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14 de Septiembre de 2009

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Una nota sobre la productividad marginal y el salario mínimo

Desde hace unos meses se está produciendo un debate en la red a varias bandas sobre economía laboral. Kantor, Citoyen, Albert Esplugas o Egócrata han defendido o criticado en diversos posts si, en general, los trabajadores tienden a percibir en el mercado su productividad marginal descontada o el empresario posee algún tipo de ventaja comparativa que le permita apoderarse de una parte de la renta del trabajador.

No voy a meterme de lleno en el debate, principalmente porque ni es mi especialidad ni, además, tengo tiempo en estos momentos para iniciar una discusión muy larga. Sin embargo, si quiero apuntar un error que más o menos todos comparten y que hacen a mi juicio estas discusiones un tanto bizantinas y alejadas de la realidad (si bien, en el fondo, Esplugas tiene razón en sus argumentos y Kantor en muchos de ellos).

El error, que lastra a la ciencia económica desde lo tiempos de Adam Smith, está en considerar que los factores productivos producen “renta” o, mejor dicho, que producen una renta propia y distintiva. Adam Smith y David Ricardo, obsesionados –sobre todo el segundo– con el problema de la distribución del pastel de la renta, clasificaron los factores productivos en tres –tierra, trabajo y capital– y le asignaron a cada uno de ellos un tipo de renta –renta de la tierra, salario y beneficio. La justicia imponía que cada uno de estos factores obtuviera la renta que le correspondiera ya que, en caso contrario, unos estaban robando a otros.

El caso más conocido en este sentido es el de Marx, donde los capitalistas se apropiaban de la plusvalía de los trabajadores, esto es, las horas de trabajo trabajadas pero no remuneradas.

A la crítica marxista se respondió con relativa sencillez: cada factor productivo percibe la renta de acuerdo con su productividad marginal descontada. Marx pretendía que lo trabajadores cobraran su productividad marginal, olvidándose de que el valor no es uniforme a lo largo del tiempo. O, como decía Böhm Bawerk, una cosa es que los trabajadores perciban el valor íntegro presente de su producción futura y otra que perciban ahora el valor íntegro futuro de su producción futura.

Pero este apaño no ataca de lleno la esencia del problema. En una economía todas las rentas son iguales: rentas monetarias y el nombre que reciben depende de cómo queramos denominar al factor productivo que supuestamente las genera. ¿La renta de un autónomo es beneficio o es salario? ¿Y la renta de una explotación agrícola, es renta de la tierra o beneficio?

Más interesante es el caso de, por ejemplo, un diamante tallado. ¿Qué parte de la renta que obtenemos al venderlo puede considerarse renta de la tierra y qué parte beneficio? La respuesta habitual es que el beneficio será la parte del precio “extraordinaria” que obtenemos por haberlo tallado sobre la que habríamos obtenido de no haberlo hecho. En otras palabra, se hace necesario estandarizar algo así como “el precio de mercado de un diamante en bruto”. Lo cual, por sí mismo, tampoco nos dice mucho, ya que los diamantes en bruto hay que extraerlos y, por tanto, una parte de su precio correspondería al beneficio o al salario derivado del bien de capital o el trabajo que hemos empleado. Con cual ya hemos de referirnos al “precio de mercado de un diamante en bruto encontrado sobre la tierra” para conocer qué porción de su precio corresponde a la tierra y cuál al salario/beneficio; lo que, de nuevo, no deja de ser problemático porque aun cuando no tengamos que realizar un esfuerzo físico para extraer el diamante, sí llevamos a cabo un proceso de descubrimiento empresarial para localizarlo y para enajenarlo.

Más aún, no puede hablar propiamente de un “precio de mercado” objetivo de ningún activo. Hablar de precios desatendiendo la condiciones subjetivas del vendedor y del comprador da la impresión de que las transacciones se ejecutan en el vacío y sin fricciones de ningún tipo. Así, el precio que obtendrá por un diamante un vendedor con un gran endeudamiento a corto plazo será bastante inferior al que obtendrá un vendedor sin deudas; simplemente el primero tendrá que “malvender” el diamante y el otro podrá negociar.

