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Libertades personales

¿Qué piensan los liberales de las leyes contra el juego, la pornografía, las drogas y otros "delitos" sin víctimas?

Los liberales están en contra de las regulaciones que prohíben o limitan las actividades que sólo afectan a quienes las ejecutan y que no violan los derechos de terceros. Se trata de acciones que el Estado tipifica como "delitos" no porque haya una víctima identificable sino porque no se ajustan a los estándares morales arbitrariamente definidos por el gobierno. Las disposiciones contra la producción, la venta, la posesión o el uso de material pornográfico, drogas, alcohol... la leyes que regulan el juego, la prostitución, las relaciones sexuales consentidas entre adultos... son intentos de imponer por la fuerza unos valores morales determinados a la sociedad.

Los liberales consideran que los individuos son dueños de sí mismos y que tienen derecho a actuar libremente, de acuerdo con sus particulares principios morales, con la única limitación de no violar idéntico derecho en los demás. En tanto que los "delitos" sin víctima por definición no violan los derechos individuales de nadie, suponen una interferencia ilegítima por parte del Estado en la vida de las personas, a quienes corresponde juzgar si una acción concreta es moralmente digna o indigna.

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¿Qué piensan los liberales de las drogas?

El liberalismo se asienta en el reconocimiento de que cada cual es dueño de si mismo. Por lo tanto, cualquiera tiene la libertad de acceder a las drogas como oferente o consumidor. Nadie, en cambio, tiene derecho a forzar a otros a ofrecer o recibir tales sustancias. Negar a alguien esos derechos de ofrecer, recibir o abstenerse es violar su libertad. Ahora bien, con esos derechos va ligada la responsabilidad. Si tras consumir drogas uno requiere tratamiento, deberá procurárselo él mismo, no obligar a la sociedad a que le saque las castañas del fuego cuando él fue libre de abstenerse en primer lugar.

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Si las drogas se legalizaran, ¿no aumentaría con ello el número de adictos?

No necesariamente. Un buen ejemplo lo tenemos en la Prohibición del alcohol y otras sustancias en los Estados Unidos en los años veinte del siglo pasado.

Cuando finalmente se abolió esta prohibición el consumo de alcohol no se disparó. Lo que sucedió fue que el crimen organizado que se había formado entorno al mercado negro se vino abajo. Cuando en Holanda se legalizaron las drogas blandas, el consumo de drogas duras cayó. De todos modos tenemos que entender que en la medida en que cada cual es responsable de sus actos, si consideramos que debe ser el Estado quien se ocupe de prevenir a los individuos de que sean responsables de sus vidas, serán aún más irresponsables. La legislación anti-drogas ha creado más irresponsables mientras que, por ejemplo, el consumo libre de alcohol en España ha permitido ir creando un control individual mayor ya que en ausencia de control estatal, es la sociedad la que excluye y discrimina a quienes abusan de ciertas conductas que se consideran mal vistas. Este control es mucho más efectivo que la mera prohibición.

¿Qué piensan los liberales del control de armas?

La naturaleza del arma es doble: ofensiva y defensiva. La simple amenaza del uso de un arma reveló su idoneidad como instrumento para la defensa. Y si los bienes tienen varios usos, no es la tenencia de los mismos éticamente condenable, sino el uso que hagamos de ellos. Las armas son peligrosas, pero prohibir su posesión sería como prohibir el alcohol porque su consumo produce muertes en la carretera.

Resulta absurdo defender el derecho a la vida y, al mismo tiempo, negar el derecho a procurarse los medios con los que mantenerla. Los hombres tiene derecho a defender su vida y su propiedad con los medios que considere oportunos, y afrontar las consecuencias de defender ese derecho. No es casual que las mayores tiranías del siglo XX hayan tomado el desarme de sus ciudadanos como una medida crucial, pues así pudieron pisotearles sin riesgos.

Los detractores de la libertad de armas suelen emplear dos argumentos. El irracional es acusar a sus defensores de nazis y fascistas, cuando fueron éstos los pioneros en la legislación de control de armas que el resto de Europa ha terminado copiando. El racional es que aumenta el crimen. Pero para apoyar esa tesis siempre recurren ejemplos donde es o parece verdad (Estados Unidos) mientras ocultan aquellos donde ciertamente es falsa (Suiza).

