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21 de Octubre de 2007

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Más mitos sobre el patrón oro

Egócrata ha escrito otro post, esta vez más argumentado, en el que trata de demostrar por qué el patrón oro es un error. En realidad, sin embargo, me temo que va a acabar demostrando por qué la teoría monetaria de la segunda mitad del siglo XX es catastrófica.

No veo a entrar en las inexactitudes auxiliares tanto de tipo teórico (el dinero actual tiene valor porque todos creemos que tiene valor) como históricas (el patrón oro surge por accidente o los billetes comienzan a emitirse con el Banco de Inglaterra). Me centraré en las dos principales críticas que efectúa, por ser, además, las dos críticas más corrientes al patrón oro.

1º La escasez del oro frena el crecimiento

Dice Egócrata: Cuando la economía crece, uno tiene más cachivaches que comprar y vender, pero no tiene necesariamente más monedas. Ese elemento tan conveniente que tiene el utilizar una moneda que es tener una pieza de metal que vale por diez lechugas deja de serlo cuando la economía produce veinte. Tu moneda cada vez compra más, algo que no tiene demasiado sentido; si mañana seré más rico sin hacer nada, no voy a gastar este oro que tengo, etcétera. La deflación no es una buena idea.

Aquí hay dos graves errores entremezclados que llevan a conclusiones muy pobres. Por un lado es falso que el patrón oro sea necesariamente deflacionista. Y por otro es falso que toda deflación sea una mala idea.

Empecemos por el primer error. El patrón oro no significa que TODAS las transacciones comerciales se realicen mediante el oro. Del mismo modo, que el patrón dólar actual no significa que todas las transacciones de la economía se realicen mediante dólares.

El dinero sólo sirve para liquidar las posiciones acreedoras netas. ¿Y qué es una posición acreedora neta? Si A debe 50 a B, B debe 100 a C y C debe 50 a A, C tiene una posición acreedora neta de 50 con B. No hace falta movilizar 200 um, con 50 basta. La función del dinero aquí es liberar de la deuda a B y satisfacer a C. Los créditos y las deudas son el reflejo monetario de transacciones económicas; que C tenga una posición acreedora neta significa que ha efectuado una transacción en el mercado sin recibir ninguna contraprestación específica y valorable. El dinero viene a suplir esa carencia: aunque C aporte hoy y no reciba nada hoy, el dinero le permite demandar mañana.

Hoy este magno servicio de compensación lo realizan las “Cámaras de Compensación”. El movimiento de numerario es ínfimo, pero su presencia es imprescindible. Sin dinero no hay precios (y sin precios no hay valores que compensar) ni tampoco posibilidad de saldar las posiciones acreedoras netas. Todo el sistema se desmoronaría al no tener el agarre de la liquidez dineraria.

Otra función valiosa de la compensación tiene que ver con la puesta en circulación de las mercancías. Las letras de cambio permiten reducir el uso de dinero, ya que no hace falta pagar la cantidad íntegra de los precios a cada eslabón de la cadena productiva. Las letras van descontándose y a cada cual se le entrega un descuento equivalente al número de días que ha tenido la letra hasta que el consumidor paga. Distintas letras pueden, además, compensarse entre sí cuando sus tenedores sean tomadores y librados recíprocos. No sólo eso, parte importante de los trabajadores puede cobrar con cargo a esas letras de cambio, como ya explicó Fullarton.

Dicho de otro modo, conforme crezca el número de bienes y servicios, no es necesario contar necesariamente con más dinero, ya que estos pueden intercambiarse entre los consumidores (que a la vez son trabajadores) como en una comunidad de trueque. El dinero sólo será necesario para cuando el consumidor no quiera comprar ninguno de los bienes actualmente existentes (saldo acreedor neto). Para el resto de los casos, las letras permiten financiar cualquier volumen de producción. Así fue el caso durante la Inglaterra victoriana.

El segundo error es también bastante común. Es cierto que el patrón oro podría dar a episodios de reducciones de precios (por ejemplo, EEUU durante la segunda mitad del s.XIX). Pero el argumento de Egócrata no tiene ningún sentido.

