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3 de Agosto de 2008

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

La teoría monetaria de David Hume

Para David Hume el dinero carece de propiedades objetiva que lo diferencien del resto de la economía. Es, simplemente, cualquier objeto que la sociedad haya acordado que sirva como medio de cambio:
El dinero es sólo el instrumento que los hombres han convenido que sirva para facilitar el intercambio de una mercancía por otra. (Of Money)
Desde el principio, por consiguiente, Hume comete dos errores fundamentales que impregnarán todo su análisis restante.

El primero es que el dinero sólo sirve como medio de intercambio. La función esencial del dinero es ser depósito de valor, esto es, ser capaz de trasladar al futuro el valor de los excedentes de producción presentes. Precisamente cuando un bien puede satisfacer esta función es cuando la gente está dispuesta a aceptarlo en cualquier transacción económica, ya que puede desvincular el acto de producción del acto de consumo.

En cierta medida, podemos decir que el dinero es un medio generalmente aceptado de intercambio porque actúa como buen depósito de valor (o porque es convertible en el bien que actúa como mejor depósito de valor).

El segundo error es que el dinero es fruto del acuerdo humano, es decir, que los seres humanos de manera deliberada han escogido que un bien pasará a desempeñar el papel de medio generalmente aceptado. El dinero puede ser cualquier objeto, no posee ninguna característica distintiva salvo ser aceptado por el resto de la comunidad.

Este es un error que deriva del primero. Ya que el dinero no tiene que cumplir ninguna función, salvo la de ser aceptado de forma irrestricta, no ha de poseer ninguna propiedad concreta y, ante las infinitas posibilidades, es la comunidad la que, de forma más o menos arbitraria, escoge una mercancía que actuará como dinero.
En realidad, el dinero sí tiene propiedades objetivas que debe cumplir: accesibilidad, facilidad de transformación, atesorabilidad, escasez relativa y demanda previa .

Esta última característica implica que el uso dinerario de un bien aparece como un añadido a otros usos que venía desempeñando con anterioridad, dicho de otro modo, a la demanda no monetaria de un bien se le añade la demanda monetaria (teorema regresivo de Mises), pero no de manera consciente, sino evolutiva: los individuos van buscando individualmente las características que mejor cumplen con la función de depósito de valor (1).

Esta mala definición del dinero y de su origen impregnan, como no podía ser de otro modo, todo el análisis restante del filósofo escocés.

Primero, Hume en ningún momento puede tomar en consideración que haya peores o mejores tipos de dinero. Dado que cualquier cosa puede ser aceptada y la aceptación es plena, no es posible mejorar el dinero (así, el oro sería tan buen dinero como el ganado, que perece y es un pésimo depósito de valor).

De hecho, aunque Hume se muestra partidario de que los metales preciosos sean dinero, la única ventaja que es capaz de señalar frente a otros bienes es que son aceptados por otros países:
[El incremento de la cantidad de dinero que conlleva el comercio es un problema] que viene compensado por las ventajas que derivamos de la posesión de los metales precios y el peso que nos proporcionan en las guerras y negociaciones internacionales. Pero no hay motivo que justifique el incremento de la cantidad de papel moneda, el cual no es aceptado en el extranjero como medio de pago. (Of Money)
Segundo, el hecho de que la característica definitoria del dinero sea su aceptación plena le lleva a considerar que el dinero sólo es importante cuando circula. Así, por ejemplo, critica el atesoramiento monetario:
La única manera en que podemos incrementar la cantidad de dinero por encima de su nivel natural es una práctica que todos deberíamos considerar destructiva, a saber, acumular granes sumas de dinero en un cofre, encerrarlas e impedir absolutamente que circulen (Of the Balance of Trade).
Y afirma que sólo el dinero y las mercancías en circulación son los que determinan los precios:
También es evidente que los precios no dependen tanto de las cantidades absolutas de mercancías y de dinero que haya en una nación, como de la cantidad de mercancías que llegan o que podrían llegar al mercado y del dinero que circula. Que la moneda se encierra en los cofres es equivalente en relación con los precios a si se la destruyera; si las mercancías son atesoradas en silos y graneros, el efecto es similar. Dado que el dinero y las mercancías nunca se cruzan en estos casos, no se pueden afectar entre sí (Of Money).
Esta injustificada crítica al atesoramiento monetario, no sólo da alas a las furiosas críticas anticapitalistas de Silvio Gesell y otros inflacionistas monetarios(2), sino que restringe el análisis monetario al dinero en circulación.
Y es que, aunque Hume parece reconocer un cierto papel a la especulación de mercancías en la fijación de los precios (al decir que dependen de la cantidad que llegan o podrían llegar) en el caso del atesoramiento de dinero parece tener una nula influencia salvo por restringir la cantidad de dinero en circulación:
Es dudoso que la disminución de la cantidad de dinero en circulación [provocada por el atesoramiento] fuese percibida por la gente o le causara perjuicio alguno, ya que iría seguida de la caída del precio de todas las mercancías (Of the Balance of Trade) (3)
En realidad, el atesoramiento de dinero condiciona el resto de los precios de la economía por sí mismo y no porque suponga una menor cantidad en circulación. Los empresarios adaptan sus estructuras productivas para captar el dinero allí donde se encuentre. El atesoramiento de dinero, por consiguiente, tenderá a que los empresarios se concentren en ofrecer los bienes de consumo o de capital que satisfagan las necesidades del atesorador. Esto necesariamente influye en la asignación de factores productivos y en la producción de bienes de consumo y, por tanto, sobre sus precios.

