19 de Abril de 2008
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PP, del frentismo al tontismo
Es posible que Mariano Rajoy, interpretando su nuevo papel de líder iluminado, haya decidido que cuatro años de lucha sin tregua (valga la exageración) ha sido más que suficiente para demostrar que el frentismo contra el gobierno socialista de Zapatero ha sido totalmente inútil y hay que buscar otras ideas para sobrevivir en los nuevos tiempos. Al fin y al cabo, un partido no deja de ser una organización que aspira al poder con la excusa del bien común y la gestión de los asuntos públicos y no dudará en usar cualquier arte que considere adecuado y necesario para sobrevivir. Así que, ni corto ni perezoso y tras una periodo de relajación, ha puesto a los suyos a desarrollar una nueva estrategia, el tontismo.
El tontismo es un sistema que usa del bueno rollito para demostrar que pese a todos estos años de lucha, se puede llegar a puntos de encuentro aunque estos seguramente terminen pisoteando principios morales o distorsionando la legalidad, no digamos cualquier promesa que se haya hecho en el pasado. El tontismo es un sistema que ante la agresión se limita a indignarse y dar pellizquitos de monja. El tontismo es un sistema que ante contradicciones evidentes, se dedica a marear una perdiz que ya de por sí está bastante mareada. El tontismo es un sistema que busca contentarse con lo poco que el Poder, el fetén, el de la Moncloa le consiente. El tontismo es un sistema que evita el debate dentro del partido e invita a la deserción a aquellos que pueden proponer nuevas ideas, al menos alejadas de la línea tradicional, usando un absurdo concepto de unidad que . El tontismo es un sistema en el que el líder no tiene muy claro lo qué es ni cómo serlo. El tontismo es, en definitiva, el estado mental en el que se sumergen todos los partidos cuando, después de unas elecciones generales en el que salen claramente vapuleados, sus gerifaltes y allegados sienten como no sé sabe muy bien quién pueden moverles de la poltrona y luchan por agarrrarse a cualquier clavo ardiendo que les tiendan, aunque este lo haga el mismísimo diablo.
Ya lo escribió Gibbon hace unos siglos:
“El despotismo de los emperadores abolió la distinción del mérito y la influencia personales –tan visibles en las repúblicas y tan apocadas y sombrías en las monarquías- y la sustituyó por una subordinación en rango y oficio [...]. Esta multitud de viles dependientes se interesaba en el mantenimiento del orden gobernante por temor a una revolución, que podía destruir sus esperanzas y, al mismo tiempo, anular las recompensas de sus servicios”.
Y luego cayó el Imperio, sólo hay que observar los paralelismos.
Comentarios
Se proclama propietario de un movimiento viscoso, moldeable y oportunista y exige fidelidad perruna a un partido que él hace incapaz de regenerarse. Tal vez derrote a Doña Esperanza Aguirre en un congreso a la búlgara (aunque ésta no tenga la valentía de presentar su candidatura) pero, entonces, veremos a un nuevo Sansón que va a hundirse con toda la tramoya del escenario que le van a montar su búnker de acólitos y los barones que están encantados de mantener sus cuotas de poder.
¿No?
La gente tiene una idea algo rara de la caída del Imperio romano; será por las películas. Si por "luego" entendemos, como poco, dos siglos largos (entre Augusto y la llamada anarquía militar del siglo III), vale. Y ese plazo para un político son unas veinte eternidades.
Saludos
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