Nos dice que si mañana mi moneda vale más, esperaré hasta mañana para consumir. El argumento de fondo es falso: sería como decir que en una inflación nadie ahorra y todo el mundo se gasta por completo su dinero hoy porque mañana valdrá menos.

Ahora bien, sí es cierto que se generan incentivos para restringir el consumo. La cuestión es cómo se restringe: el individuo puede ahorrarlo e invertirlo (para que mañana sea aun más rico) o puede atesorarlo (ya que de igual manera se revalorizará). El primer caso reducirá el tipo de interés y aumentará el capital y la tecnología disponibles; por tanto, sin problemas.

El segundo tiene unos efectos más indirectos. Retener el dinero sin gastarlo ni en bienes de consumo ni en factores productivos (inversión) provocará una nueva deflación de precios en alguno de estos mercados, con lo que de nuevo tendremos un aumento de la renta disponible de los individuos que volverán a plantearse el dilema sobre si invertir o atesorar. En cualquier caso, una sociedad que atesore masivamente oro es una sociedad que quiere incrementar sus saldos de caja de manera permanente, lo que por necesidad significará trasladar a los factores productivos a las minas de oro o la monetización de otros tipos de activos (por ejemplo, la plata).

La deflación sí puede ser una buena idea (las provocadas por las contracciones crediticias no suelen serlo). EEUU en el s.XIX lo acredita.

2º El oro no estabiliza automáticamente los saldos comerciales

Otro error muy extendido, este de la mano del sucesor intelectual de Keynes, Milton Friedman, es que el patrón oro (tipos de cambio fijos) no actúa como un estabilizador automático de los saldos comerciales. En términos sencillos: si un país tiene un déficit comercial, los tipos de cambio “flexibles” harán que su moneda se deprecie, con lo que las importaciones caerán y las exportaciones subirán. En cambio, como el patrón oro establece tipos de cambio fijos con el resto de las divisas, el ajuste no llegará a producirse. ¿Bonito verdad?

Pues no lo es. La depreciación de la moneda es, en palabras de Antal Fekete, un ejercicio de automutilación. En las economías globalizadas, buena parte de los inputs que utilizamos los adquirimos en el extranjero (pensemos simplemente en el petróleo). Una depreciación significa que parte sustancial de nuestros costes se incrementan. ¿A cambio de qué? De que los exportadores pueden vender más. ¿Pero cuál es entonces la ventaja? Venden más, pero sus márgenes se reducen (costes más altos). De hecho, si la operación resultaba provechosa, ¿por qué simplemente no redujeron sus precios antes de la depreciación? La respuesta es sencilla: porque no era una operación provechosa. Por tanto, las depreciaciones nos hunden más en la miseria. Los únicos beneficios son en el muy corto plazo: los stocks de bienes producidos con los antiguos costes sí se venden con mayor facilidad manteniendo márgenes. ¿Pero realmente esperamos solventar un problema estructural colocando el cartel de rebajas?

Una prueba palpable es el caso de Japón y EEUU. Hace 40 años, el tipo de cambio entre el yen y EEUU estaba en 380 yenes por dólar. Hoy el dólar se ha depreciado unas tres veces con respecto al yen, pero el déficit comercial de EEUU con Japón se ha multiplicado casi por 10 desde entonces.

Los tipos de cambio flexibles se cargan la división internacional del trabajo, ya que los países dejan de especializarse en aquello en lo que tienen ventaja comparativa, ya que esa ventaja viene determinada por los tipos de cambio entre las divisas que, a su vez, dependen de las decisiones de cada uno de los bancos centrales (para expandir o restringir la oferta monetaria) y de los gobiernos (para mantener o no déficit presupuestario).