Por consiguiente, la renta de los factores no es algo derivado del factor en sí mismo, sino del factor y del agente que los posee. Por tanto, ¿en qué sentido puede imputarse una renta monetaria entre distintos factores de manera objetiva o científica? Y la pregunta es particularmente sangrante en el caso de las rentas derivadas por la compra o alquiler de factores que realiza el empresario para acometer su plan empresarial.

En este caso, cada factor debería recibir la productividad marginal descontada de su contribución al lucro del plan empresarial. Pero su productividad marginal no es algo medible, aislable y propio de cada factor productivo, sino que es algo que se encuentra en la cabeza de un señor, que se presenta de manera agregada y que deriva de su plan empresarial. O dicho de otra manera, las rentas de los factores productivos no provienen de lo que ya han producido, sino de lo que se espera que produzcan. No está repartiendo una tarta dada, sino una que se espera se va a dar.

Pero entonces la productividad marginal de los factores no depende de su aportación objetiva a un proceso productivo, sino de la apreciación empresarial de la misma. El mayor o menor optimismo del empresario dará lugar a productividades marginales mayores o menores sin que el trabajador o el terrateniente varíen en nada su conducta. Por tanto, de nuevo, la productividad marginal no es propia del factor productivo, sino del factor productivo dentro del plan empresarial.

Por este motivo, se hace necesario reenforcar al asunto de la productividad marginal de los factores, no como un estado de equilibrio en el que no hay margen posible para ulteriores ganancias, sino como un proceso de ajuste (y reajuste) o descubrimiento de cuáles son los mejores procesos productivos y cuál su composición menos gravosa.

Lo esencial no es tanto si el trabajador cobra o no su productividad marginal, sino si el empresario está recibiendo rendimientos extraordinarios por su capital. En este caso, habrá una tendencia a desinvertir en aquellos procesos productivos menos rentables y a invertir en estos procesos con grandes beneficios, deprimiendo la producción y el empleo de factores en los primeros y expandiéndolos en los segundos. Dicho de otra manera, los grandes beneficios son un potente reclamo para el capital que tenderá o bien a expulsar del mercado a las empresas que paguen salarios más bajos (ya que ningún trabajador querría trabajar para ellas o ningún proveedor querría “regalarles” la mercancía”) o a expandir la producción lo suficiente como para que la tasa de beneficios de esa empresa que paga bajos salarios esté a la par que en el resto de industrias de características análogas. En ambos casos, los salarios tenderán a igualarse a su “productividad marginal”, esto es, los beneficios extraordinarios desaparecen bien por aumento de la remuneración de los factores bien por reducción de los ingresos del empresario.

Y de la misma manera que el capital se desplaza allí donde obtiene un mayor beneficio, los trabajadores o los proveedores también se desplazan allí donde les prometen una mayor renta. Esto es, se produce un arbitraje impulsado por los propios factores entre las diversas ramas de la producción: los trabajos tienden a desplazarse desde niveles bajos de salario sostenibles con la tasa de beneficio de la empresa a niveles altos de salario sostenibles con la tasa de beneficio de la empresa. Es este doble arbitraje el que garantiza la igualación de las tasas de ganancia y de los salarios y el que termina confeccionando la estructura productiva. Claro que la cuestión es qué niveles de salarios y qué tasas de beneficio son sostenibles y esto sólo puede averiguarse en un entorno competitivo: mediante la prueba y el error, la inversión y la desinversión, la contratación y el despido. Ex ante, como digo, no existen productividades marginales objetivas, así que sólo queda que la competencia entre los distintos agentes tienda a elevar los precios de los factores hasta eliminar todo beneficio extraordinario que no se corresponda con la preferencia temporal, esto es, con el tipo de interés.

¿Dónde entra en todo esto el salario mínimo y, en general, todos los procesos que tiendan a elevar forzosamente el nivel de salarios? Pues provocando un doble efecto. Primero, al elevar el precio de lo trabajadores reduce la rentabilidad extraordinaria de ciertas industrias , con lo que el capital no se trasladará a ellas o lo hará en menor medida; es decir, se reducirá el grado de reinversión en la industria. Y, segundo, aquellas industrias o secciones de industrias que dejen de ser rentables debido al incremento de costes, desaparecerán, generando desempleo legal (algunas puede que se capitalicen más para incrementar la “productividad marginal” de los trabajadores, como afirman los defensores del salario mínimo, pero en tanto el capital es escaso sólo lo lograrán a costa de descapitalizar otras industrias que serán la que generen paro).

