22 de Marzo de 2005

Como si de un juego de dominó estuviéramos hablando, una tras otra, las ex repúblicas soviéticas se ven envueltas en revoluciones más o menos cruentas en las que de alguna manera, los ciudadanos, perdiendo el miedo al totalitarismo comunista que padecieron o incluso que padecen aún, se tiende a conducir al país hacia un camino que si bien no se puede asegurar que sea plenamente democrático, si pretende serlo. Las dos repúblicas que han celebrado recientemente unas elecciones son el mencionado Kirguizistán y Tayikistán. Las elecciones parlamentarias de finales de febrero han terminado en ambos casos en fuertes acusaciones de fraude por parte de las dos oposiciones así como de los observadores internacionales desplazados a la zona.

Mientras Tayikistán muestra cierta tranquilidad, su compañero electoral se ha despertado con una auténtica revuelta en sus principales ciudades. Decenas de miles de ciudadanos kirguís se han manifestado violentamente hasta el punto de que en la ciudad de Jalal-Abad, la segunda del país, se han producido varios muertos en el enfrentamiento con la policía durante la toma por la fuerza de la sede del ejecutivo local. Menos sangrienta fue la toma de la ciudad de Osh, donde las fuerzas de orden público retrocedieron ante una multitud armada con palos, cócteles molotov y otras armas caseras. La turba asaltó y quemó la sedes de Interior y del Servicio de Seguridad y cuando pretendieron tomar la televisión, los líderes de la oposición detuvieron los actos violentos.

El presidente Askar Akáyev se encontró, como ya ocurrió en Ucrania, ante un dilema. El ex primer ministro Kurmanbek Bakíyev, líder del opositor Frente Popular kirguís, lanzó mensajes de tranquilidad y de diálogo sin conseguir respuesta por parte del gobierno. De lo único que tuvo, desde el principio, seguridad, es del apoyo del amigo americano y del alemán. Las embajadas de EEUU, Alemania y la OSCE mediaron en tales negociaciones a la vez que Bakíyev pidió una "presión internacional" sobre Akáyev.

Por otra parte, la UE, a través de su comisaria europea de Asuntos Exteriores, Benita Ferrero-Waldner y los EEUU hicieron declaraciones instando el fin de la violencia y el inicio de las negociaciones. Rusia tras guardar un inquietante silencio, se vio obligada a pedir calma. Quizá Putin busca no enemistarse ni con el actual presidente ni con el posible, buscando así no repetir una situación que ya se le hizo incómoda en Georgia y Ucrania. De momento y tras estos esfuerzos se ha conseguido que el presidente ordene la revisión de los resultados en los distritos conflictivos.

Se da la circunstancia que Kirguizistán cuenta en su territorio bases tanto rusas como americanas. Las primeras de su época soviética, las segundas montadas durante la intervención en Afganistán. China, otra potencia de la región, mira con cierta desconfianza la inestabilidad de su vecino, pues no se puede permitir perder influencia en la zona si quiere tener una "salida" hacia el oeste. Hay que reconocer que en pocos escenarios mundiales se pueden ver a las tres superpotencias, incluso cuatro si consideramos la India, tan íntimamente implicados. Recursos naturales, su transporte y la geoestrategia, dan a este país centroasiático de poco más de cinco millones de habitantes una importancia impensable hace décadas.