25 de Junio de 2005

Cuando a esta tardía hora de la tarde me disponía a escribir algo sobre las elecciones a la presidencia iraní me he encontrado con el excelente post de Emilio en su Freelance Corner, así que para no aburrir al personal no voy a repetir ninguno de sus acertados argumentos pero si voy a incidir en uno de las grandes mentiras que medios y políticos se empeñan en inculcar a los ciudadanos y que no es otra cosa que confundir unas elecciones con una democracia.

Que en Irán se pueda elegir presidente no deja de ser un chiste hacia los electores. Irán no es una democracia ni lo será en el futuro, al menos que las cosas cambien mucho, porque no cumple unos requisitos que deben tener todas las democracias. No existen unos derechos mínimos sino unas leyes arbitrarias en las que mayorías y minorías alejadas de la ortodoxia religiosa apenas si disfrutan de 'logros' que en cualquier país civilizado son cotidianos e irrelevantes. No existe separación de poderes, ni siquiera existe separación entre el poder religioso, salvaguardado por Alí Jamenei, y el poder del estado, eliminando de lo público a cualquiera que disienta y permitiendo sólo hasta que empieza a molestar. No existe ni un poder judicial independiente, ni un poder legislativo independiente ni un poder ejecutivo independiente de la ortodoxia chiíta. En Irán no se puede presentar él que quiere sino él que el comité de ayatolás permite, como ha pasado en estas elecciones. En definitiva, dejemos de mentir, unas elecciones no son democracia.

Pero tampoco seamos ingenuos, el presidente saliente, Akbar Hachemi Rafsanyani, no ha sido ni mucho menos el personaje moderado y aperturista que ahora parece que se ha perdido para siempre. Los logros de colectivos como las mujeres no han dejado de ser una anécdota que dudo que hayan tenido cierta relevancia interna más allá de los centros de población más aperturistas, por mucho que los redactores de nuestros medios de comunicación se empeñen en darlos más importancia de la que tienen. El presidente saliente ha sido culpable de la financiación y del continuo apoyo a un buen puñado de grupos terroristas, el presidente saliente ha sido el impulsor de un programa nuclear que, en el país del petróleo, pretende conseguir la bomba atómica y no una fuente de energía. La única certeza clara que se puede sacar de todos esto es que el nuevo presidente Mahmud Ahmadinayad no tendrá tantos reparos a la hora de guardar las formas en cada uno de estos objetivos.

Ahmadinayad ha prometido que Irán será un ejemplo de democracia, mensaje lanzado indudablemente para una Europa timorata que no dudará en ser el abogado del diablo ante unos Estado Unidos cada vez más seguros de que Irán es un fuerte polo desestabilizador en el mundo musulmán y en Irak en particular. Como Emilio, estoy deseando ver la reacción de nuestro gobierno y, en especial, denuestro entrañable Moratinos. Supongo que dará palmadas con las orejas, que es muy propio después de darse un chutazo de Referéndum Plus.