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La noche del 3 al 4 de junio de 1989 marca uno más de los episodios trágicos en la lucha por la libertad. Posiblemente nunca se conozca el número exacto de víctimas asesinadas por la tiranía comunista china en Tiananmen, pero se estima que llegó a tres mil. Eran estudiantes que pedían libertad, una libertad que el régimen les ha negado siempre. Y la pedían en la misma plaza en la que décadas antes los guardias rojos de Mao lo aclamaban.
Entre las duras imágenes que nos quedan de aquellas protestas, una ha quedado grabada para siempre en nuestra retina. Un joven trataba de parar un tanque. El tanque se giraba para esquivarlo y entonces el chico se movía también para mantenerse enfrente. Ninguna palabra ha podido expresar mejor la lucha del individuo frente al Estado totalitario. Una persona en actitud pacífica y heroica de resistencia frente a la represión del Estado. Que es lo que consiste, en el fondo, el liberalismo.
La mejor demostración del carácter del régimen fue la exhibición de las autoridades chinas de la misma foto, pero con una leyenda notablemente distinta. La mostraron como prueba de la moderación demostrada por las tropas chinas al abstenerse de aplastar a sus conciudadanos. De modo que no sólo no debemos quejarnos por los manifestantes muertos, algunos de ellos aplastados por tanques conducidos por soldados menos escrupulosos, sino también agradecerles que no fueran más.
Nunca se supo que fue de él, ni siquiera cual era su nombre, pese a que se rumoreó que se llamaba Wang Weilin. Las autoridades aseguran que no saben nada sobre él. Un movimiento de resistencia situado en Hong Kong asegura que nunca fue arrestado y sigue vivo. Quizá nunca lo sepamos con seguridad. Quizá nunca nadie hable con él y le pregunte qué pensó mientras se mantenía delante del tanque.
Gracias a la lista de correo liberal por sugerir adaptar esta fotografía, a Patricia Campuzano por adaptar el logo a la web y, sobre todo, a Gloria Linaza por diseñarlo.