20 de Abril de 2008
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Partidos políticos: esto no es cuestión de principios
Que nadie se llame a engaño, un partido político lo conforman un conjunto de personas cuyos dos únicos objetivos son la supervivencia de la organización y la consecución del poder. Las bases, los votos, los programas, los principios morales y éticos y las ideologías son meros instrumentos más o menos importantes (o incluso indispensables, según en que tipo de sociedades busquen sus objetivos) para conseguir estos fines. Llegado el momento, sus miembros pueden y deben ser sustituibles, incluso eliminados si las circunstancias lo exigen.
En los partidos políticos los deseos y necesidades de las personas se supeditan a los del grupo que por una razón de pragmatismo suelen coincidir con las del líder de turno. Por eso la disidencia se suele castigar con el ostracismo o la expulsión, por eso los líderes se rodean de una cohorte de lacayos que les ríen las gracias y les animan en su locura. Los partidos, pese a decir que representan a la ciudadanía suelen conspirar contra ella. Sólo hay que ver cuál es la capacidad de influencia de los ciudadanos en los asuntos públicos de su nación, de su región, de su ciudad, de su barrio; poco o nada podemos hacer salvo votar. Los partidos políticos incluso se permiten eliminar al afiliado de la labor de dirección, usándolo sólo en labores administrativas para las que necesitan peones; eso sí, asegurando que su tarea es esencial para la democracia y la sociedad. El afiliado es llamado a los mítines y reuniones para aclamar al líder, para demostrar en las noticias de las tres de la tarde o de las nueve de la noche que el pueblo le necesita como nuevo augusto o como aspirante a césar.
No es extraño que en este mamoneo alrededor del líder, en este sistema que supedita el individuo al colectivo, las ideas intervencionistas y colectivistas tengan un excelente caldo de cultivo y todos terminen de alguna manera bajo el paraguas de la socialdemocracia o del conservadurismo. Incluso los que se permiten salir con la bandera del liberalismo terminarán contaminados por un sistema que nace considerando que el individuo es básicamente un retrasado, un menor de edad perpetuo, un incapaz que debe ser dirigido, un ignorante de todo lo que pasa en su entorno o más allá de él al que hay que pastorear, unas veces con afecto, otras con severidad.
No debe resultar extraño que cuando una de estas organizaciones recibe el castigo en su ascenso al poder se inicie un proceso de desestabilización, casi de guerra civil. Si el líder es lo suficientemente fuerte, bien por carisma, bien porque cuenta con los suficientes apoyos, podrá eliminar fácilmente a las facciones que osen discutir su liderazgo e iniciar una vez más el asalto al poder. Si por el contrario no tiene suficiente autoridad, al líder se le revelarán los generales que han dirigido su campaña y lucharán por la púrpura. De ese proceso puede que salga un nuevo líder, o uno ya viejo con nuevos apoyos, nuevas ideas, pero también puede que produzca la desmembración o incluso la desaparición de la organización. En este contexto, podemos entender que la mayoría busque su propio provecho, y lo suela hacer aclamando al líder que salga de la lucha, aunque minutos antes hayan apoyado otro distinto. Estas guerras civiles ponen a prueba la cohesión de la organización, la fortaleza de sus pies de barro. También es evidente que cuantos menos elementos incontrolables se introduzcan menos cosas saldrán fuera del control de las facciones, no es por tanto extraño que el papel del afiliado sea testimonial, no digamos de la ciudadanía que no tiene el correspondiente carné. Este proceso no es una cuestión de principios, ni de ideología, ni de contenidos, este es un proceso en el que se cuestiona el poder y se aspira a el. Nada más, nada menos.
El PP está en pleno proceso de guerra civil y la sangre correrá. Hay generales que han visto una oportunidad tras la derrota, otros han acechado en las sombras a la espera de un gesto que haga evidente la debilidad del líder. Éste ha intentado espantar a las facciones más peligrosas a golpes y ha puesto en los puestos que aún controla a gente de su máxima confianza, independientemente de sus capacidades y su valía. Ya pasó en el PSOE en 1996 y hasta la elección de Zapatero en el año 2000, la situación fue penosa. Peor fue la de UCD después de 1982, su descomposición fue mortal para la organización. ¿Qué pasará ahora? La solución en 2016. Perdón, quise escribir en 2012.
