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28 de Septiembre de 2004

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La Hora de Todos
Bitácora de José Carlos Rodríguez

El Estado contra los pobres

No he querido incluir en mi anterior anotación un aspecto que prefiero ofrecer por separado. Según el artículo se puede seguir reduciendo la pobreza (que ha estado cayendo secularmente). Y ofrece un dato muy interesante: En los buenos como en los malos tiempos, la típica familia pobre con hijos está sustentada por solo 800 horas de trabajo al año: eso suma una media de 16 horas de trabajo a la semana. Si el trabajo de cada familia se incrementara hasta las 2.000 horas por año -el equivalente a un adulto trabajando 40 horas a la semana a lo largo del año- cerca del 75% de los niños pobres serían sacados de la pobreza oficial.

Como se olvida, no está de más recordar una obviedad: la riqueza es lo único que puede curar la pobreza. Y la riqueza, hay que crearla. Como explica magníficamente George Guilder, lo esencial es crear bienes, bien para utilizarlos directamente, bien (especialmente en una sociedad de orden extenso) para intercambiarlos por otros bienes. En el caso de los pobres, lo que pueden hacer para progresar es generar una renta por medio del trabajo, y después ahorrar parte de la misma para convertirla en riqueza.

Lucha contra la generación de renta
Hay muchas formas en las que el Estado atenta contra ese proceso, con especial incidencia en los pobres. La primera es en la regulación laboral, y especialmente en el salario mínimo (y aquí, aquí y aquí). Otro ataque a la generación de renta está en la extracción de los impuestos (de carácter coactivo, como sabemos).

Lucha contra la acumulación de riqueza
Otro de los ataques del Estado contra los pobres es en la acumulación de riqueza. El ahorro consiste precisamente en la transformación de renta en riqueza, y es aquí donde se produce el segundo y demoledor ataque estatal. Lo hace por medio de tres formas:
1) No permite una buena definición y defensa de los derechos de propiedad, que es el sistema que permite reflejar, adquirir y utilizar la acumulación de riqueza (ver aquí).
2) El gasto público. Aunque la lucha contra la pobreza es habitualmente la razón última con que se justifica el gasto público, éste se distribuye a los grupos de presión bien organizados y con poder político, que no tienen porqué coincidir con los pobres y además habitualmente no lo hacen. Por otro lado produce bienes que el público no desea o quiere en menor medida que los que se habrían producido en un mercado libre.
3) La inflación. Es el más perverso de los tres, porque es el que menos se entiende. En primer lugar socava la soberanía del consumidor, que se ve forzado a gastar antes de que su moneda pierda más valor. En segundo lugar perjudica el ahorro y por tanto la acumulación de riqueza. En tercer lugar redistribuye la riqueza del público en general, y en particular del que menos medios tiene para defenderse de la inflación, hacia el Estado y ciertos empresarios.

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