Y es que el atesorador es una persona que sigue produciendo a gran ritmo para el mercado pero que no encuentra ningún bien que le satisfaga. Por este motivo, cuanto más dinero atesorado haya, mayor será la tendencia de los empresarios a adaptarse a los deseos de los atesoradores.

Pero además, los precios pueden determinarse de otras formas aparte de por el dinero que circula. Los mecanismos de compensación (como las letras de cambio o las cámaras de compensación) no tienen por qué suponer movimientos de dinero y en cambio sí influyen sobre los precios.

Si la cantidad de una mercancía se incrementa sobremanera, su precio caerá aun cuando su venta se efectúe sin intercambios monetarios, sino sólo con compensación de créditos y deudas (pensemos, por ejemplo, en que el número de trabajadores en una sociedad aumenta y que los salarios se reducen disminuyendo sólo la parte de rendimiento en especie).

Sin embargo, Hume obvia todas estas relaciones económicas que ya eran muy importantes en su época y se concentra en el dinero circulante. A la luz de su teoría parece existir una correspondencia natural entre el dinero y las mercancías y el trabajo. Al fin y al cabo, si la característica del dinero es su aceptación incondicional, cada dinero representaría la obligación a aceptar una porción determinada de mercancía o trabajo:
Es evidente que el dinero no es nada más que la representación del trabajo y de las mercancías, y sólo sirve para valorarlas y estimarlas. (Of Money)
El problema de Hume es que al no considerar el dinero como un depósito de valor, esto es, como una herramienta que permite trasladar el poder adquisitivo de manera intertemporal en ausencia de opciones satisfactorias de consumo presente, sólo le queda definirlo como un catalizador del comercio:
El dinero no son las ruedas del comercio, sino el aceite que las permite moverse de manera más suave y sencilla (Of Money)
Y por tanto, como ya hemos dicho, carece de sentido hablar de calidad del dinero o del mejor servicio de traslación intertemporal de valores que pueda prestar una mayor cantidad de dinero.

Así, dado que cada unidad monetaria representa una cantidad exacta de trabajo y mercancías y que los servicios del dinero no pueden mejorarse, Hume concluye inevitablemente que los únicos elementos que pueden determinar los precios son las cantidades de dinero y mercancías. Valor del dinero equivale a su cantidad:
Es evidente que la mayor o menos cantidad de dinero no tiene consecuencia alguna, dado que lo precios de las mercancías siempre son proporcionales a la cantidad de dinero (…) Donde la moneda es más abundante como se necesita una mayor cantidad para representar la misma cantidad de mercancías, no puede tener más consecuencias que la alteración de los libros contables de los comerciantes (Of Money)
Sin embargo, como explicaría Benjamin Anderson años más tarde:
Un incremento del oro dentro de un país, si no se lo ha traído exportando una cantidad equivalente de otros bienes, es un incremento del capital. No todo el capital es dinero, pero la moneda sí lo es. El dinero actúa como herramienta de intercambio y el intercambio es parte del proceso productivo. Más dinero significa más intercambio. (The Value of Money, p.223)
De hecho, el propio Hume reconoce que el incremento de la cantidad de dinero por los descubrimientos de oro para América fue beneficiosa para la economía:
Sin embargo, hay que admitir que desde el descubrimiento de minas en América, la industria se ha incrementado en todas las naciones de Europa, excepto en las que poseían esas minas y esto puede justificarse en parte por el incremento del oro y la plata. Por consiguiente, podemos ver que en todos aquellos reinos donde el dinero comienza a afluir en cantidades crecientes, todo mejora: el trabajo y la industria se reaniman, el mercader se vuelve más emprendedor, el productor es más diligente y habilidoso e incluso el agricultor pasa su arado con mayor agrado y atención (Of Money) (4)
Hume reconoce que estos hechos son “difíciles de explicar” y teoriza con que se deben a que existe un lag temporal hasta que el incremento del dinero se materializa en incrementos de precios:
Hace falta algún tiempo antes de que el dinero circule por todo el estado y la gente lo perciba. Al principio nadie se da cuenta del cambio, pero luego los precios van subiendo de manera escalonada primero en unas mercancías, luego en otras, hasta que al final todos han alcanzado la proporción adecuada con la nueva cantidad de dinero que hay en el reino. (Of Money)
Por ello, propone como política monetaria óptima el incremento progresivo de la cantidad de dinero:
La política óptima del magistrado consiste en ir incrementando, si es posible, la cantidad de dinero ya que, de esta manera, mantiene animados los espíritus de la industria y la nación e incrementa la cantidad de trabajo, que en última instancia constituye la auténtica riqueza y poder. Una nación cuya cantidad de dinero decrece es, de hecho, una nación más débil y miserable que otras. (Of Money).
Esta teoría de Hume intenta aprovechar la rigidez a corto plazo de los precios para reducir los salarios y los precios reales de manera transitoria y estimular la producción y el consumo. Se trata de un anticipo de la futura teoría keynesiana que pretenderá rebajar los salarios mediante la política monetaria.

