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Una introducción al razonamiento económico

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Traducido por Mariano Bas Uribe

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Capítulo 8: Dinero. Parte 1

El origen del dinero

Buena parte de la economía consiste en repetir lo que hemos aprendido hasta ahora. La razón principal no es que esta sea una forma excelente de aprender –aunque esto sea bastante cierto. Tampoco lo es que tengamos pocas cosas nuevas que ofrecer –de lo que no somos lo mejores jueces. Sino que lo genial de la economía austriaca consista, en gran medida, en describir las implicaciones de principios simples. Para hacerlo, debemos volver constantemente a estos principios.
 
Uno de los principales principios básicos lo hemos recalcado continuamente. Un intercambio se llevará a cabo si es mutuamente beneficioso para ambas partes. Si tenemos tres manzanas y dos naranjas y otros tienen dos manzanas y tres naranjas ¿qué ocurrirá si cada uno prefiere intercambiar nuestras existencias de fruta? (¿No estamos cansados de manzanas y naranjas? Una de las mejores características de este capítulo es que empezaremos a hablar de otras cosas).
 
Supongamos que preferimos tener dos manzanas y tres naranjas y los otros, tres manzanas y dos naranjas, lo que nos viene muy bien para el ejemplo. Si intercambiamos una manzana por una naranja, ambos habremos mejorado. Si todo lo demás es igual, entonces se realizará el intercambio.
 
Hasta aquí, bien. ¿Pero qué ocurre si nosotros queremos intercambiar una manzana por una naranja, pero los otros no quieren? Como son unos orgullosos pomólogos, no quieren entregar una de sus manzanas. ¿Qué podemos hacer?
 
Podríamos pensar que el problema tiene fácil solución. Nuestro principio nos dice que un intercambio tendrá lugar si éste se realice de forma ventajosa para las partes que participan en él. Si no quieren dar una manzana, es que el intercambio no les reporta ventajas. No podemos suponer, dado el principio expuesto, que se realizará un intercambio. Parece que no podremos obtener una manzana de ellos.
 
  1. “No podemos concluir tampoco que no se realizará un intercambio. Todo lo que se deduce es que no podemos apelar a este principio para apoyar la afirmación de que se va a realizar un intercambio”. ¿Cuál es el error en esta objeción?
  2. ¿Cuál es la diferencia entre una condición necesaria y una suficiente?
  3. ¿Podemos ofrecer un principio del intercambio más sólido que el mencionado en el texto?
 

Más acerca del intercambio

 
Si hemos contestado correctamente a las preguntas que aparecen al final del apartado anterior, nos daremos cuenta de que nuestra búsqueda de una manzana está condenada. Salvo que el otro prefiera tener una naranja más que una manzana menos de las que tiene, no estará dispuesto a intercambiar.
 
¿Vemos por qué ésta es una conclusión más sólida que los resultados previos? Antes, demostramos que el principio que justificaba el comercio –realizaremos un intercambio si nos resulta favorable- no nos da apoyo suficiente para el intercambio que queremos.
 
Ahora afirmamos que salvo que las dos partes se beneficien, no se hará ningún intercambio. Un intercambio se llevará a cabo si y sólo si ambas partes esperan un beneficio del mismo.
 
En este momento, debería sernos muy sencillo demostrar por qué este sólido principio es verdadero. Cada persona elige la acción, de entre todas las disponibles, que maximice su utilidad. Si un intercambio no es beneficioso, no lo realizaremos. Si lo es (y no tenemos una opción mejor disponible), lo realizaremos.
 
  1. Dar ejemplo en los cuales, “si a, entonces b” es verdadero, pero “b sólo si a” es falso.
  2. Dar ejemplo en los cuales, “b sólo si a” es verdadero, pero “si a, entonces b” es falso.
 

Intercambio indirecto

 
¿Pero cómo vamos a conseguir la manzana? ¡Debemos conseguirla! Podríamos intentar preguntar a otro distinto si quiere comerciar conmigo, si aquél no lo hace. Seguramente habrá alguien que quiera negociar con una manzana. (Recordar el refrán: “una manzana al día te da alegría”).
 