Egócrata recurre a este argumento pero contándonos una trágica historia. Nos dice que una economía sufre una catástrofe que la hace entrar en recesión y que por ello pasa a comprar más bienes fuera. El déficit comercial se expande, lo que se traduce en salidas de oro del país (los extranjeros cobran en la moneda nacional y la convierten en oro). La consecuencia son subidas de tipos de interés y restricciones en la oferta monetaria para evitar la salida de oro, lo que endurece la recesión: El sesgo anti-inflacionario y anti-devaluación del patrón oro de hecho lo hace mucho más propenso a las recesiones. Y una recesión por devaluación es muy, muy dura; lo que está uno haciendo es penalizar la inversión y el consumo a favor del ahorro de forma radical, y eso acaba por penalizar a quien más consume y no ahorra, esto es, a los pobres, a golpe de paro.

Bueno, de la historieta de Egócrata me sorprenden varias cosas. La primera es que asume que sucede una catástrofe que empobrece a la población y –según parece estar implícito- la consecuencia lógica es importar del extranjero los bienes con los que ya no contamos en casa. ¿Pero cómo pagamos esos bienes? La respuesta de Egócrata parece estar: inflando la moneda. Supongo que los extranjeros serán tan tontos como para no subir los precios.

La segunda cosa que me sorprende es que diga que las devaluaciones penalizan a la inversión y al consumo a costa del ahorro. ¿Y de dónde viene la inversión sino del ahorro?

En cualquier caso, reordenemos el cuento. Si hay una catástrofe y parte de la producción interna se reduce, es evidente que alguien tendrá que consumir menos. Esto puede operar de varias formas:

a)      El que se ha empobrecido asume que se ha empobrecido y deja de consumir aquellos bienes que quería adquirir pero ya no puede.

b)      El que se ha empobrecido sigue queriendo consumir unos bienes que ya no puede adquirir, con lo que reduce su ahorro para comprarlos. Tiene a su vez dos opciones: comprarlos dentro del país o en el extranjero.

Si el empobrecido reduce su ahorro, los tipos de interés aumentarán. Si el empobrecido compra en el extranjero y sale oro del país, los tipos de interés aumentarán aun más. ¿Significa ello que proyectos que habrían sido rentables ya no podrán realizarse? No necesariamente. Es una posibilidad, sin duda. Al fin y al cabo, el empobrecido prefiere consumir a seguir financiando esos proyectos. Sin embargo, el mayor tipo de interés también atrae a los inversores extranjeros: por lo que las salidas de oro se convertirán en entradas de oro.

Al final, a uno le da igual que le preste su vecino o un tío a 1000 km. ¿Qué tendrá que pagar un mayor tipo de interés? Pues sí, no olvidemos que ha habido una catástrofe y eso ha de traducirse en algo. El mayor tipo será la forma de atraer hacia la inversión capitales nacionales o extranjeros que antes se dirigían al consumo (y sí, a diferencia de lo que diga Egócrata, para invertir hay que haber ahorrado previamente).

¿Agrava esto la recesión? En absoluto. Se asumen las pérdidas y se sigue operando. Hay, obviamente, una redistribución de riqueza, ¡pero es que parte de la riqueza la ha destruido la catástrofe!

Como digo, la solución de Egócrata pasa por fingir que “aquí no ha pasado nada” imprimiendo tanto papel como sea necesario para volver a la normalidad. Supongo que si hay menos lechugas, el remedio casero pasa con alimentarse con papel. Pero vamos, si a la catástrofe natural, le sumas la catástrofe monetaria derivada de hundir el valor de su moneda mediante inflación, no sé qué recuperación esperamos que se produzca.

Será que Egócrata aun sigue soñando con crear un sistema monetario mágico como el que tan bien criticó Rueff cuando se reformó el patrón oro: “El patrón de cambios oro ha traído una inmensa revolución derivada de los déficits sin lágrimas. Permite a los países cuyas monedas se benefician del prestigio internacional, entregar moneda sin contrapartida, prestar sin pedir prestado y adquirir sin pagar.”


Comentarios

 
Dicho de otro modo, conforme crezca el número de bienes y servicios, no es necesario contar necesariamente con más dinero, ya que estos pueden intercambiarse entre los consumidores (que a la vez son trabajadores) como en una comunidad de trueque.