En general, se considera que la segunda consecuencia es peor que la primera, probablemente porque la primera perjudica especialmente a los capitalistas y la segunda a los trabajadores. Sin embargo ambas son nocivas para los consumidores quienes ven disminuir la cantidad o calidad de los productos que llegan al mercado. La primera frena o ralentiza el desarrollo de una industria y la segunda expulsa industrias enteras del mercado por ser marginales (esto es, por ser las que producen los bienes y servicios menos valorados por los consumidores y que por tanto no pueden repercutir sobre sus precios los mayores salarios que han de sufragar).

Difícilmente puede decirse a priori que los salarios son más altos o más bajos de lo que deberían ser, ya que esta consideración depende de las expectativas del negocio y de la competencia. Al final, pues, las rentas extraordinarias sostenidas en el tiempo son consecuencia de poseer un factor productivo exclusivo que es el que irá concentrando el grueso de la remuneración (ya sea la marca comercial, el departamento de investigación, el excelente y visionario equipo directivo, la provisión exclusiva de diamantes…). Las restantes diferencias tenderán a eliminarse y arbitrarse y la idea de que pueden corregirse ex ante –es decir, sin dejar actuar al proceso competitivo que descubre las remuneraciones sostenibles– no pasa de ser astrología.

Tres breves comentarios adicionales para cerrar con esto:

  1. Todo lo anterior, puede conectarse con bastante facilidad con el concepto de eficiencia dinámica de Huerta de Soto, aunque no lo voy a poner negro sobre blanco ahora.
  2. Toda restricción –también la de jornada laboral o las cuotas migratorias– distorsiona la división del trabajo a través de menor cantidad de productos y salarios más elevados por la destrucción de líneas marginales de negocio y reducción de la reinversión en la economía.
  3. Pese a que no podamos saber a priori cuál es la productividad marginal de un factor, sí sabemos que existen lo que suele denominarse rentas de monopolio o de privilegio: precisamente las rentas que obtienen aquellos factores por ver restringida artificialmente su competencia; esto es, las rentas de aquellos que no tienen incentivos a participar en el proceso de mercado porque obtienen, fuerza mediante, su remuneración. El monopolio, pues, es fruto de la compartimentalización de la división del trabajo, que generalmente será resultado de la acción del Estado u otros organismos que ejerzan la violencia (mafias, grupos terroristas…).

Comentarios

 
Hola Rallo,
me gustaría que aclararas que quieres decir con "beneficio sostenible" ya que según Mises el beneficio empresarial siempre esporádico, fruto de una predicción más acertada de las futuras necesidades más urgentes de los consumidores y tiende a cero en la medida que nos acercamos a una economía de giro uniforme (equilibrio) donde por definición se igualan ingresos y costes, descontando, claro está, el interés originario o preferencia temporal.
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 10:10 (1)
Sí, me refiero al wacc, esto es, el coste medio ponderado de la inversión por plazo y riesgo. A diferencia de Mises sí creo que puede haber beneficios extraordinarios sostenibles, pero que es fruto de la excelencia empresarial. Para la mayoría de industrias el beneficio tenderá a reducirse a un roic=wacc.
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 10:24 (2)
"En una economía todas las rentas son iguales: rentas monetarias y el nombre que reciben depende de cómo queramos denominar al factor productivo que supuestamente las genera"

Esto es matizable: las rentas del trabajo y las rentas del capital son hechos contables. A su vez la distincion entre intereses y los beneficios también. En forma de dentidades contables:

Ingreso=Coste de los inputs no laborales(cost to serve y costes fijos)+VAB bruto+Impuestos a la producción

VAB bruto=Salarios+EBE

EBE(Excedente Bruto de Explotación)=beneficio+intereses

Es verdad que en el beneficio la distinción entre beneficio y renta ricardiana de la tierra no es contable (aunque las empresas mineras si tienen en su balance apuntadas las reservas).