Pero supongamos que nadie que tenga manzanas desea intercambiarlas por naranjas. ¿Significa esto que no podemos obtener manzanas a través del intercambio? Sorprendentemente, no.
 
¿Qué es lo que nos da espacio para maniobrar? ¿El principio obtenido en la sección anterior no impide obtener manzanas a través del intercambio? ¿Podemos encontrar el agujero?
 
La respuesta se encuentra en una sutil distinción. De “no podemos obtener manzanas intercambiándolas por naranjas” no se deduce que “no podemos obtener manzanas mediante intercambio”. Ésta es una conclusión más sólida que la premisa. ¿Qué pasa si puedo obtener manzanas mediante algún otro tipo de intercambio?
 
¿Pero, otra vez, cómo es esto posible, si nadie que tenga manzanas las cambiara por naranjas? Bien, supongamos que alguien desea cambiar una manzana por un ejemplar de un libro –pongamos la Teoría General de Keynes. (Para hacer este ejemplo más realista, tendríamos que suponer que sólo nos darían una manzana podrida por este libro).
 
Ahora sólo necesitamos obtener un ejemplar del libro y podemos obtener nuestra manzana. (Obviamente, si tenemos ya el libro, no habría ningún problema). Ahora afrontamos un nuevo problema: ¿cómo podemos conseguirlo?
 
Por suerte, alguien que tiene una copia de la obra maestra de Keynes desea cambiarla por una naranja. (Puesto que es nuestro ejemplo, podemos proponer las preferencias que nos parezcan bien). Una vez que obtengamos el libro, podemos ofrecerle el ejemplar y al final obtendremos nuestra codiciada manzana.
 
Podemos objetar a la solución de la siguiente manera. Con el fin de poder intercambiar una naranja por un libro, alguien debe preferir tener el libro a la naranja. (¿Por qué? Si no podemos responder incluso después de que lo hayamos repetido tantas veces, las posibilidades de aprobar este curso son muy pequeñas).
 
Pero supongamos que no nos gusta el libro –en realidad, no nos gusta el volumen en cuestión. Entonces, ¿no se deduce que no realizaremos el intercambio? En este caso, no podemos utilizar la solución propuesta para obtener la manzana. Si tuviéramos una copia del libro podríamos después intercambiarla por una manzana, pero dado que nos desagrada el libro, parece que no podemos obtener uno a cambio de una naranja. Nos gustan las naranjas.
 
  1. Ver si podemos anticiparnos a la siguiente sección. ¿Cuál es el error de la argumentación que acabamos de proponer?
 

Intercambio indirecto, continuación

 
Cuando dijimos que no nos gustaba el libro Teoría General, ¿qué queríamos decir? Básicamente, queríamos decir que no valorábamos al libro por sí mismo. No daríamos una naranja para obtener el libro, si tuviéramos que quedárnoslo.
 
Y aquí es donde reside el error en la argumentación que hemos hecho. No tenemos que quedarnos con el libro –podemos utilizarlo para intercambiarlo por algo, por una manzana. Si obtenemos un ejemplar de la Teoría General, podemos obtener algo que queramos mantener. Por tanto, es falso que el libro tenga menos valor para nosotros que la naranja, aunque si sólo nos fijamos en la naranja y el libro, hubiéramos preferido la naranja.
 
Si un bien puede ser utilizado para obtener otros bienes que queramos, incremente su valor para nosotros. De esta forma, las preferencias de otras personas afectan a las nuestras. Puesto que otros quieren un ejemplar de la Teoría General y darían una manzana para obtenerla, el libro se convierte en más valorado para nosotros que la naranja.
 
  1. ¿Cómo se relaciona nuestro análisis con la distinción que hicieron Adam Smith y David Ricardo entre el valor de uso y el valor de intercambio?
 

Aún más acerca del intercambio indirecto

 
Estamos listos para ver por qué un intercambio de este tipo a veces se denomina “triangular”, en lugar de un intercambio directo como éste:
 
Figura 12: Intercambio directo
 
Tenemos dos intercambios:
 
Figura 13: Dos intercambios
 
(Advirtamos que nuestro “triángulo” no requiere intercambio posterior entre B y C).
 
