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21 de Octubre de 2005

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

La teoría marxista de los salarios, por Ludwig von Mises


La mayor fuerza de la política de nuestro tiempo es Karl Marx. Los dirigentes de muchos millones de camaradas en los países comunistas, más allá del Telón de Acero, pretenden ejecutar las enseñanzas de Marx; se consideran los ejecutores del testamento de Marx. En los países nocomunistas hay más escepticismo en relación con los logros marxistas, pero aun ahora es alabado en todas las universidades como uno de los mayores intelectuales de la humanidad, el gigante que demolió inveterados prejuicios y errores y que reformó radicalmente la filosofía de las ciencias del hombre. Poca atención se ha prestado a los pocos disidentes que no forman parte del coro laudatorio a Marx. Se les ha boicoteado como reaccionarios.

El hecho más destacado sobre este prestigio sin precedentes de un autor ha sido que incluso sus más entusiastas admiradores no leen sus escritos y no están familiarizados con su contenido. Unos pocos pasajes y frases de sus libros, siempre los mismos, se citan una y otra vez en los discursos políticos y en los panfletos. Pero los voluminosos libros y las decenas de artículos y panfletos que Marx escribiera, no han sido, como puede comprobarse sencillamente, examinados concienzudamente por los políticos e intelectuales que se llaman a sí mismos marxianos. La mayoría de la gente compra o pide prestado de la librería los escritos de Marx y los comienza a leer. Pero, muertos de aburrimiento, suelen detenerse después de unas pocas páginas, si es que no lo han dejado en la primera.


Doctrinas de Marx

Si la gente se familiarizara con las ideas de Marx, nunca hablarían del socialismo, como tan a menudo hacen, "de acuerdo con los designios y preceptos de Marx". Marx nunca concibió el concepto de socialismo ni dijo nada acerca de la organización y operatividad de una comunidad socialista, a excepción de que sería un maravilloso reino de abundancia sin límites, donde todo el mundo obtendría cuanto necesita. La idea del socialismo -abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción y de la libertad de empresa, así como el control por parte del gobierno de todos los asuntos de la sociedad- fue elaborado plenamente por autores franceses y británicos antes de que Marx se embarcara en su tarea de autor y propagandista. No había nada que añadir y Marx no añadió nada. Ni siquiera intentó refutar todo aquellos que los economistas, ya en su época, habían argumentado en contra de la ingenuidad y absurdidad de lo esquemas socialistas. Tildó de vano utopismo perder el tiempo con los problemas de un sistema económico socialista. Tal y como él veía su propia contribución, consistía en el descubrimiento del hecho de que la implantación del socialismo era inevitable y que el socialismo -precisamente porque se impondría "como una inexorable ley de la naturaleza" y era el objetivo final hacia el que debía guiarse la historia de la humanidad- conseguiría la satisfacción de todas las ilusiones y deseos humanos, un estado de divertimento sin límites y felicidad.

Los escritos de Marx, y en primer lugar los tochos volúmenes de su más importante tratado, Das Kapital, no estudian el socialismo. En realidad, tienen que ver con la economía de mercado y el capitalismo. Describe el capitalismo como un sistema de inenarrables horrores y suma desesperación, donde la mayoría de la gente, los proletarios, son tiránicamente oprimidos y explotados por una clase de acomodados capitalistas. Todo en este nefasto sistema es desesperadamente malo, y ninguna reforma, ni siquiera bien intencionada, puede aliviar, mucho menos eliminar, el abominable sufrimiento de los proletarios. No puede decirse nada más en favor del capitalismo salvo que, precisamente, como condena por su monstruosidad y atrocidad, llegará un día en que los sufrimientos que engendra resulten tan intolerables que se desembocará en una gran revolución social que alumbrará el milenio socialista.