Con todo, los efectos de esta rigidez de precios y de rebaja de los salarios sólo pueden tener una influencia muy en el corto plazo y en todo caso se revertirían cuando los precios terminasen de subir. En realidad, la razón de peso que llevó al aumento del comercio fue que el incremento del dinero en circulación sí sirvió para mejorar las funciones que venía prestando, ya fuera como medio de cambio o depósito de valor (dado que el oro estuvo accesible a una mayor cantidad de gente). Y es que el propio Hume ofrece algún ejemplo de por qué una mayor cantidad de dinero sí permite estimular el comercio al incrementar el número de transacciones que pueden perfeccionarse:
Allí donde el dinero es tan escaso que el terrateniente no pueda obtenerlo de sus arrendatarios, se ve obligado a reclamar su renta en especie, ya sea para consumirla o para transportarla y venderla allí donde sí exista un mercado. (Of Money)
Queda claro las ineficiencias productivas que supone que, en ciertos casos, el dinero tenga un elevado valor unitario y sólo pueda lograrse mediante la enajenación de grandes volúmenes de mercancías. Un dinero más abundante, en este sentido, mejoraría la división del trabajo al eliminar actividades superfluas y redundantes y, sobre todo, permitiría al arrendatario capitalizar sus rentas.

También conviene tener presente que cuando Hume habla de subidas escalonadas de los precios de las mercancías no está sugiriendo, como podría parecer, que la subida de precios no sea equiproporcional (esto es, que sí modifique los precios relativos), sino que, aunque terminen subiendo todos de acuerdo con su proporción natural entre dinero y mercancías, algunos subirán antes y otros más tarde.

De hecho, sobre esta falaz hipótesis de que los incrementos en la cantidad de dinero se trasladan de manera proporcional a todos los sectores de la economía, Hume construye su famosa teoría antimercantilista de que los déficits exteriores tienden a autocorregirse, ya que suponen la salida de oro y con ella el abaratamiento de los precios internos, el estímulo de las exportaciones y la reducción de las importaciones:
Supongamos que cuatro quintas partes de todo el dinero de Gran Bretaña desapareciese en una noche (…) ¿cuál sería la consecuencia? ¿Acaso no se hundirían todos los precios del trabajo y las mercancías de manera proporcional? (…) ¿Qué nación podría entonces competir con nosotros en los mercados exteriores? (…) ¿Cuán pronto recuperaríamos el dinero que hemos perdido? (Of the Balance of Trade)
Dicho de manera esquemática:

Déficit (superávit) → Salida (entrada) de oro → Caída (subida) de precios internos → aumento (disminución) de las exportaciones y caída (aumento) de las importaciones → superávit (déficit).

Aunque la teoría de Hume (antes de Cantillón) prácticamente se ha convertido en canon, dista mucho de ser fidedigna. Primero, porque las salidas de oro tienden a trasladarse en un mayor tipo de descuento. Cuando los bancos ven disminuir sus reservas, descuentan menos letras de cambio, hasta que restablecen su caja al nivel deseado. El mayor tipo de descuento reduce la emisión interna de letras de cambio (además estimulan que se desinvierta en las mercancías menos rentables y se utilice el dinero para adquirir letras que proporcionan una mayor rentabilidad) y, por tanto, de mercancías que llegan directamente a los consumidores. Por consiguiente, es dudoso que las salidas de oro se traduzcan en incrementos de precios, ya que tienden a contraer también la oferta interior de bienes y servicios. Lo mismo puede decirse con respecto a las entradas de oro: la reducción del tipo de descuento tiende a incrementar el volumen de bienes y servicios y, por tanto, las alzas de precios no llegan a producirse.