Caramba, ¡de nuevo el trueque! El trueque fue abandonado justamente por sus evidentes dificultades prácticas. Pero tú eso lo sabes, una vez más defiendes a las Corporaciones, sin duda con el patrón oro, una vez más, como sucedió en la Edad Media, las Corporaciones emitirían billetes, para simplificar el comercio, y se volvería al viejo esquema del pasado: un grupo de Corporaciones (generalmente financieras) emitirían el dinero. Y todos los males de un Banco Central se reproducirían esta vez en muchos pequeños Bancos Centrales. Felicidades, de nuevo, por esta defensa a la vuelta a la Edad Media.

Para el viaje que propones mejor continuamos con un solo Banco Central, pero eso sí público.
Enviado por el día 21 de Octubre de 2007 a las 13:17 (1)
Parece que no entiendes qué es el trueque. Hoy ya opera a una escala gigantesca:

el trueque es una práctica muy habitual en el caso de las cámaras de compensación. Su funcionamiento es muy simple: si yo he comprado bienes por importe de 50.000 euros y he vendido otros bienes por importe de 40.000, tengo una deuda con la cámara de 10.000, cantidad que ella distribuirá entre los correspondientes acreedores. La diferencia entre los créditos y las deudas se salda en dinero, pero el resto de las operaciones (cuyo valor en euros es de 40.000) son, en el fondo, puro trueque.

Las cámaras de compensación son un instrumento fundamental en las sociedades modernas. Existen para multitud de productos, como depósitos a la vista, valores de renta fija, de renta variable, contratos de futuro, etc., y manejan enormes cantidades de recursos. CHIPS, la cámara de compensación para las operaciones en dólares, realiza operaciones diarias por valor de 1,6 billones de dólares con tan sólo un movimiento efectivo de tres mil millones; en otras palabras, en esta cámara se efectúa diariamente un trueque por importe de 1,597 billones de dólares. Consideraciones similares podrían realizarse con respecto a otras cámaras de compensación como Euroclear, Fedwire o LCH.


http://www.juandemariana.org/comentario/1263/diner...

Y sí, qué malo es que cada pequeño comerciante pueda emitir dinero (letras de cambio) pagaderas en una unidad universal que no monopoliza nadie (el oro).
Enviado por el día 21 de Octubre de 2007 a las 13:24 (2)
Por partes:

1. No digo que la escasez de oro frena el crecimiento. Hablo (supongo que no con suficiente claridad) de cómo un banco central puede tener (y tenía) menos oro que monedas haya en circulación; mientras la gente confie en la solvencia de la economía, eso es sostenible.

Nótese la palabra confianza. En el fondo, un esquema de este estilo sigue basándose en que la gente crea en la moneda.

2. El patrón oro sí estabiliza los patrones comerciales. La crítica no es que no lo haga, la crítica es que lo hace de una forma innecesariamente dolorosa. Una recesión es menos dolorosa si se deja devaluar la moneda que si se fuerza la economía a una contracción; ambas medidas reducen la riqueza (de nuevo, nada sale gratis), pero la devaluación/inflación lo hace de un modo bastante menos cafre.

Mi crítica sobre el patrón oro es que glorifica el tipo de cambio y la estabilidad monetaria de forma excesiva. Cuando uno se empobrece puede hacer que su moneda tenga menos valor o puede hacer que su economía "real" sea la que se estrelle. El patrón oro prefiere lo segundo. Y no, el ajuste de deflacionar no es automático, y la subida de tipos no atrae capitales inmediatamente; con la economía en recesión, el país no es interesante para invertir hasta que la crisis ha forzado los precios hacia abajo lo suficiente, y el proceso duele horrores.

Sobre eso que no hay inversión sin ahorro, por favor. Mira Estados Unidos o España en los últimos 15 años; si no hay ahorro, se importan capitales de lugares donde lo hay. El capital es una mercancia más.