La "ley de hierro" de los salarios

El meollo de las enseñanzas económicas marxistas es su "ley" de los salarios. Esta ley, que se encuentra en la base de todas sus críticas al sistema capitalista, no es , por supuesto, obra marxista. Fue concebida por autores anteriores, que la conocieron desde hacía tiempo como la "ley de hierro de los salarios", y que ya había sido refutada largo y tendido antes de que los marxistas la usaran como fundamento de su doctrina. Marx prefierió ignorar todo lo que se había dicho sobre los vicios deductivos que contenía la mentada ley. Realizó algunos comentarios sarcásticos sobre la traducción alemana del término inglés "ley de hierro", tal y como había sugerido su principal rival en el liderazgo del Partido Socialista Alemán, Ferdinand Lassalle (1825-1864). Pero en realidad construyó todo su razonamiento económico, todo su vaticinio del destino futuro de los acontecimientos económicos, todo su programa político sobre la ilusoria base de este falaz teorema.

Esta denominada "ley de hierro" establece que los salarios son determinados por el coste de los medios de producción que se requieren para el mantenimiento de la fuerza laboral. El trabajador no puede obtener más de lo que fisiológicamente necesita para preservar su capacidad para trabajar y para permitirle criar el número de hijos que necesita para reemplazarla cuando muera. Si los salarios se incrementan por encima de este nivel, los trabajadores tendrán más prole y la competencia entre estos nuevos obreros reducirá de nuevo los salarios hasta el nivel que los teóricos consideran "natural". Si, por otro lado, los salarios caen por debajo de este nivel natural, los trabajadores no serán capaces de alimentar a los vástagos necesarios para reemplazarlos. Se producirá un desabastecimiento de trabajadores y la competencia entre los empresarios incrementará los salarios hasta su nivel natural.

Desde el punto de vista de la "ley de hierro" el destino de los trabajadores bajo el capitalismo resulta tenebroso. Nunca podrán mejorar su existencia por encima del nivel de subsistencia. Ninguna reforma, ninguna ley de salario mínimo, ninguna presión de los sindicatos puede ser efectiva en contra de la ley de hierro. Bajo el capitalismo, los proletarios están condenados a permanecer por siempre al borde de la inanición. Todas las ventajas derivadas de las mejoras tecnológicas en los métodos de producción van a parar exclusivamente a las arcas de los capitalistas. Esto es lo que significa la categoría marxista de explotación. Por justicia, dice Marx, todos los productos deberían beneficiar a aquellos que los han producido, a los obreros manuales. La mera existencia de los burgueses es parasitaria. Mientras los proletarios sufren, los burgueses explotan, lo festejan y se deleitan.

La producción capitalista

En estos momentos, uno sólo tiene que mirar alrededor para darse cuenta de que algo debe estar completamente equivocado en esta descripción acerca del funcionamiento de la economía capitalista. La mayor innovación que los métodos de producción precapitalistas provocaron en el sistema capitalista, fue el evento histórico denominado la Revolución Industrial, que fue precisamente la inauguración de un nuevo principio de marketing. Las industrias productoras de bienes de las épocas anteriores se preocupan casi exclusivamente de los deseos de la gente bien. Pero lo que caracteriza al capitalismo en cuanto a tal es la producción en masa para la satisfacción de las necesidades de toda la sociedad. La mayor parte de los productos obtenidos en las fábricas son consumidos, directa o indirectamente, por la misma gente que trabajaba en las fábricas. Los grandes negocios son grandes, precisamente, porque produce todos los bienes que se le piden y se los trae a las masas. Si entras en el hogar del hombre medio de un país capitalista, encontrarán productos manufacturados por las grandes empresas. Es un fantástico sin sentido afirmar que todo lo que los trabajadores obtienen es simplemente aquello que necesitan para sobrevivir y criar a sus hijos hasta que puedan sustituirlos en sus puestos de trabajo. Mientras que las empresas que producen para las masas se vuelven más grandes, aquellos que se concentran en bienes de lujo para unos pocos, nunca llegan más allá de medianas, o incluso pequeñas, empresas.

