El camino al desarrollo
Por Bruce Barlett
Bruce Bartlett es economista y académico del National Center for Policy Analysis (CPA).
El mundo perdió a un gran hombre el 2 de mayo con la muerte del economista Peter Bauer. Es triste que él estuviera preparando en ese momento su viaje a Estados Unidos para recibir el primero de los premios Milton Friedman y 500 mil dólares, en la ocasión del 25° aniversario del Cato Institute.
Es imposible explicar la importancia de Bauer sin recordar el clima intelectual de la posguerra. Durante la II Guerra Mundial, la planificación económica de los gobiernos pareció funcionar bien. Y a raíz de la Gran Depresión, todos los gobiernos occidentales estaban obsesionados en impedir su repetición, lo cual se temía ocurriría una vez terminada la guerra. Esto condujo a la adopción de economías centralizadas y a la nacionalización de industrias.
Muchos de los países que, como Inglaterra y Francia, adoptaron políticas socialistas, exportaron su socialismo a sus colonias. La idea de que el socialismo es el camino más rápido al crecimiento y la prosperidad fue reforzada por la Guerra Fría y las teorías económicas entonces de moda. La economía del desarrollo se hizo popular, mientras que las naciones occidentales preocupadas por el comunismo lanzaron inmensos programas de ayuda extranjera. De repente, miles de millones de dólares fueron repartidos a naciones pobres para su desarrollo, creyéndose que sería la mejor manera de mantenerlas fuera de la influencia soviética.
Los economistas desarrollistas vieron que estos países pobres no contaban con las condiciones necesarias para el crecimiento: no tenían capital ni empresarios ni educación ni infraestructura ni acceso a mercados extranjeros. Pensaron que la ayuda externa crearía las condiciones requeridas para el despegue, a partir de lo cual se convertirían en economías autosustentables.
Los gobiernos occidentales contrataron a economistas desarrollistas para asesorar a los países subdesarrollados sobre cómo modernizar e industrializar sus economías. La ayuda estaba disponible para proyectos en aquellos países que aceptaban esos consejos y se negaban a otros que buscaban su propio desarrollo. Así, la planificación gubernamental se convirtió en el remedio predominante para los males del subdesarrollo.
Entonces, Bauer fue contratado para estudiar la industria del caucho en Malasia y el comercio en Ýfrica occidental. Sus investigaciones lo condujeron a conclusiones totalmente opuestas. Bauer, con sus propios ojos, vio cómo campesinos muy pobres y sin ninguna educación construyeron una inmensa industria cauchera en Malasia y también una gran red comercial en Ýfrica, sembrando y exportando cacao y otros productos agrícolas. Bauer comprobó que los países pobres no eran casos especiales donde se aplican principios económicos distintos, sino simplemente naciones en una etapa de desarrollo anterior, muy parecida a la Europa de hace 150 años.
Bauer estaba horrorizado por los desastrosos consejos que recibían los países pobres. Les insistían en la necesidad de controlar el comercio, cuando el libre comercio fue clave en el desarrollo europeo. Vio cómo se le daba prioridad a la ayuda a los gobiernos en vez de a las inversiones extranjeras privadas, se imponían controles de precios, altos impuestos y multiplicidad de regulaciones que asfixiaban a las empresas locales, mientras que "elefantes blancos" favorecidos por los gobiernos consumían todo el capital disponible.
Bauer insistía en que lo que había que hacer era seguir las exitosas y comprobadas recomendaciones de Adam Smith, las cuales permitieron a Inglaterra y a Estados Unidos desarrollarse en apenas dos generaciones, dejando que el mercado, y no el gobierno, guiara el desarrollo.
A lo largo de 40 años, Bauer fue una voz solitaria en la economía del desarrollo. Sólo después de la elección de Ronald Reagan y Margaret Thatcher comenzaron los economistas y las agencias multinacionales como el Banco Mundial a tomar en serio las ideas de Bauer.
Todavía hay mucho por hacer, pero al menos la idea de que la planificación gubernamental es el camino más rápido a la prosperidad está totalmente desacreditada. El hecho de que la mayoría de las ex colonias francesas e inglesas son hoy más pobres que durante los tiempos coloniales es una prueba de que la ayuda externa y el socialismo económico fracasaron.
Pero las ideas siempre tienen consecuencias: empobrecen a algunos y enriquecen a otros. Si el mundo le hubiera hecho caso a Bauer hace medio siglo, habría hoy muchos menos pobres y muchos más ricos alrededor del mundo. Sus ideas siguen siendo la guía segura a la prosperidad para cualquier país que quiera ponerlas en práctica.