Una vez que hemos dado este patrón básico, podemos construir patrones más y más complicados. Supongamos que nadie de los que tiene un ejemplar de la Teoría General quiere una naranja. Quizá uno de los propietarios del libro quiera una sandwichera y sepamos de alguien que quiera intercambiar una naranja por una sandwichera. Primero intercambiaremos nuestra naranja por la sandwichera, después intercambiaremos la sandwichera por el libro y , por fin, intercambiaremos el libro por la manzana.
 
  1. Construir varias cadenas de intercambios. ¿Hasta dónde podemos complicar las series en el mundo real?
  2. Considerar el primer intercambio indirecto. ¿No puede nuestra astuta estrategia para obtener la manzana verse comprometida por el propietario del libro? Todo lo que tiene que hacer es intercambiar su libro con el propietario de la manzana. ¿Cuál es el error en esta objeción?
 

Los límites del intercambio indirecto

 
Alguien puede divertirse mucho desarrollando complicadas cadenas de intercambios. (A nosotros no nos divierte, pero ¿quién sabe? Puede que a otros sí). Pero lo que sí que podemos observar es que la gente que intente utilizar el método indirecto para obtener lo que quiere encontrará dificultades.
 
¿Cuáles son? En primer lugar, si queremos avanzar un paso en la cadena, debemos encontrar a alguien que quiera algo que tengamos. Este es, por supuesto, uno de los requisitos para todos los intercambios: es el llamado problema de la “doble coincidencia de deseos”. Cuantos más pasos tengamos que dar en la cadena de intercambio, más complicado resulta el problema.
 
Más aún, en cada paso de la cadena el desastre amenaza con salirnos al paso. Supongamos que tenemos un error de cálculo: por ejemplo, pensamos que sólo si conseguimos una estatua de un hipopótamo rosa, podremos obtener un ejemplar de la Teoría General, lo que nos permitiría obtener finalmente la manzana que deseamos. Por desgracia para nosotros, el propietario de la Teoría General se estremece de horror ante la estatua y nos quedamos atrapados con ella. Puesto que nos interesaba bastante más la naranja que la estatua, hemos perdido con el negocio.
 
Pero, supongamos que hayamos calculado todos los pasos de la cadena correctamente –los autores de libros somos inmunes al error, después de todo. ¿Hemos encontrado una buena forma de obtener más de lo que queremos? El asunto no es tan simple.
 
Incluso si alienamos una serie de intercambios, sin realizar equivocaciones al hacerlo, no podemos evaluar el proceso como de pura ganancia. Establecer el proceso ocupa tiempo y esfuerzos. Son los llamados “costes de transacción”. Frente a la ganancia que espero obtener al final de proceso debo establecer los costes de llevarlo a cabo.
 
  1. ¿Cómo se evalúan los “costes” en los “costes de transacción”?
  2. “Puesto que los costes de transacción son una ‘mala’ economía, nuestro objetivo, tanto como actores individuales como legisladores debería ser minimizar los costes de transacción”. ¿Cuál es el error en esta perspectiva?
 

El problema del intercambio indirecto compuesto

 
Resumiendo, hay dos problemas principales “de primer nivel” en el intercambio indirecto: las series de intercambios deben ser coordinadas y los errores nos pueden llevar a quedarnos con bienes que no deseamos. Incluso si podemos resolver estas dificultades, nuestros intentos generarán un problema “de segundo nivel”: tenemos que afrontar los costes de transacción.
 
Una forma de resolver estos problemas es abandonar de una vez el intercambio indirecto. Pero en este caso estamos limitados a lo que podamos obtener en intercambio directo (o, por supuesto, lo que podamos producir por nosotros mismos). Ésta es evidentemente una limitación drástica.
 
Las dificultades del intercambio indirecto sugieren un problema relacionado con el intercambio directo. Si producimos cosas que quiere mucha gente, por ejemplo manzanas, probablemente nos será fácil hacer un intercambio.
 
¿Pero qué pasa si producimos algo que quiera poca gente? Supongamos que somos fabricantes de violines o escritores de libros de texto de economía. En este caso, debemos tener un campo muy amplio para salvar el problema de de la doble coincidencia de deseos. Podemos tener unos altos costes de transacción, incluso si sólo realizáramos intercambios directos.
 
