David Horowitz
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Rigoberta Menchú tomó por idiotas a los defensores del tercermundismo en el comité del premio Nobel y a sus irresponsables patrocinadores académicos de Stanford y otras universidades, todos los cuales buscaban tal fraude para legitimar sus fantasías.
Su discurso en el MIT, justo un mes después del 11S, y una semana después del comienzo de la respuesta de los Estados Unidos, dejó bien claro el proceso analítico de Chomsky, su manipulación de las pruebas, y la manera en que la guerra ha monopolizado la agenda que lleva siguiendo toda su vida, en su cruzada contra su propio país.
Una de las ilusiones típicas del culto a Chomsky es la creencia de que su imam y sensei no es el enloquecido derviche del antiamericanismo que todo el mundo ve sino un gigante analítico cuyos escritos se derivan del laborioso y científico análisis de los hechos.
Sin duda, no hay intelectual más deshonesto que Noam Chomsky. No sólo eso. En medio de esta grave crisis nacional, tampoco cabe duda de que es un traidor.