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¿Y qué postura toman ustedes con respecto a la prostitución?

El liberalismo se asienta en el reconocimiento de que cada cual es propietario de si mismo. Por lo tanto, cualquiera tiene la libertad de acceder a la prostitución como oferente o cliente. Nadie, en cambio, tiene derecho a forzar a otros a ofrecer o recibir tales servicios. Negar a alguien esos derechos de ofrecer, recibir o abstenerse es violar su libertad.

¿Se debe prohibir el tabaco en centros públicos o empresas?

Nadie, salvo el propietario, tiene capacidad para determinar qué puede y qué no puede hacerse en su propiedad. El Estado no tiene capacidad para prohibir fumar, lo que no significa, en ningún caso, que el fumador puede coaccionar al propietario para que le permita fumar. Este principio tiene su contrapartida. Si el propietario establece que se puede fumar en su propiedad, el no fumador tampoco tiene capacidad para exigirle su prohibición; debe ser el visitante quien acepte las normas del propietario, y nunca al revés.

El problema de fumar en una “propiedad pública” presenta una disyuntiva irresoluble si pretendemos mantener esa fantasiosa “propiedad pública”. Los adalides del estatismo nunca alcanzaron a entender que si propiedad implica subordinación a los deseos del propietario, una propiedad universal necesariamente presenta conflictos de intereses, que llevarán a que se imponga la visión de una de las múltiples partes en discordia. De esta manera, si un parque público en Madrid es propiedad de todos los españoles, ¿cómo decidir si es lícito fumar o no? Se adopte la decisión que se adopte una parte de los españoles verá pisoteados sus derechos sobre lo que, en teoría, es su propiedad. Ante esta evidencia, la única solución es privatizar y que el propietario decida.

¿Qué piensan los liberales del derecho al aborto?

No hay consenso en esta cuestión. Algunos liberales consideran que el no-nacido, en tanto que ser humano con una naturaleza racional, es una persona con el derecho a la vida y los padres le deben asistencia por ser los responsables de su estado dependiente y vulnerable. Otros liberales consideran que la persona surge en algún instante después del día de la concepción (cuando el embrión se implanta en el útero, cuando aparece la corteza cerebral y el sistema nervioso primigenios, cuando sobreviene el nacimiento...), y que hasta entonces la madre puede abortar, pues no existe ningún individuo con derechos. Aun en el caso de que el nonato sí fuera una persona, hay liberales que rechazan la noción de la “responsabilidad parental” y sostienen que la madre puede abortar por evicción, terminando la vida del no-nacido de forma pasiva (expulsándolo del útero) en lugar de hacerlo de forma activa (desmembrándolo, envenenándolo...), que es la más habitual.

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¿El liberalismo toma partido por alguna conducta moral concreta?

El liberalismo ordena derechos, no valores morales. Prescribe que los individuos y sus propiedades no deben ser objeto de agresión. Nada nos dice, sin embargo, sobre el vicio y la virtud. Es éste un asunto absolutamente subjetivo, que compete a cada persona en particular. Las gentes tienen ideas diversas acerca de lo que es moralmente correcto y el liberalismo se mantiene neutral entre ellas, no favorece ninguna visión concreta. A los liberales, qua liberales, nos incumbe la vigencia de los derechos individuales, no el que los hombres sean humildes u orgullosos, castos o promiscuos, altruistas o egoístas, trabajadores u holgazanes, homosexuales o heterosexuales, religiosos, agnósticos o ateos. Cada cuál es libre de acogerse a los patrones morales que quiera y de promoverlos pacíficamente en la medida que estime oportuno. Luego la moral no es materia legislable; es de todo punto ilegítimo que los burócratas impongan a la sociedad su particular concepción de la vida recta. ¿Significa eso que los liberales somos amorales, que despreciamos la moral? Todo lo contrario, somos sus principales valedores, pues entendemos que la moral sólo puede cultivarse en libertad. Pensar que la virtud se impone por decreto es aberrante. La moral se vacía de significado si no hay libertad de elección, entre otras cosas porque hacer el bien por obligación no supone mérito alguno.