O sea que las distinciones ricardianas se refieren a un hecho incontrovertido. La explicacion del reparto de la renta montearia en términos de aportaciones marginales no es directamente contable, sino que es una teoría de los hechos contables. O un marco de económico para entender estos hechos contables.

"La justicia imponía que cada uno de estos factores obtuviera la renta que le correspondiera ya que, en caso contrario, unos estaban robando a otros"

No me parece esa la actitud de Ricardo: el es un economista positivo por encima de todo. Por cierto era el George Soros y el Warren Buffet de su época. En cuanto a Marx, aceptaba plenamente que el trabajo recibia su productividad marginal, solo que creía que tambien debia recibir la del capital.














Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 11:26 (3)
En general, aun estando de acuerdo en mucho de lo que dices, me parece que eliges la via facil de criticar la naturaleza estilizada de la teoría, sin preguntarte si merece la pena enriquecer el análisis con otros hechos. Toda teoría implica un equilibrio entre abstracción y realidad. Decir "esto, esto y esto no están contemplados" exige a continuación añadir: "y por eso la teoria se equivoca en esto, en esto y en esto, y lo que ocurre es esto otro".

Por ejemplo:

" Así, el precio que obtendrá por un diamante un vendedor con un gran endeudamiento a corto plazo será bastante inferior al que obtendrá un vendedor sin deudas; simplemente el primero tendrá que “malvender” el diamante y el otro podrá negociar."

Esto no es cierto. En un momento del tiempo todos los oferentes en el mercado de diamantes reciben el precio único de un mercado muy líquido. Es verdad que si hay una restricción de liquidez a gran escala muchos agentes tienen que ir al mercado a la vez a malvender. Pero si un agente no endeudado fuese al mercado con ellos (por ejemplo, porque ha perdido confianza en el valor a largo plazo del activo), malvenderia lo mismo que los otros.



Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 11:32 (4)
Con que todas las rentas monetarias son iguales me refiero a que el trabajador también puede llevar su propia contabilidad y considerar su salario, descontando los gastos, como su beneficio.

Sobre Marx, pues lo que digo, quería quedarse con el descuento, que es la renta del capital.

Y sobre los mercados líquidos y demás. No y no. De hecho, ese es un fallo grave de la microeconomía neoclásica. Tú no puedes inundar el mercado con un bien y esperar que su precio sea único. Eso se observa perfectamente en bolsa, mercado bastante "líquido". Cada bien tiene sus propios spreads que se van abriendo conforme se incrementa la cantidad ofrecida o pedida. Una persona muy endeudada descargará mucha mercancía en el mercado y malvenderá, aun cuando el resto de agentes tengan mucha liquidez o precisamente por eso: si los agentes no necesitan AHORA tal cantidad de mercancías, nadie renunciará a su liquidez AHORA a menos que se le ofrezcan descuentos en el precio.
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 11:44 (5)
"Tú no puedes inundar el mercado con un bien y esperar que su precio sea único"

Será más bajo, pero igual de único. Si yo voy a liquidar un diamante al mercado, y en el mismo momento tu llevas 100, tu y yo vamos a cobrar lo mismo por ellos.





Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 11:48 (6)
Vale, el problema es que el momento en que lo lleves depende del sujeto, de si puede esperar o no. De hecho, si tú no necesitas venderlo, aun cuando ambos lo llevéis al mercado a la vez, probablemente tú obtengas un precio superior, ya que puedes amenazar con retirarlo del mercado (y por tanto puedes acercar el precio final más al bid price). Por tanto, el precio que se obtenga por un bien también depende del sujeto, del momento y de las condiciones en que pueda o necesite vender; la renta no es del tipo de bien sino del tipo de bien y sujeto.
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 11:53 (7)
Claro que depende de todo eso. Y de la gravedad de Júpiter y del aleteo de una mariposa en 1810 sobre el Golfo Méjico (resulta que la mariposa provocó un huracan que mató al que iba a ser el padre del soldado americano que iba a matar a Hitler en 1917 cuando era un cabo).

"ya que puedes amenazar con retirarlo del mercado"

El tio de los 100 diamantes iba con una etiqueta en el sombrero que ponía: "Estoy desesperado por vender.Darme argo". Y claro, asi no se puede...


Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 12:00 (8)
Bueno, por las fechas creo que era al abuelo... A veces se me olvidan los detalles de la Historia alternativa.
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 12:01 (9)
Vamos a ver, el precio de un activo no depende sólo de sus circunstancias objetivas, sino también de las subjetivas de los agentes, porque se incluye en una cartera de activos que se interrelacionan. Pretender que la renta es aislable por activo con independencia de la cartera en la que se incluye es un error. A menos que consideres que todas las transacciones se efectúan sin presión alguna.

Lo del cartelito es un mal ejemplo. Imagina que quiero vender mis acciones en bolsa ahora. Y veo que hay un inversor que está intentando descargar el 3% de las acciones de la compañía. SEGURO que el precio que voy a obtener va a ser muy bajo si vendo en ese momento; de modo que si no estoy presionado esperaré. Yo que no tengo deuda poseo esa opción, el que está descargando el 3% probablemente no y se tenga que conformar con precios mucho más bajos que si hubiese espaciado la venta. Una teoría que no tenga en cuenta cómo las posiciones de liquidez de los agentes y la propia liquidez de los bienes influye en sus precios es una teoría no sólo incompleta sino poco realista.
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 12:10 (10)
"Una teoría que no tenga en cuenta cómo las posiciones de liquidez de los agentes y la propia liquidez de los bienes influye en sus precios es una teoría no sólo incompleta sino poco realista."

Amen. Y esa teoría debe basarse en la Ley del Precio Único, que NO es la Ley del Precio Intrínseco.


Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 12:12 (11)
Vale, entonces si vendo un diamante por 100.000 euros, ¿qué parte es renta de la tierra, cuál salario y cuál beneficio?
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 12:14 (12)
En un mercado organizado como la bolsa, cuando alguien llega con un determinado volumen a comprar o a vender, es muy habitual que desplace el precio. De esa mecánica precisamente es de donde viene el movimiento de los precios. Y si hablamos de mercados no organizados los bid/ask casi se podría decir que son específicos para cada transacción.

En un mercado organizado, el que tiene prisa por vender lo lógico es que ataque el bid. El que no tiene prisa normalmente se pone con el mejor ask.

Y si el que tiene prisa necesita vender más diamantes de los que hay en ese momento a comprar en el mejor bid, tendría que atacar al segundo mejor precio y asi sucesivamente hasta que venda todos los diamantes.
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 12:33 (13)
"entonces si vendo un diamante por 100.000 euros, ¿qué parte es renta de la tierra, cuál salario y cuál beneficio?"

Digamos si compras.

1.-Si se lo compras a otro particular, CERO. No se ha producido nada, no hay renta.

2.-Si se lo compras a una empresa que lo ha producido, puedes hacer la cuenta siguiente:

Tomas la matriz inversa de Leontief, y la multiplicas por un vector que en el apartado "joyería" pone 100.000 y en los demás es cero. Luego miras en el apartado "salarios pagados a los hogares" y te sale una estimación de la parte que son rentas del trabajo corriente. Lo demás es renta del capital (rentas del trabajo pasado)+renta de la tierra. Separar esos dos conceptos es mas delicado.

Necesitarías una matriz input de la economía mundial, que no se si existe...

http://mlovell.web.wesleyan.edu/EconCalc/MatrixM2....

Reconoce que sigo sorprendiéndote!



Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 13:31 (14)
Sí, lo suficiente como para que cualquier empresario pase de ti (a menos que busque subvenciones) :)
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 13:51 (15)
Eso es especialmente injusto, teniendo en cuenta que formo parate de la exigua minoría de economistas neoclásicos que sabe contabilidad. Que encima ha tenido que aprender por mi cuenta!

http://www.amazon.com/Guide-Financial-Management-E...
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 14:33 (16)
Hombre, me refiero por lo de imputación de rentas según el origen histórico de los bienes de capital. ¿Tú crees que alguien invierte en una empresa pensando en el origen histórico de los bienes? Como dice Menger

Reducir económicamente los ingresos de una economía al “factor puro de la naturaleza”, al “trabajo puro” y a los “productos” dedicados a la producción posterior, equivale a afirmar, que para el calculo del precio de las partes del cereal bastaría considerar los precios de las partes que lo componen, es decir, del carbono, hidrógeno, oxígeno, cenizas etc.