Y no, no me pongas el ejemplo de la balanza comercial de Estados Unidos. No tenemos contrafáctico; no sabemos qué hubiera sucedido sin la devaluación. Por añadido, la economía japonesa es un exportador especializado, la americana se especializa en atraer y distribuir capital. No es una pareja que dé un ejemplo válido.
Enviado por el día 21 de Octubre de 2007 a las 16:51 (3)
Por cierto, no es trueque cuando hablas de intercambios con valor monetario. Es un mercado de intercambio de títulos de deuda, leches; títulos con precio puro. No es cambiar lechugas por yunques.
Enviado por el día 21 de Octubre de 2007 a las 16:57 (4)
1º Bien, y un banco central puede tener el mismo oro (o papel comercial) que billetes. Lo que se pide es que esté respaldado, no que tenga un cierto respaldo.

2º No es cierto que la estabilización sea menos cierta con devaluaciones, sobre todo si entras en un ciclo de devaluaciones competitivas. Posiblemente Keynes llegó a entender esto durante los años 30 y por eso luego propuso Bretton Woods.

Hacer que la moneda tenga menos valor significa estrellar la economía real. Estás consumiendo el capital de todos los ahorradores en esa moneda y empobreciendo a quienes cobran en moneda nacional pero tienen sus costes en moneda extranjera.

De todas formas eres tú el que habla de recesión por un desequilibrio en la balanza comercial. Lo que sucede ante un desastre natural no es una crisis GENERAL, sino particular. Hombre, que España no entre en crisis por el Prestige. Y no dejó de hacerlo por el euro.

Sobre el ahorro y la inversión, en fin... ¿Hace falta que te cite? si no hay ahorro, se importan capitales de lugares donde lo hay. Vamos, que si no hay ahorro nacional, se importa el ahorro extranjero. Pero el ahorro sigue siendo necesario. Por algo digo en el post: Al final, a uno le da igual que le preste su vecino o un tío a 1000 km.

Y por último, claro que es trueque. Es un intercambio de un bien por otro bien. Que ese intercambio tenga un valor monetario no quita que siga siendo un trueque. De hecho, el trueque se ve facilitado cuando existe una unidad de cuenta común.
Enviado por el día 21 de Octubre de 2007 a las 17:13 (5)
trueque.
1. m. Acción y efecto de trocar o trocarse.
2. m. Intercambio directo de bienes y servicios, sin mediar la intervención de dinero.
a, o en, ~.
1. locs. advs. Cambiando una cosa por otra.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados


El trueque está pensado para bienes y servicios distintos al dinero, esa es la acepción de siempre, no se trata de "entender lo que es" sino de no modificar arbitrariamente los significados de las palabras.

Otra fuente por ejemplo: El trueque es el intercambio de objetos o servicios por otros objetos o servicios y se diferencia de la compraventa en que no aparece dinero. Al contrato por el cual dos personas acuerdan un trueque se le denomina permuta.

En la cámara de compensación no hay trueque pues se compensa en todo momento dinero.

