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13 de Enero de 2005

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La Hora de Todos
Bitácora de José Carlos Rodríguez

Catástrofes y ayudas públicas y privadas

David Iwasaki me ha hecho caso y ha aceptado mi recomendación del último artículo de Gabriel Calzada, llamado Las catástrofes y la necesidad del estado. David, como no podría ser de otro modo, coincide con Gabriel en la valoración positiva de las donaciones privadas. Pero no se ha dejado convencer en la valoración que hace este último de la actuación pública. Dice el blogger: la tentación de teorizar mundos ideales en los que el aparato estatal sólo estorba y busca robar dinero a los ciudadanos lleva a que, justamente cuando es útil, se desprecie su actuación, sugiriendo que es este precisamente el caso. En concreto David Iwasaki alega lo siguiente:
Las donaciones privadas son necesarias y buenas en tanto ejercicio libre de la solidaridad. Pero hay ocasiones en que el resultado no es suficiente. Una emergencia suficientemente publicitada obtiene, por fortuna, una respuesta a la altura. Miles de necesidades urgentes que nacen, sin ir más lejos, el mismo día que un maremoto arrasa varios países, no tienen respuesta alguna. No hay una atención equilibrada a las situaciones que precisan de ayuda en todo el mundo si todo se fía a la solidaridad puntual: los fondos estatales que se destinan a emergencias desempeñan un papel irreemplazable. Por otro lado, las tareas y actividades necesarias en caso de catástrofe son de muy diversa índole. Hemos visto cómo en Asia algunas tareas logísticas son realizadas por ejércitos extranjeros desplazados al lugar. Sin un aparato estatal que organice y coordine gran parte de la capacidad financiera que se ha puesto a disposición de las zonas afectadas, muchos esfuerzos pueden perderse. Hay actividades que ejecutan a la perfección organizaciones humanitarias privadas. Otras, en cambio, no. Y a ello se añade el valioso respaldo público que tendrá cualquier operación de emergencia y reconstrucción de estas características. El dinero público también es eficaz.

En resumen:
1) La ayuda privada es necesaria y conveniente, pero no basta.

2) La ayuda privada es puntual. Pero necesitamos dar continuidad a las ayudas y para esto necesitamos al Estado. (Esta es una idea sugerida pero que no dice el propio David. Si le he malinterpretado lo siento, pero él sabe que no es mi intención). Aquí subyace la idea de que hay una oposición entre la caridad y la solidaridad. La caridad es voluntaria y la solidaridad va vía impuestos. Visto desde el otro lado, la caridad es insegura y la solidaridad, no.

3) La ayuda no llega automáticamente a sus perceptores. Hace falta que se gestione y es ahí donde es muy necesario el Estado. Habla en particular, para el caso del tsumami, de ejércitos extranjeros desplazados al lugar. El enlace, y con él la maldad, son enteramente míos.

4) El dinero público también es eficaz.

El primer argumento es un poco resbaladizo. Decir que una determinada cantidad de dinero no es suficiente para cumplir un fin, especialmente si es tan general como la ayuda a ciertas poblaciones, es por un lado una tautología y por otro es un absurdo. Es una tautología porque no se puede acabar con la escasez, por lo que por más que alleguemos medios (ayuda), siempre quedarán necesidades por cumplir. Por lo que alegar a estas necesidades insatisfechas puede caer en el absurdo, ya que es una apelación que no tiene fin. Decir que la ayuda privada (o la pública) no basta es una afirmación tautológica o, visto desde otro lado, vacía de contenido.

El segundo es un error. Los ejemplos en la continuidad de la ayuda privada son lo suficientemente abrumadores como para que citar alguno resulte distorsionador de la magnitud del conjunto.

El tercero también lo es, y de hecho David deja claro que hay una gestión privada de los recursos de ayuda. Pero de nuevo considera que esta gestión es insuficiente o que necesita el concurso de las instituciones públicas para funcionar adecuadamente. La iniciativa privada ha logrado crear mercados financieros de gran complejidad y eficacia desde el siglo XIII, mientras que la capacidad de despilfarro y corrupción ligada a la gestión pública es pública y notoria. Vayamos al escandalazo del programa Petróleo por Alimentos de la santa ONU.