La principal deficiencia de la "ley de hierro de los salarios" era que negaba al trabajador su carácter humano y lo trataba como una criatura no-humana. Todas los seres vivos no-humanos tienen la urgente necesidad de proliferar hasta el límite de medios disponibles para su subsistencia. Sólo la cantidad de alimentos evita la multiplicación incontrolada de elefantes y roedores, de virus y gérmenes. Su número va en relación con los alimentos disponibles. Pero esta ley biológica no se aplica al hombre. El ser humano se dirige, así mismo, hacia otros fines más allá de las necesidades fisiológicas del cuerpo. La "ley de hierro" asume que el trabajador, el hombre común, no es mejor que un conejo, que no tiene otras satisfacciones que alimentarse y procrear y que no sabe emplear sus ingresos de otra forma distinta a esas necesidades animales. Es obvio que esta es una de las hipótesis más absurdas jamás hechas. Lo que caracteriza al hombre como hombre y lo eleva por encima de los animales es que también se dirige hacia otros fines humanos que podríamos calificar como "fines más elevados". El hombre no es como otros seres vivientes, que únicamente actúan movidos por los apetitos de sus estómagos y de sus glándulas sexuales. El trabajador es también un hombre, una persona moral e intelectual. Si gana más dinero del mínimo necesario para sobrevivir, lo gasta en la satisfacción de otras necesidades humanas; intenta conseguir que su vida y la de sus descendientes sea más civilizada.

En la época en que Marx y Engels asumieron la espuria "ley de hierro" y afirmaron en el Manifiesto Comunista (1848) que el salario medio es "la cuantía de los medios de alimentación (Lebensmittel) que son absolutamente necesarios (notwendig) para mantener al obrero vivo como trabajador", economistas inteligentes ya habían expuesto las falacias de ese silogismo. Pero Marx no hizo caso de estas críticas. Toda su doctrina económica pergeñada en su principal tratado, Das Kapital, se basa en la "ley de hierro". La falsedad de esta presunta ley, la falsedad que no ha sido cuestionado por nadie durante cien años, destruye la base de todo su razonamiento económico. Y destroza completamente la principal demagogia del sistema marxista, la doctrina que asegura que los receptores de sueldos y salarios son explotados por los empresarios.

La inexorabilidad del socialismo

Al elaborar su sistema de filosofía y economía, Marx estaba tan cegado por su acalorado odio a la civilización Occidental que no se dio cuenta de las enormes contradicciones de su propio razonamiento. Uno de los dogmas esenciales del mensaje marxista, quizá su corazón y sustancia, es la doctrina de la inexorable llegada del socialismo. En Das Kapital (1867), Marx proclama que el capitalismo "engendra, como una inexorable ley natural, su propia negación", esto es, da paso al socialismo. Es esta profecía la que explica el obstinado fanatismo de numerosas facciones comunistas y socialistas de nuestra época. Marx intentó demostrar este dogma cardinal de su credo por su famoso pronóstico de que el capitalismo genera necesariamente un inevitable y progresivo empobrecimiento de las masas de trabajadores. Cuanto más se desarrolla el capitalismo, dice, más "crece la miseria de las masas, la opresión, la esclavitud, la degradación y la explotación". Con "el progreso de la industria" el trabajador "se hunde más y más hondo", hasta que al final, cuando sus sufrimientos sean insoportables, las masa explotadas se levantarán y establecerán el eterno éxtasis del socialismo.

Es evidente que esta profecía de Marx ha sido tan refutada por los hechos de la evolución social como el resto de pronósticos marxistas. Desde que Marx escribió las frases citadas en 1848 y 1867, el nivel de vida de los trabajadores ha mejorado en todos los países capitalistas de una manera en que nadie hubiera soñado.