Efectivamente eaco, hasta el comerciante puede emitir una letra de cambio, dinero en suma, pero con un alcance muy inferior al papel (dinero) que pueden emitir las grandes Corporaciones.
Enviado por el día 21 de Octubre de 2007 a las 21:05 (6)
Creo que el sr. Rallo tiene razón frente a las críticas de Egocrata. primero es praxeológicamente imposible diferir todo el consumo al futuro. Por imperativos propios de la naturaleza humana necesitamos consumir cierto bienes y servicios de forma inmediata (comida, abrigo, bebida, transporte etc)por lo que es imposible que las expectativas de deflación nos afecten en buena parte de nuestro consumo. O sea tenemos que consumir a la fuerza. De Hecho esperamos que buena parte de nuestrosbienes de consumo van a ser másbaratos en el futuro que ahora.Por ejemplo esperamos que dentro de uno o dos años los ordenadores sean eldoble de potentes que hoy y más baratos, pero los necesitamos hoy y los compramoshoy. Lo mismo ocurre con los automóviles o la ropa. De hecho esa baratura futura ya se incorpora especulativamente al precio de hoy (y lo mismo ocurre con el precio dela mercancía dinero, que vería incorporada en su valor actual subiéndolo su superior precio futuro a respecto de las demás mercancías). La deflación en principio no tiene porque ser mala, salvo que sea forzosa. De hecho lamayoría delos mercados operan conexpectativas de precios más bajos en el futuro y siguen ganando dinero. El vendedor de fruta por ejemplo sabe que cada día que pasa su fruta va a valer menos y ajusta sus precios con esa expectativa.Lomismo queelfabricante de televisores o de lavadoras. Y no pasa nada.
También es correcta la apreciación de que el ajuste duro de la crisis no es necesariamente peor que el ajuste más suave, vía inflación. Si la decisión es de corte político implica la redistribución de unos sectores en favor de otros y esto es a priori injusto moralmente.
Enviado por el día 21 de Octubre de 2007 a las 22:53 (7)
¿Qué tiene de injusta moralmente una decisión política? La política es escoger; usar tipos de cambio estables o flotantes a mansalva es una decisión a tomar. La deflación penaliza más al consumo (y a la demanda agregada) que al ahorro, y quien puede ahorrar no es precisamente la mayoría.
Enviado por el día 22 de Octubre de 2007 a las 00:33 (8)
Sobre la recesión, no quería meterme en teoría de los ciclos económicos, porque la verdad, no aportarían nada a esta discusión en particular. Existen tanto en patrón oro como con moneda fiduciaria; como es el ajuste es lo que discutía hoy.

Sobre la expectativa de bajada de precios, claro que la hay en muchos productos. Pero es precio menor a producto distinto (más potente, peor fruta, etcétera) o por mejoras de productividad (es decir, los márgenes de beneficio son intactos), no estás hablando ceteris paribus. La expectativa de bajada de precios deprime el gasto; pregúntale a nadie con un piso en venta estos días.
Enviado por el día 22 de Octubre de 2007 a las 00:37 (9)
José María,

Creo que no es tan complicado. Si vas al artículo que te enlazo, podrás leer que: CHIPS, la cámara de compensación para las operaciones en dólares, realiza operaciones diarias por valor de 1,6 billones de dólares con tan sólo un movimiento efectivo de tres mil millones; en otras palabras, en esta cámara se efectúa diariamente un trueque por importe de 1,597 billones de dólares.

¿Dónde interviene el dinero en los intercambios (valorados, que no pagados) por 1,597 billones de dólares? Lo que se compensa no es dinero, sino bienes con un valor dinerario. Si tú tienes una manzana que en el mercado vale 1 euro y yo una pera que vale 2 euros, bien podemos cambiar dos manzanas por una pera. ¿No ha sido trueque? Claro que sí, otra cosa es que tomemos como referencia su valor en dinero para fijar el precio del intercambio.

¿Y qué más te da que las grandes corporaciones puedan emitir más dinero si el pequeño comerciante no tiene por qué recurrir a él? Además, una gran corporación con retrasos en el pago de sus letras, no podrá emitir todas las que quiera, por grande que sea. ¿Qué no existen? Mírate los rankings de inversión y de especulación que elaboran HOY las agencias de calificación.

Egócrata,

Eso de "quien puede ahorrar no es precisamente la mayoría" es una contradicción. Si la deflación penaliza el consumo pero la mayoría de la gente no puede ahorrar, entonces tampoco puede dejar de consumir y no se penalizaría nada. La deflación provocada por el crecimiento económico es sana y no provoca ningún inconveniente. Tú la confundes, espero que no deliberadamente, con los credit crunchs (véase tu ejemplo de los pisos), que sí son perjudiciales. No tanto por la caída de la demanda, sino por el proceso de malinversión anterior que ponen de manifiesto y por como ello afecta al balance de los bancos.

Enviado por el día 22 de Octubre de 2007 a las 09:53 (10)
josé maria: por qué no usas un banco central tú y al resto nos dejas mover oro entre fronteras y generar dinero privado (ambas cosas prohibidas de facto o de jure desde Bretton Woods). Todos los socialistas, integrales o parciales, quieren experimentar con el resto y no en su comuna hippy inicialmente.
Enviado por el día 3 de Noviembre de 2007 a las 04:54 (11)

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