  1. ¿Cuál es el problema de la doble coincidencia de deseos? (Deberíamos saberlo ya).
  2. Dado el problema de la doble coincidencia de deseos ¿por qué pensamos que hay gente que trabaja en escribir libros de texto de economía? (“Porque son tontos” no es una buena respuesta.
 

Hacia una solución

 
¿Cómo vamos a resolver todos estos problemas? Tenemos el material para responder en la mano. Recordemos nuestra afirmación anterior: si producimos bienes como las manzanas que quieran mucha gente, nos resultará fácil realizar un intercambio. Esto debería sugerirnos inmediatamente una forma de sortear todas nuestras dificultades.
 
Supongamos que adquirimos bienes que quiera la mayor parte de la gente. En este caso, no tendríamos que preocuparnos acerca de complicadas cadenas de intercambio y reduciríamos los costes de transacción. Además, si producimos algo que quiera poca gente, podemos resolver el problema de la doble coincidencia de deseos por el mismo sistema. Una vez que intercambiemos nuestra habilidad para escribir libros de texto de economía por manzanas o naranjas, nuestros problemas habrán desaparecido.
 
  1. Evaluar esta objeción: “La ‘solución’ sugerida no funciona. Por supuesto, si tenemos bienes que otra gente quiera, mejoraremos nuestra posición para negociar. ¿Pero por qué alguien con un bien con mucha demanda iba a querer intercambiar por algo que quiera menos gente? El problema no está en absoluto resuelto”.
 

¿Es nuestra solución una falsa solución?

 
Esperemos que no hayamos cometido el error de dejar de leer la pregunta para discutir que parece aquí arriba. Se ponen hábilmente puntos importantes en esas secciones, así como pregunta de revisión y corrección. En ésta se ha pretendido lo primero.
 
La objeción muestra dos preocupaciones válidas. En primer lugar, alguien que intercambia un bien que tiene más demanda como un instrumento para comercio posterior por uno con menor demanda está, si no cambian otros parámetros, sufriendo una pérdida. Pero de ello no se deduce que no se vayan a realizar intercambios de este tipo. En cambio, la persona con el bien con mayor demanda se merece un extra. Si queremos obtener naranjas a cambio de escribir un libro de texto de economía, probablemente tengamos que conformarnos obteniendo menos que lo que hubiéramos ganado si hubiera habido más gente dispuesta a utilizar nuestras habilidades a cambio de lo que quisieran.
 
La segunda preocupación válida que aparece en la objeción es la siguiente. Alguien que tenga un bien que no tenga mucha demanda para posteriores intercambios no puede proclamar la inexistencia de la doble coincidencia de deseos. Incluso con nuestra solución, todavía debe encontrar a alguien que quiera lo que tiene en venta. Y esta persona debe tener un bien con mayor demanda para posteriores intercambios que el suyo. Pero si puede superar este obstáculo, estará en el buen camino.
 

Cómo aparece un medio de intercambio

 
Un bien como las naranjas tiene dos componentes que determinan su valor: (1) su uso para los consumidores y productores –gente que quiere comer naranjas, usarlas como mascotas virtuales, colgarlas en las paredes como decoración, utilizarlas para hacer zumo, etc. y (2) su uso como medio de intercambio.
 
El segundo uso es un poco complicado y por tanto nos resultará útil comenzar de nuevo. Puesto que las naranjas tienen mucha demanda para posteriores intercambios, el valor de las naranjas sube. Uno de los usos de las naranjas es que la gente cree que pueden ser utilizadas para obtener otros bienes que la gente quiere.
 
¿Qué ocurre si un bien gana valor porque se piensa por la mayor parte de la gente que va a haber una demanda general del mismo? La gente esperará probablemente que el bien en el futuro tenga aún más demanda, incrementando todavía más su valor.
 
Observemos esto con más detalle.
 
Al principio, t1, los consumidores valoran las naranjas para fines de consumo. Más tarde, en t2, los consumidores que ven que mucha gente comercia con naranjas valorará las naranjas más alto de lo que de otra forma lo hubieran hecho.
 