Pero aun hay más que decir acerca de esta argumentación marxista. Contradice toda la teoría marxista de la determinación de los salarios. Como ya se ha señalado, esta teoría afirma que "los salarios bajo el capitalismo son siempre tan necesariamente bajo que por razones fisiológicas no pueden caer más sin eliminar a toda la clase de trabajadores". ¿Cómo puede ser entonces posible que el capitalismo provoque el progresivo empobrecimiento de los trabajadores? Marx, con su predicción de esta progresiva pauperización de los trabajadores, contradijo no sólo la experiencia histórica. Contradijo también las enseñanzas esenciales de su propia teoría basada en la "ley de hierro de los salarios", esto es, que los salarios capitalistas son tan bajos que ulteriores reducciones acabarían con la vida de los trabajadores.

El sistema económico marxiano, tan alabado por las huestes de intelectuales pudientes, es un batiburrillo de aseveraciones arbitrarias que entran en conflicto unas con otras.

Comentarios

 
Y que este tío que no acertó nada siga siendo considerado un filósofo con conciencia social, es lamentable la forma en que los socialistas dominan los mecanismos de transmisión de valores(educación, medios de comunicación,etc).
Enviado por el día 21 de Octubre de 2005 a las 23:33 (1)
No es que no acertara, es que sentó las bases de esa profecía en falsificaciones de datos. Realmente es menos asombrosa la mecánica cuántica y sus "fantasmagorías" que lo que pasa con semejante garrulo gurú de Marx.
Enviado por el día 21 de Octubre de 2005 a las 23:49 (2)
Genial!!!
Enviado por el día 21 de Octubre de 2005 a las 23:59 (3)
Yo recurdo una frase en una revista de los 50s
"Si Marx supiera que el mayor problema de los proletarios norteamericanos es donde estacionar su coche"

Creo que esa frase lo define todo.
No no cabe duda lo que en este mundo esta mal repartido es el capitalismo.
Enviado por el día 22 de Octubre de 2005 a las 03:59 (4)
No te falta razón querido altar.
Enviado por el día 22 de Octubre de 2005 a las 14:05 (5)
Realmente, marxistas cada vez hay menos. Lo que hay (y de sobra) son progres pero progres progres. Progres que tienen siempre en la boca lo políticamente correcto y sus prejuicios y complejos de siempre. En ellos, lo que más queda de Marx es su odio al capitalismo y a la libertad. Y digo esto porque muchos de ellos ni han leído a Marx, aunque de vez en cuando lo citen.
Un ejemplo de esos progres es nuestro Presidente rojo y feminista. En nuestro gobierno y en especial en el Ministerio de Asuntos Exteriores hay muchos.
En el plano económico lo que hay son muchos keynesianos. Entre la clase política hay más aún que neokeynesianos. Y los hay (y muchos) en la Unión Europea. Recuerdo cuando el Parlamento Europeo criticó con dureza al Banco Central por no bajar los tipos. En fín, que hay mucho progre.
Enviado por el día 22 de Octubre de 2005 a las 14:29 (6)
Poldec te mandé un correo.
Enviado por el día 22 de Octubre de 2005 a las 14:45 (7)
Séneca, ya te he respondido. No lo he hecho antes porque no estoy muy acostumbrado a ese correo. Saludos y ya me contarás.
Enviado por el día 22 de Octubre de 2005 a las 16:07 (8)
Poldec, no lo he recibido.Mandamelo otra vez, por favor.
Enviado por el día 22 de Octubre de 2005 a las 16:11 (9)
-Yo recurdo una frase en una revista de los 50s
"Si Marx supiera que el mayor problema de los proletarios norteamericanos es donde estacionar su coche"

Creo que esa frase lo define todo.
No no cabe duda lo que en este mundo esta mal repartido es el capitalismo.-



bueno en los cincuenta E.U.A tenía la mitad del producto interno bruto del planeta, hoy los E.U.A. tienen un miedo no reconocido a China Popular, claro el Estado Americano, no sus Corporaciones porque los accionistas son lo mismos que en China


"amigo mexicano" el Consenso neoLiberal se terminó a finales deeste siglo, y uno de los países donde se sintió más fue en E.U.A.,ej: la Batalla de Seattle
Enviado por el día 25 de Octubre de 2005 a las 03:45 (10)

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