Por último, en una situación puntual, como es esta, la concesión de ayudas públicas, si no se prolongan en el tiempo, puede evitar efectos que de otro modo aparecerían. Son los efectos perniciosos de las ayudas públicas institucionalizadas y que quizá en otro momento quepa analizar. Pero como las ayudas privadas son siempre generosas, llegan verdaderamente a quienes las necesitan y lo hacen eficaz y económicamente, es mejor confiar en ellas. Si se entromete el Estado se puede crear la sensación en muchos ciudadanos que su participación no es necesaria, por lo que hay una cierta substitución de la sociedad por éste.

Por otro lado David no recoge el guante (el guantazo, vaya) de que la multiplicación de las ayudas privadas supone una demostración por la vía del hecho la teoría de los bienes públicos. Tampoco lo necesitaba para su posición, todo hay que decirlo.

Off Topic. Para el que se le haya pasado, David ha creado El Blog de El Quijote, en el que hace un seguimiento capítulo a capítulo de la obra. Yo la he leído dos veces, pero la última fue a los 19 años. Dicen que la edad buena para leerlo son los 33, lo que quiere decir que tengo aún mueve meses para hacer caso al dicho.

Comentarios

 
Aparte del problema del cálculo económico socialista, cuanta más ayuda den los gobiernos menos concederán los individuos. No ya sólo por el efecto disuasor de que "alguien se está ocupando", sino por una simple razón de utilidades.

Se puede objetar que la subida fiscal no se traducirá tan rápido como para afectar la utilidad de los ciudadanos; en todo caso, si bien puede no reducirse la caridad privada en esta tragedia, a buen seguro lo hará en las venideras. Y no sé qué tiene esto ni de solidario ni de progresista.
Enviado por el día 13 de Enero de 2005 a las 13:55 (1)
Aquí nos enfrentamos a un equilibrio entre lo público y lo privado en la asignación de fondos para emergencia. Y ambos extremos sirven para demostrar que la eficacia del mecanismo de recaudación es independiente de la gestión posterior. Sea una ONG o una agencia pública de cooperación la que gestione, el problema es que llegue ayuda. Si los estados se ocuparan suficientemente de las necesidades que salen a la luz en una catástrofe, no habría donaciones privadas (se desincentivarían). Y viceversa. La solidaridad a iniciativa de los propios ciudadanos tendría que ser mucho mayor para que el dinero público perdiera sentido y las organizaciones humanitarias privadas pudieran funcionar por su cuenta y con la capacidad que se les demanda.

El equilibrio actual es el que es, y tanto por el lado público como por el privado muestra carencias por la cuantía de las ayudas para todas las catástrofes que se producen (y no se trata de que las necesidades sean infinitas y no baste la ayuda efectivamente aportada, sino de que los niveles cubiertos son claramente insatisfactorios -y eso ni es tautología ni está vacío de contenido).

La alusión de Calzada al argumento del usuario gratuito y su supuesta refutación no merece mucho comentario. De la efectividad de las donaciones privadas tendríamos que concluir que el Estado no tiene ningún papel en la ayuda a Asia, pero la realidad muestra que actualmente es insustituible el volumen financiero aportado por los gobiernos. A esto se añade que la iniciativa privada que rompería aquello del usuario gratuito aparece aquí pero no en otros casos de necesidades humanitarias, por lo que la teoría de los bienes públicos queda intacta.

Creo que las razones de Calzada, o los argumentos que has puesto sobre la mesa, José Carlos, vendrían a atacar una gestión deficiente de la solidaridad por parte del Estado. Pero no logran negar que el papel que cumple está más que justificado y que su actuación es en las actuales circunstancias imprescindible.
Enviado por el día 13 de Enero de 2005 a las 16:54 (2)
el papel que cumple El papel que pretende cumplir.
Enviado por el día 13 de Enero de 2005 a las 17:22 (3)

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