¿Qué opinan los liberales de las leyes anti-discriminatorias?

El individuo tiene derecho a discriminar en lo que atañe a su persona y sus propiedades, tiene derecho a determinar con quién desea relacionarse o mantener tratos comerciales, independientemente de los motivos que subyazcan tras esta elección. Es un asunto moral que compete a la persona, no a la ley. Los empresarios tienen derecho a fijar sus particulares criterios de contratación y de admisión lo mismo que es el inquilino y no el Estado el que decide quién entra en su casa. Coaccionar a las personas para que se ajusten a los criterios "no-discriminatorios" de los burócratas puede tener además efectos perversos indeseados, por cuanto esta integración forzosa quizás motive o refuerce los sentimientos de rechazo hacia los colectivos favorecidos por el Estado.

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Pero si se deja absoluta libertad a los empresarios, ¿no se perpetuará la discriminación salarial que afecta a las mujeres?

Si las mujeres recibieran sueldos más bajos que los hombres y fueran igual de productivas, los empresarios ávidos de beneficios contratarían mujeres en lugar de hombres (obteniendo igual productividad a un coste menor), hasta que la demanda de mujeres elevara sus salarios y se igualaran a los de los hombres. Por tanto, el que persistan diferencias salariales entre hombres y mujeres en el mercado sugiere que las mujeres (consideradas en su conjunto, generalizando pues) no están siendo discriminadas sino retribuidas de acuerdo con su menor productividad en el trabajo (menos años de experiencia laboral por maternidad y cuidado de los niños, preferencia por horarios flexibles o tareas menos riesgosas con salarios más bajos, entre otras causas, podrían explicar esa disparidad). En el mercado libre los salarios tienden a equipararse a la productividad marginal. Por ello la liberalización es el mejor antídoto contra la discriminación laboral de las mujeres (y de cualquier otro colectivo), pues aquellas que reciban un salario inferior a su productividad por motivos sexistas probablemente serán contratadas por empresarios que tengan más afán de lucro que ansias discriminatorias.

¿Están los liberales a favor del matrimonio homosexual?

Los liberales estamos en contra de la imposición de valores morales por parte del Estado. Los individuos son libres de mantener relaciones heterosexuales, homosexuales, poligámicas... de acuerdo con sus preferencias y criterios particulares. Pero en lo que se refiere a la sanción pública de las uniones homosexuales (así como de otro tipo de uniones no tradicionales) existe cierta discrepancia en el campo liberal.

Algunos opinan que el Estado debe desvincularse totalmente de la institución matrimonial, pues su implicación supone una intromisión ilegítima en la esfera privada de las personas, y en consecuencia se oponen a la regulación del matrimonio homosexual y abogan en cambio por la desregulación del matrimonio heterosexual. Otros opinan que el Estado debe regular el matrimonio gay, al menos como paso transitorio, previo a la desregulación total, porque en tanto los matrimonios heterosexuales gocen de ciertos favores estatales es impropio mantener al margen de éstos a las parejas homosexuales. Por último, hay quien considera que el matrimonio tradicional es una institución social básica, modelada por distintas generaciones durante siglos, que no puede ser alterada caprichosamente. Si es preciso introducir algún cambio en la regulación debe hacerse con extrema cautela y atendiendo a la función que desempeña el matrimonio como fundamento de la familia.

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¿Los liberales están a favor o en contra del servicio militar?

Los liberales están en contra del servicio militar obligatorio. Consideran la conscripción como una suerte de servidumbre involuntaria. Nadie tiene derecho a obligar a un individuo a realizar una tarea que no quiere desempeñar, ni a luchar y arriesgar su vida por la causa de otros en contra de su voluntad.

¿Qué piensan los liberales de la inmigración?

Hay dos corrientes básicamente: unos son partidarios de las “fronteras abiertas”, libertad irrestricta de inmigración, y otros son partidarios de una política de inmigración restrictiva. En el medio quedan aquellos que abogan por medidas más o menos restrictivas.