Bien es verdad que el hombre práctico tiene un gran interés en el cálculo del beneficio neto previsible, pero no tiene un interés menor en el cálculo del beneficio neto efectivo de su economía, o sea de su empresa, y eventualmente también en el cálculo del beneficio neto resultante de su trabajo y de las partes reales del patrimonio lucrativo. No obstante, para el hombre de los negocios no tiene ninguna importancia qué parte del beneficio proviene de un factor puro de la naturaleza, o qué parte proviene del trabajo o del capital, en el sentido de productos dedicados a la producción posterior (o cualquier otra interpretación equívoca del mismo).

Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 14:46 (17)
La inversa de Leontief calcula el volumen de bienes intermedios (incluido horas de trabajo) necesarios para obtener una cantidad dada de bienes finales. No tiene nada que ver con el capital (cuya parte en el producto se calcularía como el resto entre el precio del producto y el de las horas necesarias para producirlo).

La pregunta que me has hecho es si se puede calcular que parte del precio de un diamante corresponde a cada factor. Con el factor trabajo se puede (basta ir sumando los salarios pagados en cada paso del proceso de valor añadido, siguiendo la cadena de producción de los bienes intermedios hasta los mas primitivos).

Eso sería un lio, porque habría que seguir el coste salarial de todos los bienes intermedios, pero bajo ciertas hipótesis de linealidad la matriz inversa de Leontief hace el trabajo (el paper enlazado es corto, merece la pena y solo exige algebra lineal).No se muy bien si merece la pena calcular cuanto trabajo (medido términos monetarios) lleva un diamante, pero se puede hacer.

La objeción de Menger es absurda:

"equivale a afirmar, que para el calculo del precio de las partes del cereal bastaría considerar los precios de las partes que lo componen, es decir, del carbono, hidrógeno, oxígeno, cenizas etc"

Porque el proceso por el que generamos una espiga no es la síntesis desde los elementos puros. Si lo fuese la matriz de Leontief calcularía precisamente el valor de la espiga así: sumando el precio de producir el oxigeno, el hidrógeno y el de combinarlos.

Sin embargo en nuestra economía lo que hace la matriz de Leontief es calcular el volumen de bienes intermedios necesarios para generar una tonelada de trigo (p.ej: kg de fertilizante, petróleo, o herbicida, y horas de trabajo neceserias para generar la espiga y todos los bienes intermedios que la generan en el proceso económico real).
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 20:34 (18)
Ahora, la cuestion de la aplicacion: es claro que el empresario no intenta maximizar el VAB que induce su actividad, ni el VAB que genera su empresa, ni siquiera el EBE: solo intenta maximizar los beneficios.

Por tanto está claro que en principio las matrices input-output no le sirven.

Al Estado le sirven para calibrar impuestos indirectos, y para cuestiones asociadas a seguridad del suministro y cosas así. En mi opinion a los empresarios y banqueros les puede ayudar a tener una idea del riesgo sectorial. La matriz IO convierte demanda final en demanda de bienes intermedios, y permite analizar el impacto sectorial de un shock de demanda final.

Historicamente el análisis IO tiene mala fama en Occidente porque se asocia al comunismo, pero a mi eso me parece una chorrada. Diré mas, creo que ignorar el análisis IO esta haciendo muuuucho daño a la macro moderna. Pero bueno, yo solo respondia con la máxima precision a una pregunta deliberadamente bizantina.
Enviado por el día 14 de Septiembre de 2009 a las 20:42 (19)
Sólo una precisión: los coeficientes que arroja la vetusta inversa de la matriz de Leontieff son estáticos, parten de hipótesis irreales, no considera la evolución tecnológica y no sirven para determinar diferentes tipos de renta. Los modelos IO olvidan, como decía Bastiat, "lo que no se ve", pues se usan básicamente para calcular impactos sobre la demanda de políticas fiscales (de gasto o de ingreso), olvidando otros efectos indirectos (derivados de esas políticas) sobre la propia demanda y sobre la oferta.
Enviado por el día 15 de Septiembre de 2009 a las 16:20 (20)

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