Además, no todos los incrementos de precios internos tienden a generar salidas de oro. Supongamos que sube el precio de las aceitunas: en este caso, también subirá el valor de los campos de aceituneros (ya que el valor presente de sus flujos de caja futuros es mayor). Este mayor valor del campo de aceituneros permite al propietario hipotecar en el extranjero la finca obteniendo una mayor cantidad de oro prestado. Por tanto, puede que la posible reducción de las exportaciones de aceitunas (y por tanto, la reducción de las entradas de oro por esta partida) quede más que compensada por el aumento de las entradas de oro derivadas de las hipotecas. Ello por no mencionar que si las aceitunas fueran un bien de demanda muy inelástica, las subidas de precios supondrían un incremento de las entradas de oro.

Por consiguiente, no parece que los precios internos sean el mecanismo esencial y único de ajuste por el que se corrigen los desequilibrios internacional, donde los tipos de interés y de descuento vendrían a desempeñar un papel bastante más importante.

Sin embargo, dado que Hume, como hemos visto, no comprendía el papel de los mecanismos de compensación (como las letras de cambio) en la determinación de los precios, parece lógico que no hubiese llegado a estas conclusiones.

En cualquier caso, en la teoría de los flujos de oro internacionales de Hume vuelve a aparecer la errónea idea de que existe una proporción fija entre el dinero en circulación y las mercancías. Proporción que no puede alterarse de ninguna manera, esto es, no puede incrementarse o disminuirse de manera sistemática la proporción del oro circulante con las mercancías:
¿Cómo se lograría el equilibrio entre las provincias de cada reino sino gracias a este principio que hace imposible que el dinero pierda su nivel, y que o bien disminuya o aumente su proporción con respecto al de trabajo y a las mercancías que hay en cada provincia? (Of the Balance of Trade)
Parece como si cada unidad monetaria tuviera un cambio predeterminado y fijo con cada mercancía en un equilibrio perfecto internacional. De hecho, Hume sólo reconoce dos mecanismos mediante los que incrementar y disminuir sistemáticamente la proporción de dinero en un país.

Así, cree que es posible aumentarlo mediante el atesoramiento. Dado que atesorar equivale a destruir el dinero, éste tenderá a entrar en el país hasta que regrese a su proporción del oro circulante con las mercancías:
La consecuencia inmediata [del atesoramiento] sería la atracción de una suma equivalente de los países vecinos. No parece existir un límite natural a la cantidad de oro que pueda atraerse mediante el atesoramiento. (Of the Balance of Trade)
En realidad, un incremento del atesoramiento permanente que saque el dinero incluso de los mercados monetarios probablemente terminaría paralizando la economía. Al fin y al cabo, las estructuras productivas dejarían de poder amortizarse y la financiación de los bienes de consumo sería inviable. Con lo cual, se restringirían enormemente los bienes que pueden venderse en el extranjero para que siga entrando oro.

De todas formas, debe quedar claro que sólo existen tres motivos por los que una persona desee atesorar oro. La primera es que derive un placer especial de su posesión. La segunda querer disponer de liquidez inmediata para aprovechar cualquier oportunidad de mercado. Y la tercera, la incertidumbre, donde cabe incluir tanto la desconfianza en el sistema monetario, en el Gobierno o en los accidentes naturales.

Hume se muestra muy crítico con el atesoramiento, ya que considera que las grandes sumas atesoradas suelen despilfarrarse:
Un Estado débil con un gran tesoro atesorado pronto se convertiría en presa de sus vecinos y un gran Estado lo despilfarraría en proyectos absurdos. (Of the Balance of Trade)
El filósofo escocés no saca implicaciones de su crítica al atesoramiento, pero sí parece desprenderse una cierta opinión favorable a que, de alguna manera, se regule esta actividad que, como hemos visto, tilda de destructiva. Pero si fuera así, ¿acaso pretende Hume evitar que los hombres a los que les guste el oro lo atesoren? ¿Acaso pretende evitar que los individuos dispongan de caja para aprovechar inmediatamente las inversiones atractivas que surgen? ¿Acaso pretende controlar los miedos y recelos de la ciudadanía, incluso cuando en buena medida se dirigen contra el Gobierno y el sistema monetario?

Con respecto a este último punto, conviene tener en cuenta que para Hume, una de las grandes ventajas de una economía monetaria e industrializada donde el dinero circula es que el Gobierno puede recaudar los impuestos con una mayor facilidad:
Cuando la gente vive del modo antiguo, y todas las necesidades se satisfacen de la industria local o en el vecindario, los soberanos no pueden recaudar impuestos de la mayoría de los sujetos, ya que tiene que cobrarse en especie. (Of Money)
Hume parece despreciar el atesoramiento de dinero, entre cuyas finalidades más importantes está la defensa de los abusos gubernamentales y alabar la servidumbre del dinero y de la propiedad privada al poder político.

