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14 de Agosto de 2007

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Areopagítica
Bitácora de Alberto Illán Oviedo

Albert Speer, urbanista en Pekín 2008

Hace mucho que superé esa fase en la que una Olimpiada puede llegar a impresionar. Supongo que la que se celebró en Barcelona en 1992 terminó por vacunarme y me abrió los ojos a lo que realmente supone para los sufridos ciudadanos que la aguantan, un montón de deuda pública, un esfuerzo a cargo del contribuyente para que al final unos deportistas becados (en el caso español) ganen alguna que otra medalla, pero sobre todo bastantes disgustos, el aficionado se sienta campeón por un día (aunque en la mayoría de los casos, sin moverse del butacón –ya se sabe eso de “hemos ganado” y “han perdido”-), los políticos de turno se feliciten por lo bien que va el deporte nacional, los grupos radicales escenifiquen sus protestas y los terroristas tengan durante unas semanas un objetivo evidente donde ejercer aquello que saben hacer bien, matar. Si por una casualidad muy grande Madrid acoge los juegos de 2016 o posteriores convocatorias, salgo echando patas de la ciudad.

Se que soy injusto, que olvido a patrocinadores privados, que algunos piensan que todas las infraestructuras que se realizan son para mejorar la ciudad donde se celebra, que lo principal es participar, que el olimpismo es sobre todo superación, pero que quieren que les diga, el espíritu del Barón de Coubertain hace mucho que pasó a mejor vida, lo mató el mercantilismo, lo mató el nacionalismo, lo mató la política y tenemos lo que tenemos.

Como ahora la política, los gobiernos y los estados y los intereses de los que los representan lo impregnan todo, no me sorprendió que se asignara a Pekín la celebración de las Olimpiadas del próximo año. Y China como buen estado totalitario ha jugado la baza de las Olimpiadas como Hitler jugó la suya en 1936, ese año donde un tal Jesse Owens, negro y de Alabama, hizo que el Führer hiciera el más absoluto de los ridículos con sus arios y maravillosos deportistas: ya saben, lo importante es participar, el esfuerzo personal y esas cosas.

El deporte siempre ha sido un instrumento de propaganda para los dictadores, no sólo Hitler y su Reich de los 1.000 años se aprovecharon de ello, la Unión Soviética y una buena cantidad de países de su órbita usaron el deporte como una manera de demostrar las maravillas de su régimen, inyectando en sus deportistas sustancias que harían las delicias de un diseñador de drogas del siglo XXI, así y a un nivel algo menor, tenemos el deporte cubano como un valladar del régimen, pese a que la mitad de la isla se muere de hambre y la ora mitad está a punto de hacerlo. Hasta Franco vistió su espíritu nacional con el chándal.

China quiere hacer todo a lo grande, no puede equivocarse, eso es impropio de un país totalitario, sólo lo hacen las decadentes democracias con sus (casi) libres mercados, su estado de derecho y esas gaitas. China no puede permitir que la lluvia estropee la inauguración y ha ideado un sistema para que, al menos en teoría, no llueva durante los días que duren los JJOO. China no puede permitir que la gente que pide los más esenciales derechos humanos para los chinos les agüe la fiesta. China, hasta se pone en plan ecologista en idioteces como los palillos desechables.

China quiere lucirse y hasta ha pensado en transformar Pekín, como Hitler pensó en cambiar Berlín y para ello ha fichado a Albert Speer. Sí, no me pongan esa cara de incredulidad, se trata del mismísimo Albert Speer... hijo. Y es que los responsables de urbanizar la ciudad han pensado a lo grande y que más grande que el estilo imperial. No tengo yo nada contra el hijo del padre, nadie hereda los pecados de sus progenitores, pero no deja de llamar la atención que ambos trabajaran para dictaduras de semejante calaña. Como curiosidad diremos que el hijo del padre diseñará una gran avenida de 100 kilómetros cuadrados de superficie que unirá la nueva estación de trenes con la ciudad histórica y que conectará los barrios residenciales, los comerciales y los grandes parques de la ciudad. Ante semejante comparación Albert Jr. se desmarca de su padre: “Mis planes no pueden ser confundidos con los suyos”, “tratamos de transportar al futuro a una ciudad de 2.00 años. El Berlín de los años 30 sólo fue un proyecto megalómano

Pues mire, querido tocayo, éste también. Las Olimpiadas de 2008 en Pekín serán un proyecto megalómano para mayor grandeza de China y su tiránico y genocida régimen totalitario. Si hay unas Olimpiadas que quiero que sean un desastre en todos los aspectos, esas son las de Pekín, por lo que ello significa, por lo que supondrá para la imagen de su régimen, por lo que se está haciendo, o mejor perpetrando contra chinos que habrán visto coartada su libertad y su capacidad de elegir para dar unas semanas de gloria a su régimen, por todos los que saldrán dopados a competir como lo hicieron en el pasado y lo hacen ahora los deportistas de los regímenes comunistas, por todo eso y por muchas cosas más que iremos sabiendo con el tiempo.


Comentarios

 
En las Olimpiadas debe existir una competición subterránea pero fundamental por su incidencia en los resultados: la de los productos dopantes indetectables aún por los jueces de la contienda y que probablemente en muchos casos no estén al alcance del resto de equipos nacionales.
Enviado por el día 14 de Agosto de 2007 a las 21:41 (1)

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