Comentarios
En la sociedad española, tanto PPeros como PSOEistas, hay mucha socialdemocracia, mucho querer ser como "los paises de nuestro entorno", luego si los políticos quieren ganar las elecciones, deben de atender a la ideología de ESOS ciudadanos, no a los de cuatro teóricos, por muy buenos que sean. Es la obligación de todo partido definirse e intentar promocionar sus ideas e intentar hacer a sus votantes más afines a su ideología, pero si se aferra al dogmatismo y define a todo lo demás como malo, se quedará con los votos de las cuatro personas que realmente son de su ideología, es decir, liberales en este caso del PP. Encontrar la frontera donde uno mezcle la fidelidad a sus ideas con la realidad no es sencillo y a menudo puede degenerar en eso que en circulos del PP llaman "maricomplejines", pero es un requisito para ganar elecciones REALES en un mundo REAL, muy lejos de la mesa de los analistas de radio que se creen sabios.
En ese sentido, y le pese a quien le pese, Rajoy hace bien no aferrándose al liberalismo a ultranza y defendiendo la socialdemocracia como parte de su partido. Si el PP aspira a robar votantes al PSOE, está claro que con liberalismo a ultranza no lo va a conseguir. Esperanza Aguirre funciona en Madrid, pero el resto de españa no es como madrid.
El segundo entra dentro del objetivo de sobrevivir. De hecho, una de las primeras medidas que suelen tomar los partidos políticos es "cambiar" en la medida de sus posibilidades la realidad para su propio beneficio. En este sentido es mucho mas eficiente la política del PSOE y de la izquierda en general que la de la PP y de los conservadores. Varias décadas de propaganda pura y dura aportan experiencia hasta para un recién llegado al ala siniestra de la política.
La socialdemocracia y el estado del bienestar no deja de parir socialdemócratas desde que los infantes van al colegio. Educación para la Ciudadanía no deja de ser un ejemplo, descarado si se quiere, pero no novedoso.
Entra dentro de una lógica lineal que el PP de Rajoy se declare ahora socialdemócrata, al fin y al cabo, es lo que décadas de educación pública no paran de producir, pero eso le convierte en un segundón, nadie va a querer votar a la copia cuando tiene al original en el poder.
El PP debería agarrarse a algo que lo diferencie del PSOE y volcar toda su capacidad de propaganda en vender esa diferencia como algo esencial. Podría ser el ideario liberal, al menos parte, porque eso es totalmente distinto a todo lo que hay actualmente y tienen cuatro años para hacerlo. Si se apuesta por la socialdemocracia, desde luego los liberales terminarán yéndose, pero muchos conservadores también hartos de que les tomen el pelo.
Pero vamos, esta es sólo mi opinión y al fin y al cabo, vistos con cierta perspectiva, tanto unos como otros no dejan de ser unos señores (y señoras) que se llevan crudo el dinero del ciudadano y que no paran de acaparar poder, bien porque lo adquieren con las herramientas políticas, bien porque se lo damos.
Dicho esta obviedad, el mal está en el sistema, lo cierto es que en toda organización, desde la asamblea de una comunidad de vecinos hasta un consejo de administración de una multinacional con una amplia y distribuida base de accionistas tiene como misión tanto su supervivencia cómo el alcanzar y mantener el poder. Eso es otra obviedad. La realidad es esa y no otra. Pero es que un país gobernado por un líder elegido de manera directa sigue siendo eso. ¿Más libre, más socialista…? Dependerá del líder elegido por el pueblo, no del sistema.
Un partido de ideología liberal puede ganar o perder dependiendo del líder, de la capacidad de comunicación y de muchas otras variables, pero lo que está claro es que no sabremos si es capaz de ganar si no se presenta. No sabremos si es capaz de influir en el gobierno si no tiene escaños. No sabremos si es capaz de llegar más allá hasta conseguir un cambio constitucional que garantice más la libertad individual y limite la labor de gobierno si simplemente nos quedamos en analizar la política cotidiana entre lamentos porque la cosa no va bien.
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