Por otro lado, Hume considera que puede reducirse la proporción de oro mediante el crédito papel (letra de cambio). En su opinión, el papel equivale al dinero y, por tanto, ocupan el lugar del oro y la plata, que dejan a partir de entonces de circular y de influir sobre los precios:
No conozco ningún método de reducir el dinero por debajo de su nivel natural que los bancos, los fondos y el crédito papel que tanto se práctica en este reino. Al ser su papel equivalente al dinero, circula por todo el estado y sustituyen al oro y la plata e incrementan proporcionalmente el precio del trabajo y las mercancías y, así, impiden que buena parte de esos metales precios circule. (Of the Balance of Trade)
Hume también critica el crédito papel, ya que en su opinión, como también hemos visto, no es auténtico dinero dado que no es aceptado de manera incondicional en las transacciones extranjeras. Es por ello que se queja amargamente de que se incremente la cantidad de crédito papel (y se reduzca la de oro) cuando con ello ni siquiera se estimula la industria en el corto plazo:
Sólo es en las transacciones con los extranjeros cuando una mayor cantidad de dinero es ventajosa; y dado que nuestro papel es totalmente insignificamente, padecemos todos los efectos perversos de la abundancia de dinero sin obtener ninguna de sus ventajas. (Of the Balance of Trade)
De hecho, Hume llega a alabar a Francia por su sistema crediticio más primitivo:
En Francia no hay bancos: las letras de los mercaderes no circulan como con nosotros. La usura y los préstamos a interés no están directamente permitidos, y por tanto se atesora en las casas. (…) De esta manera, las mercancías y el trabajo todavía se mantienen más baratas entre ellos que en las naciones vecinas. Las ventajas que tiene Francia en el comercio y en las grandes emergencias públicas son tan evidentes que no cabe dudar de ellas. (Of the Balance of Trade)
Pese a ello, Hume no defiende la prohibición de las letras de cambio, ya que admite que, pese a los perjuicios que generan, podrían ser en determinados casos beneficiosas:
Que las letras impiden la circulación del dinero es indudablemente cierto; y todos aquellos que sólo se fijen en esta circunstancia harán bien en condenarlas, pero este perjuicio podría ser compensado, incluso con ganancia, gracias al incremento de la industria y el crédito que permite el crédito papel. (Of Balance of Trade)
Este es un claro ejemplo de cómo Hume confunde el dinero como medio de pago con el dinero como depósito de valor. Las letras de cambio son un mecanismo alternativo para lograr la circulación de las mercancías. Evita que cada comerciante tenga que captar el oro de los tenedores de oro y permite que las mercancías se intercambien por mercancías. La categoría de consumidor no se restringe a la de tenedor de oro, sino a la de productor de otras mercancías en el mercado, ya sea como trabajador o como empresario.

El oro sólo entra en la ecuación para saldar los saldos acreedores netos, esto es, cuando los que venden mercancías en el mercado no encuentran bienes en contrapartida que les interesen y desean conservar su poder de compra para cuando esos bienes aparezcan.

Evidentemente, lo que las letras de cambio permiten es incrementar enormemente el volumen de comercio que se practica con una misma cantidad de oro y, por tanto, minimizar su circulación. Esto no significa que el oro desaparezca o que no cumpla ninguna función, sino sólo que va perdiendo importancia como medio de cambio.

Claro que para Hume, la única función del dinero es ser medio de cambio y por ello el oro es el auténtico dinero (porque circula por todo el mundo), por tanto la letra de cambio es falso dinero que empeora la calidad del auténtico dinero (porque reduce la circulación del oro).

Sin letras de cambio los patrones de intercambio serían muy distintos y, obviamente, peores para los consumidores y trabajadores que los que se producen allí donde las letras de cambio se desarrollan. La comparativa con Francia es muy pertinente en este sentido, ya que sin letras los intercambios en Reino Unido tendrían tan poco vigor como en el país galo.

Dicho de otro modo, cada consumidor sale beneficiado de que entren en juego las letras de cambio. Que Hume las critique con tanto énfasis pone en dudas que realmente entendiera los beneficios del libre comercio. Al fin y al cabo, no encaja muy bien que defienda la circulación de mercancías internacionales porque todas las partes salen beneficiadas en última instancia y que al mismo tiempo critique la circulación interna cuando se asiente sobre las letras de cambio, a pesar de que todas las partes salgan beneficiadas.

Y, de hecho, el temor de Hume de que las letras de cambio terminarán expulsando el oro de un país no es muy distinto al que tenían los mercantilistas de que los déficits comerciales terminaran vaciando el oro nacional.

