se levantó contra su partido. Sólo el puesto, el cargo, la responsabilidad, el poder era para él, como para su partido, lo importante. Tanto y con tan mala saña había luchado el PSOE para reestablecer su dominio sobre España, que trasladó la indecencia hasta sus filas. Tamayo abandonó el barco y la Comunidad madrileña, pórtico de la Moncloa, se perdió.

Cataluña debía ser para la militancia socialista el bálsamo que curara los desastres y la melancolía del 25 de Mayo y de la Comunidad de Madrid. Eran las últimas elecciones antes del test alcohólico zapateril en marzo. La victoria se estaba prodigando desde el 99; de hecho, Maragall ya ganó entonces, cuatro años después, el desgaste de CiU y la consolidación del carismático político debían mostrar al resto de España la evidencia victoriosa del socialismo español. Pero Maragall tampoco ganó.

El poder, becerro de oro por el que el PSOE sacrificó entre chapapote y chapas antiguerra, su dignidad y su buen hacer, está ahora más lejos que nunca. La sublevación interna ha empezado con Ibarra. E Ibarra no es Cristina Alberdi, no se lo podrá ni marginar, ni discriminar, ni anatematizar ni sancionar. Zapatero está con el agua hasta el cuello. Felipín vuelve a la carga, tejiendo y destejiendo, el hilo de la vida de Zapatero está a punto de cortarse.

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