30 de Diciembre de 2010
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¿Son útiles las devaluaciones? ¿Se puede reducir el gasto público en España?
En dos de mis últimos artículos trato de desmontar dos de los mitos sobre la situación económica actual más recurrentes. El primero es que España está en crisis por la camisa de fuerza que supone el euro, esto es, por no poder devaluar. Frente a la tragedia española (o letona, lituana, estonia...) se nos ofrece el milagroso caso de Polonia, que ha devaluado y ha experimentado un crecimiento económico muy notable desde 2007.
¿Se han comportado mejor los países europeos que han devaluado durante los últimos años que los países que no lo han hecho? En este artículo del Instituto el Cato analizo la cuestión. La realidad es que Polonia es el único país que ha devaluado y ha experimentado un crecimiento apreciable. En el resto de países europeos o bien se ha devaluado y se ha decrecido; o bien no se ha devaluado y se ha crecido; o bien no se ha devaluado y se ha decrecido. Es decir, nos encontramos escenarios para todos los gustos que deberían llevarnos a concluir, al menos desde un punto de vista simplemente empírico, que no hay relación entre devaluación y crecimiento. Otra cosa es en el ámbito teórico, donde Hayek desmontó preventivamente a Friedman hace más de 70 años.
Por otro lado, también escuchamos recurrentemente que el problema del déficit público en España es que los ingresos se han derrumbado, no tanto que durante la crisis se haya aumentado disparatadamente el gasto. A raíz del último informe del Instituto Juan de Mariana sobre fiscalidad comparada, en este artículo de Libertad Digital contrasto la trayectoria del gasto público en España frente a la del gasto público en Alemania, para llegar a la conclusión de que puede que en 2008 y 2009 el gasto no aumentara una barbaridad, pero entre 2002 y 2007, al socaire de la burbuja inmobiliaria, sí lo hizo (a diferencia de lo que sucedió en Alemania, donde poco más o menos se mantuvo constante). En otras palabras, nuestro déficit es consecuencia de que tenemos un Estado adaptado para los niveles de ingresos fiscales que nos proporcionaba la burbuja inmobiliaria: recorten el despilfarro, pues, como han hecho familias y empresas. No es tan difícil, sólo han de regresar a 2002.
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