Aun así, la posición de Hume con respecto a la prohibición de las letras de cambio es ambivalente. Ya que cuando más se aleja de defender su prohibición llega a defender incluso los mecanismos de descuento de letras con reserva fraccionaria:
Los banqueros privados descuentan letras gracias a crédito que reciben del dinero depositado y el Banco de Inglaterra opera de una manera similar con su libertad para emitir billetes en todos los pagos. Fue una invención de este tipo la que dio origen al Banco de Edimburgo y que fue una de las ideas más ingeniosas que se hayan practicado en el libre comercio y que ha sido muy ventajosa para Escocia. (Of the Balance of Trade)
Cuando es bien conocido que Hume era un encendido partidario del coeficiente de caja 100%:
Es mejor que una empresa pública disfrute del privilegio del crédito papel, que siempre existirá en cualquier reino rico. Pero incrementar artificialmente ese crédito nunca puede ser ventajoso para un país (…) Por consiguiente, ningún banco sería más beneficioso que aquel que atesorara todo el dinero que recibe y nunca aumentara la moneda en circulación, como sucede cuando vuelve a prestar parte de sus reservas para el comercio. Un banco público que operara de esta forma, podría terminar con muchas de las operaciones de los banqueros privados y de los operadores monetarios; y aun cuando el Estado tuviera que sufragar los salarios de los directores y miembros de este banco, las ventajas nacionales que se derivarían de la reducción del precio del trabajo y de la destrucción del crédito papel serían una compensación suficiente. (Of Money)
De hecho, volviendo a la parte en que parece defender de manera abierta las letras de cambio, Hume llega a sostener que del mismo modo que se descuentan letras, también pueden descontarse otro tipo de activos, con igual beneficio para la sociedad:
Las ventajas de este invento son múltiples (…) El crédito bancario equivale a dinero y cada mercader puede, de esta forma, acuñar sus casas, sus muebles, sus stocks de mercancías, los créditos extranjeros y sus barcos; y puede utilizarlos como si fueran el dinero propio del país. Si un individuo pide prestadas 1000 libras, aparte de que no siempre las pueda encontrar, tendrá que pagar intereses, las uses o no; en cambio, los costes de su crédito bancario sólo los soportará justo en el momento en que los use. Y esto equivale a que hubiese obtenido un préstao a un tipo de interés muy reducido (Of the Balance of Trade)
Hume, por consiguiente, pasa de defender de manera cerrada el coeficiente de caja 100%, sin ni siquiera permitir el descuento de letras contra las reservas, a cantar los logros del arbitraje de tipos de interés, esto es, del endeudamiento a corto con la finalidad de invertir a largo.

De hecho, el filósofo escocés sólo ve problemática a la práctica anterior por cuanto tiende a reducir la circulación de oro. ¡Cómo si la monetización de todo tipo de activos no fuese la negación misma de la liquidez, característica esencial que convierte al oro en dinero!

Es más, las afirmaciones anteriores de Hume no sólo contradicen su defensa de la reserva de caja 100%, sino también su teoría de que el tipo de interés de mercado está exclusivamente determinado por factores reales y no monetarios:
Aquellos que aseguran que la abundancia de dinero es la causa del bajo tipo de interés parecen tomar un efecto colateral como la causa, ya que la misma industria que tiende a disminuir el interés a menudo atrae gran cantidad de metales preciosos (Of Interest).
Y en todo caso, Hume defiende y critica las letras de cambio por las razones equivocadas. La virtud de las letras de cambio no es que permiten monetizar cualquier tipo de activo y reducir el tipo de interés, sino que facilitan el intercambio y, por tanto, simplifican el proceso productivo (que sólo termina cuando una deuda es saldada). El defecto de las letras de cambio no es que actúen como sustitutos del dinero, sino que pueden ser utilizadas para monetizar activos, generando los perversos ciclos económicos.

Conclusión

Como el mismo resume, la teoría monetaria de Hume se resume en:

La cantidad absoluta de los metales preciosos es del todo indiferente. Sólo dos cosas importan, a saber, que su número se incremente de manera gradual y que se esparzan y circulen por todo el Estado. (Of Money)


Los errores iniciales de Hume son dos: el dinero sólo sirve para circular y es fruto del pacto entre los individuos.

De aquí surge inevitablemente la conclusión de que cualquier objeto puede ser dinero, ya que éste carece de propiedades particulares.

El hecho de que los metales preciosos sean dinero sólo significa que la gente ha aceptado que circulen por todo el planeta. El resto de bienes, dado que tienen una circulación más restringida, son menos dinero, aunque cuando (como en el caso de las letras de cambio) presten una mejor función a sus usuarios.

A partir de aquí el filósofo escocés emprende una senda moralista, con tintes intervencionistas, donde condena el atesoramiento por cuanto impide la circulación del dinero y donde condena las letras de cambio por actuar como sustituto del dinero fetén.

De hecho, el único momento donde Hume parece aceptar las letras de cambio es para extender su uso a campos claramente inadecuados como el arbitraje intertemporal de tipos de interés.