Los valedores de la inmigración libre arguyen que las fronteras son construcciones artificiales y que los individuos tienen derecho a ir de un país a otro del mismo modo que tienen derecho a ir de un pueblo a otro. Si bien admiten que una inmigración masiva podría suponer una pesada carga para los contribuyentes y que quizás se colapsarían los servicios sociales, esto no sería una razón para restringir la libertad de movimientos sino para desmantelar el Estado del Bienestar. Por otro lado, en término utilitaristas, la libertad de inmigración favorecería el desarrollo económico al extender la división del trabajo.

Los partidarios de la inmigración restrictiva, en cambio, sostienen que si toda la propiedad fuera privada los individuos no podrían entrar en suelo ajeno sin el consentimiento del propietario. En consecuencia, en un contexto en el que buena parte de la propiedad es pública y presumiblemente la mayoría de la población es contraria a la inmigración masiva y culturalmente disímil, el Estado debiera comportarse como lo harían los ciudadanos en caso de ser propietarios, restringiendo la entrada de extranjeros con algún mecanismo de selección. Además, no basta con atender a los beneficios de una mayor división del trabajo, también habría que ponderar los efectos negativos que una política de libre inmigración tendría sobre una sociedad que desea ser culturalmente homogénea.

¿Qué opinan los liberales del suicidio?

Los liberales creen que cada individuo es propietario de sí mismo y que, en consecuencia, sólo a él corresponde decidir con respecto a su vida y su cuerpo. Un derecho de propiedad es un derecho a ejercer el control efectivo sobre aquello que se posee, a elegir el uso que quiere dársele, el fin a que quiere destinarse. Si otros deciden por nosotros en relación con lo que poseemos legítimamente, entonces nuestro derecho de propiedad está siendo violentado. Por tanto, si nuestro cuerpo nos pertenece tenemos derecho a hacer con él lo que deseemos, lo cual incluye infringirse daño a uno mismo o, en última instancia, quitarse la vida. El suicidio es un acto que no atenta contra la vida y la propiedad de terceros, y que por tanto no viola los derechos de nadie. Es por supuesto legítimo intentar evitar que alguien se suicide empleando medios persuasivos, pero no hay cabida aquí para el uso de la fuerza por parte de otros individuos o del Estado. La vida es un derecho, no una obligación a la que el individuo tenga que someterse sea cual sea su voluntad.

¿Qué piensan los liberales de la familia y los hijos?

La familia es una institución social privada y en cuanto tal debe verse libre de interferencias por parte del Estado. Los padres tienen derecho a educar a sus hijos de acuerdo con sus creencias y principios morales. La inculcación de valores por parte del Estado, a través del sistema de enseñanza público, por ejemplo, es una intromisión inaceptable en la esfera privada de la familia.

Los abusos contra el menor suponen una violación de sus derechos. Respecto al abandono, hay liberales que consideran que no es un acto que pueda penalizarse, aun cuando sea moralmente execrable, porque nadie puede ser obligado por la fuerza a cuidar a un tercero. Otros liberales entienden que los padres, al ser responsables de la condición vulnerable del menor, tienen la obligación de asistirle hasta que se valga por sí mismo. Muchos liberales están a favor de la liberalización de las adopciones, que permitiría solventar los problemas del abandono.

¿No debería el Estado controlar el crecimiento de la población?

La población no es un recurso colectivo que deba ser moldeado por el Estado. La sociedad la conforman individuos, y corresponde a estos individuos decidir libremente si quieren emprender o no actividades reproductoras. En consecuencia los liberales se oponen a los intentos de esterilización forzosa, promoción y subsidio público del aborto y otras medidas estatales encaminadas a influir y coartar la voluntad de individuos y familias.

Por otro lado, la prosperidad no es una tarta dada que se reparta entre la población de modo que si ésta crece toca menos a cada uno. La tarta se expande continuamente, creándose de la nada, nuevas oportunidades de ganancia son descubiertas y aprovechadas, y una mayor población viene a intensificar la división del trabajo que hace posible el progreso.