6 de Julio de 2006

Dicen que la mentira es un arma revolucionaria, también lo es ecologista. A finales de marzo, diversos grupos ecologistas pregonaron a gritos que los restos de heces aparecidas en las inmediaciones de la M-501, la famosa Carretera de los Pantanos que la Comunidad de Madrid está desdoblando para disminuir los accidentes a petición de vecinos y ayuntamientos, eran de lince ibérico.

Ya era sospechoso, de sesgo que no de intención porque no tengo ninguna prueba, que su descubridor, Emilio Virgós, biólogo de la Escuela Superior de Ciencias Experimentales de la Universidad Rey Juan Carlos, se hubiera declarado contrario a tales obras en un artículo aparecido a mediados de enero en las páginas madrileñas de El Mundo. La vehemencia con la que los grupos ecologistas arremetieron contra la decisión de la presidenta madrileña Esperanza Aguirre sólo fue comparable a la de la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, que además de pedir la total paralización de las obras, exigió planes de recuperación de un animal que no se detectaba en la región desde hacía muchos años, eso sí, con el dinero de todos los contribuyentes que para estas cosas no tenemos voz ni voto.

Las dudas de Esperanza Aguirre sobre la procedencia de los restos no hicieron más que acrecentar el odio de estos grupos ambientalistas contra la política del PP que era capaz, en el colmo de la soberbia, de anteponer la seguridad de los automovilistas y vecinos a la de la virtual existencia del félido. Pues bien, en un segundo análisis este realizado por el Laboratorio de Ecología Molecular de la Estación Biológica de Doñana, dependiente del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), se ha determinado que el excremento pertenece a un simple gato común, es decir que donde ante se dijo Lynx pardina, ahora se dice Felis catus. Paradójicamente, el análisis anterior realizado por el laboratorio del Museo de Ciencias Naturales de Madrid determinó que los restos sí eran de lince. De todas formas y dada la polémica, se ha remitido parte de los restos a otro laboratorio para que se vuelvan a analizar y que haya desempate.

Todo esto conlleva una serie de cuestiones que sería bueno que alguien desentrañara. En primer lugar, cuántos científicos y expertos, supongo que de origen estatal, son necesarios para saber si la caquita de marras es de lince o de gato. Espero que menos de los necesarios para enroscar una bombilla y si es posible que tarden menos de tres meses, que las obras llevan ya unas cuantas semanas de retraso. Lo segundo es si la Ministra y los ecologistas van a pedir algún tipo de disculpa por las lindezas que dedicaron a los responsables de las obras, más que otra cosa por educación. En tercer lugar, si es posible que estos grupos ambientalistas y sus acólitos y simpatizantes dejen de usar la mentira y la manipulación como habitual herramienta para conseguir sus fines. Este "todo vale" que impera en la moral oficial y políticamente correcta, empieza a ser un poco agobiante. Da la sensación que la fuerza de la prueba recae en los acusados por estos dedos verdes que tan rápido se levantan, y no en los acusadores que se llevan la simpatía de una sociedad cada vez más adoctrinada.