Es más, todo este arsenal teórico de Hume lo acerca más a las posiciones mercantilistas de lo que cabría suponer en un momento. Hume no está menos preocupado que ellos en que el oro vaya a salir del país y vaya a dejar de circular, simplemente cree que no lo hará porque la cantidad de dinero tiende a igualarse entre los países.

Pero en aquellos pasajes donde considera que la cantidad de dinero sí puede verse afectada (particularmente el atesoramiento y las letras de cambio) muestra su abierta hostilidad.

Por consiguiente, Hume no sólo no entendió el fundamento último de los beneficios del libre comercio (intercambios mutuamente beneficiosos) sino que elaboró una teoría monetaria claramente deficiente y mecanicista debido a su errónea definición del dinero y de su origen que, por supuesto, no pudo servir para combatir a los nuevos mercantilistas (como Keynes) sino que, en cierto modo, les dio alas.

(1) Carl Menger, “El origen del dinero”: Sólo podemos entender el origen del dinero si aprendemos a considerar el establecimiento del procedimiento social del cual nos estamos  ocupando como un resultado espontáneo, como la consecuencia no prevista de los esfuerzos individuales y especiales de los miembros de una sociedad que poco a poco fue hallando su camino hacia una discriminación de los diferentes grados de liquidez de los productos.
(2) Gesell en El Orden Económico Natural creía que el dinero tenía que ser “un medio de cambio y nada más” ya que “La elección de ese material monetario ha permitido al comprador aguardar el momento más oportuno para la compra de las mercaderías, olvidando que esa libertad obliga al vendedor a esperar pacientemente en el mercado hasta que le plazca aparecer”.
(3) Pese a que en este caso sostenga que la disminución de la cantidad de dinero no sea problemática, como luego veremos, Hume considera que la política monetaria óptima es la estabilidad monetaria con un ligero incremento de la cantidad de dinero para estimular la industria. A la inversa, la disminución en la cantidad deprimiría la industria. De ahí que este párrafo deba leerse como que las consecuencias del atesoramiento no serían nocivas para los consumidores, algo en lo que grosso modo podría coincidir también Gesell.
(4) El propio Benjamin Anderson también expone este punto: Los efectos de los descubrimientos de oro en el Nuevo Mundo después del viaje de Colón sobre el comercio y la industria fueron tremendos. El comercio se incrementó enormemente. Walker, en su libro “Bimetalismo Internacional” se pregunta desde el punto de vista cuantitativista por qué los precios sólo aumentaron un 200% cuando el dinero lo hizo en un 470% y admite que la razón principal fue el aumento del comercio que trajo el aumento del dinero. The Value of Money, 219-220.

Comentarios

 
Se que lo sabes, pero decir que la primera mision del dinero es ser depósito de valor es un error: es ser un depósito de valor LIQUIDO.

El depósito de valor por excelencia es el capital físico; pero en general no es líquido.