Después, en t3, los consumidores que ven que todavía más gente que antes comercia con naranjas tenderán a valorarlas todavía más alto que antes. Con esto queremos decir que valoran las naranjas (1) más alto de lo que lo harían sin considerar el comercio de la naranjas en absoluto; y (2) más alto de lo que lo habrían hecho si sólo hubieran añadido el valor de de intercambio de las naranjas en t1 a su estimación del valor de las naranjas.
 
  1. ¿Cómo plantea la discusión de las páginas previas un problema a la praxeología? ¿Son estrictamente deductivos todos los pasos en el razonamiento aportado?
 
¡Si hemos encontrado confuso el párrafo anterior, imaginemos lo difícil que ha sido escribirlo! En realidad, no tenemos que preocuparnos acerca de los detalles. Lo que necesitamos recordar es el principio básico: Un bien que la gente piense que será aceptado fácilmente en intercambios ganará en valor. Imprimamos esto en nuestro cerebro.
 

Convergencia

 
Hasta ahora sabemos que algunos bienes tienen una demanda muy superior a otros para comerciar con ellos. A causa de esto, estos bienes resultan tener un valor superior.
 
Podemos ir un poco más allá. ¿Qué ocurre cuando los intervinientes en el mercado ven que algunos bienes están mejor valorados que otros, en parte por la expectativa de que serán mejor valorados? Parece claro que los bienes de la clase mejor valorada (naranjas, manzanas, helado) no tendrán la misma demanda para su uso en posteriores intercambios. Algunos estarán mejor valorados para este propósito que otros.
 
¿Qué pasará ahora? Cuando la gente vea que algunos bienes están mucho mejor valorados que otros, su demanda como bienes de intercambio se incrementará. Esto resultará cierto incluso si los bienes son sólo ligeramente mejor valorados para el intercambio que otros. Si se espera que las manzanas serán mejor recibidas que las naranjas, la gente preferirá las manzanas a las naranjas.
 
  1. Evaluar esta objeción: “Lo que se acaba de decir puede ser verdad, pero no es praxeología. De acuerdo con la praxeología, nuestras conclusiones deberán deducirse necesariamente del axioma de la acción, sus postulados subsidiarios o las conclusiones que se deduzcan de cualquiera de ellos. No se ha cumplido con ello en este caso”. Revisar el capítulo sobre la praxeología para que nos ayude a preparar la respuesta.
 

Praxeología y convergencia

 
Contrariamente a las objeciones que acabamos de sugerir, el razonamiento de las secciones previas es conforme con la ley praxeológica. (Algo bueno que también hace, si no, estaríamos fuera del negocio). Recordemos que nos preocupamos sólo acerca de del valor de intercambio de un bien –su uso, como un bien supuesta su demanda general para obtener cualesquiera otros bienes que deseemos.
 
Partiendo de este hecho, incluso pequeñas diferencias en el intercambio esperado son importantes para hacer un buen negocio. Siempre tenderemos a elegir, si todo lo demás es igual, un bien que pensemos que tenga mayor posibilidad de ser de general aceptación por parte de otros. En caso contrario, no estaríamos eligiendo nuestra alternativa más valorada. Y ya hemos visto que siempre elegimos nuestra alternativa más valorada. Probablemente nos resultará ilustrativo revisar la discusión acerca de alternativas y elecciones. (Los profesores, que se aseguren de que los estudiantes actúan de acuerdo con esta sugerencia).
 

Para nota: más problemas para la praxeología

 
Todavía no han acabado los problemas en lo que concierne a la praxeología. ¿Cómo se deduce de hecho de que en las circunstancias indicadas siempre elegiremos el bien que esperamos que tenga le máximo valor de intercambio, el que elegiremos el bien que haya tenido en el pasado el máximo valor de intercambio? ¿Y cómo sabemos que los bienes deben tener diferentes valores de intercambio? Son preguntas difíciles y en parte demasiado avanzadas para este libro.
 
  1. Resolver los problemas planteados. Enviar un email con las respuestas al autor del libro.
 

Dinero y banca

 
Desde hace rato, deberíamos de haber pensado que éste es un capítulo extraño. Se suponía que iba a ir acerca del dinero y la banca, pero hasta ahora, parece, no hemos dicho nada acerca de estos asuntos. Sin embargo, como veremos en el siguiente capítulo, hemos dado los pasos esenciales para entender estas complicadas materias.