Enviado por el día 3 de Agosto de 2008 a las 21:13 (1)
Sí, tienes razón, aunque yo tampoco diría que el capital físico es el mejor depósito de valor, ya que las inversiones comportan un riesgo. Digamos que es un depósito de valor muy común.
Enviado por el día 3 de Agosto de 2008 a las 23:44 (2)
Después de leer arriba y bajo este post, creo que tengo que decir, ¡viva Hume!. Hume comete errores, pero en lo esencial me parece una teoría del dinero correcta. ¿No será que le lees mal? has de tener en cuenta, primero, la época en que se escribió: lo digo por la etimología de las palabras, qe hay que leer con cuidado por su diferente valor al de hoy.
No me parece incorrecto decir que el dinero es lo que la gente acepta como dinero, de hecho es su definición más común en los libros,indenpendiente de sus funciones. Si se admite que el oro es el mejor medio de cambio, porque es divisible en muy pequeñas unidades, porque su valor es alto con ralación a la mayoría de bienes, y por lo tanto transportable sin coste alto, y por lo tanto conserva el valor en el tiempo... todas esas funciones son inserarables. Por lo tanto, es inútil decir que si primero es un bien de intercambo o es un depósito, porque una cosa va ligada a la otra.
y me parece que, implícitamente, Hume piensa en ello. Que no le guste el atesoramiento, me parece correcto: el atesoramiento de oro es una señal de crisis, que además perturba los mercados. Su desaparición hace caer a plomo los precios de los demas bienes en relación al oro, que es el primer signo de maletar macroeconómico por excelencia: la depresión. En tiempos de Hume no se llamaba así, pero ¡es evidente que existía el malestar! Ahí tenemos una prueba de que había deflaciones, no precisamente causadas por una inflación previa, como estaría tentado de decirnos ¿eaco?. Ni con oro son fáciles los equilibrios monetarios, como indirectamente se deduce de Hume. Cuando había atesoramiento, o cuando la cantidad de oro no aumentaba en paralelo a las necesidades del comercio, el oro se iba de un país a otro, ¡desagradable para el país que no había hecho nada para merecer el castigo! Y no puedo más que simpatizar con Hume, cuando ve bueno el descubrimiento de minas de oro ¡claro!
Enviado por el día 7 de Agosto de 2008 a las 21:38 (3)
1) No, el dinero no es el medio de cambio más generalmente aceptado, ya que puede haber un medio de cambio generalmente aceptado que simplemente sea el reflejo de un medio de cambio que opere como depósito de valor, pero no al revés: http://www.juandemariana.org/comentario/1807/diner...
2)Ha habido muchas ocasiones donde existía un patrón dual de dinero (ganado - sal u oro - plata), de modo que las funciones del dinero no son inseparables. Un dinero se usaba como medio de cambio (ganado) y otro para atesorar el valor (sal).
3) Los atesoramientos de oro están bien. Sólo Gesell, Keynes y los inflacionistas despreciaban el atesoramiento. El atesoramiento es la garantía de libertad del consumidor: cuando no encuentra ningún bien en el mercado que le agrade, atesora su dinero a la espera de que el empresario lo produzca.
4) Cuestión distinta son los atesoramientos con contracción crediticia, que simplemente indican que se ha incrementado la cantidad de pasivos bancarios (billetes o depósitos) por encima de la capacidad del banco para convertirlos en oro. Estos atesoramientos son un síntoma de la crisis, no su causa. La causa es la expansión de los pasivos bancarios. Y por supuesto es un síntoma que favorece la protección del patrimonio de los tenedores de oro, ¿sería preferible que los ahorradores no pudieran atesorar el oro y protegerse contra las quiebras bancarias?
5) Con el patrón oro sí había deflaciones, por las mismas causas que ahora. El problema es que sin patrón oro generas además otros desequilibrios muy grandes (cómo déficit exterior o déficit público) que agravan la crisis.
6) El oro no tiene por qué aumentar con las necesidades del comercio, para eso están las letras de cambio y las cámaras de compensación.
Enviado por el día 8 de Agosto de 2008 a las 09:49 (4)
"Los atesoramientos de oro están bien. Sólo Gesell, Keynes y los inflacionistas despreciaban el atesoramiento. El atesoramiento es la garantía de libertad del consumidor: cuando no encuentra ningún bien en el mercado que le agrade, atesora su dinero a la espera de que el empresario lo produzca "
¡Qué sentido de la economía!
En cuanto al dinero, sólo hay un medio de definirlo, y es el punto de vista evolucionista, como hace Friedman, o como dice Menger en la frase citada.
El dinero ha ido perfeccionándose con el tiempo, desde que era un bien natural -como una concha marina- aceptado por todos, para abaratar las transacciones de trueque, enormemente onerosas, hasta lo que es hoy dinero.
Ahora bien, decir que el atesoramiento es bueno (¿no querrás decir que la posibilidad de atesorar es lo bueno?) es ignorar el problema básico del dinero. Y me da igual Menger que Hume, que Friedman, con tal que se lean de buena fe. El dinero es un medio de pago generalemente aceptado, que en su larga marcha ha ido evolucionando de forma, pero de funciones no. Pero antes de que la gente supiera definir esas funciones, antes de saber leer y escribir, sabía usar dinero.
Ahora bien, en cualquier forma de dinero, siempre ha habido desequilibrios que tú, alegremente, llamas atesoramientos y dices que son buenos. Lo bueno es que haya un refugio, pero cuanto menos se use, mejor. Una huida masiva hacia el dinero expresa una general desconfianza en la vida habitual, por trastorno grave de algún elemento de la cotidianeidad: guerra, catástrofe, mala cosecha, peste, etc. O, como apunta Hume, un estancamiento de la producción de oro,o huida de oro a otro país.
Enviado por el día 8 de Agosto de 2008 a las 11:08 (5)
Ché, creo que vos "extorsionás" a Hume para hacerle decir lo que no dice. Por ejemplo, en sus ensayos sobre temas económicos (recientemente editados por Biblioteca Nueva) Hume el boludo NO está en contra de los bancos y el crédito bancario, todo lo contrario, pibe. No veo diferencia esencial entre Hume-boludo y Menger-huevón. vease el excelente ensayo de éste sobre el dinero
http://www.hacer.org/pdf/Menger01.pdf, más claro que Hume, pues ha pasado un siglo, pero sin diferencias esenciales, no más.
Por cierto, tomando el evolucionismo de Menger -y de Hayek, y Friedman- como base del pensamiento que vos decís representás, yo diría que vos estás anclados en un anacronismo dogmático inoperante, con vuestra a ultranza defensa del patrón oro. cariños,
Enviado por el día 11 de Agosto de 2008 a las 12:33 (6)

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