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1 de Julio de 2006

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Todo un hombre de Estado
Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián

Salarios y acumulación de capital

A pesar de que ahora mismo me estoy ocupando de otros asuntos, hago un paréntesis para responder a un post de Ardegas donde pretende demostrar las maldades del sistema capitalista asociadas al mercado de trabajo. Tras una exposición relativamente adecuada de la teoría austriaca de la formación del salario, procede a efectuar la siguiente observación:

las personas compiten por empleos, en vez de ser los empleadores los que compitan por obtener empleados, de manera que pueden darse el lujo de no pagarles el VPM, lo que les pagan es solamente el costo de oportunidad de emplearse. A esta situación se le conoce en el marginalismo neoclásico como explotación monopsonística

Supuestamente, esto supone una explotación del "trabajador". Ahora planteemos otra situación: tenemos un vendedor con un kilo de manzanas y 20 potenciales compradores quieren ese kilo de manzanas. Dado que el vendedor sólo se lo entregará a uno es previsible que sea al mejor postor, es decir, a la persona que esté dispuesta a desprenderse de una mayor cantidad de sus bienes para conseguir el kilo de manzanas y, así, se incurra en un intercambio mutuamente beneficioso.

Por supuesto, si en lugar de 20 potenciales compradores sólo hubiéramos tenido uno, la formación del precio se habría producido entre márgenes más amplios para el consumidor. Así, mientras en el primer caso, el precio ha quedado comprendido entre la utilidad marginal del segundo consumidor que más estaba dispuesto a pagar por las manzanas y la utilidad marginal de quien finalmente las compra, en el caso de un comprador y un vendedor, el precio se habría situado entre la utilidad marginal del comprador y la del vendedor.

Modifiquemos un poco el ejemplo. Tenemos 20 vendedores y un sólo comprador de manzanas. ¿Dónde quedará comprendido el precio? Pues entre la utilidad marginal del vendedor que menos valore las manzanas y la utilidad marginal del penúltimo vendedor que menos valore las manzanas. El vendedor que menos las valore irá expulsando sucesivamente del mercado al resto de vendedores reduciendo el precio exigido.

En el mercado de trabajo sucede eso mismo. Si tenemos muchos trabajadores que quieren entrar en un mismo puesto, los criterios de elección pueden ser variados: destreza, recomendaciones, expectativas de aprendizaje... pero también el precio. Si el empresario no considera que existan diferencias importantes entre los trabajadores, salvo el salario exigido, contratará al trabajador que esté dispuesto a trabajar más por un menor precio. En otras palabras, el empresario podrá fijar el salario entre lo que Ardegas llama "coste de oportunidad de emplearse" para el obrero que más lo valora (es decir, la menor exigencia de remuneración para lograrlo) y el segundo que más lo valora, con el límite máximo, en cualquier caso, de la productividad marginal descontada del trabajador. Conforme el trabajo vaya especializándose y el trabajador se vuelva menos sustituible, su salario se irá aproximando a la producitividad marginal descontada.

Ahora bien, esto no significa que la competencia entre trabajadores reduzca "el nivel agregado de salarios" (si queremos tener una penosa ilustración macroeconómica), sino que reducen el salario en ese puesto de trabajo. Cuando un trabajador es contratado, la competencia entre trabajadores se reduce en el resto de ocupaciones, de modo que su salario será igual o superior al que en otro caso habría sido.

Sólo hay un caso en el que podríamos concluir que la competencia entre trabajadores les proporciona una salario monetario más reducido a cada uno. Imaginemos que tenemos tres ocupaciones A, B y C y tres trabajadores X, Y, Z. Si X está dispuesto a cobrar muy poco en A (y sólo en A), Y muy poco en B (y sólo en B) y Z muy poco en C (y sólo en C), entonces X, Y y Z serán contratados en A, B y C por el menor salario posible. Ahora bien, ¿supone esto un caso de explotación? Desde luego, si impidiéramos que X compitiera en A, Y en B y Z en C, todos terminarían con un mayor salario.

El error en este caso está en olvidar que si los tres trabajadores tenían una especial preferencia por ser empleados en ese puesto concreto de trabajo (hasta el punto de renunciar a remuneración monetaria para ello), será porque habrá otras circunstancias en ese trabajo (sector, compañía, cercanía al hogar, clase de trabajo...) que le reporten al trabajador mayor utilidad psíquica.

Lo comprenderemos mejor con un ejemplo. Tenemos un kilo de peras, uno de manzanas y uno de naranjas. X es el que más está dispuesto a pagar por las peras, Y por las manzanas y Z por las naranjas. Siendo así, cada uno comprará ese producto y los precios serán lo más elevados posibles. ¿Diríamos que se produce una mejora del bienestar en caso de impedir a X comprar peras, a Y manzanas y a Z naranjas, aun cuando los precios de esos productos se redujeran? Obviamente no.

Con los trabajadores pasa lo mismo. Si cada uno está dispuesto a cobrar menos, pero sólo en un puesto de trabajo, será porque tiene una especial preferencia por trabajar en él. Los trabajadores que están dispuestos a cobrar menos en TODOS los puestos de trabajo, simplemente son retirados rápidamente de la competencia.

Por ejemplo, tenemos tres puestos A, B y C, y tres trabajadores X, Y y Z, donde X está dispuesto a cobrar menos que Y y Z en cualquiera de los tres trabajos. Pues bien, X será contratado por el empresario A, B, C que más le pague sin llegar al salario mínimo exigido por Y o Z (es decir, si suponemos que Y es el siguiente dispuesto a cobrar menos, el salario de X quedará comprendido entre la segunda mayor productividad marginal de A, B, o C y el coste de oportunidad de emplearse de Y por ese puesto de trabajo). Supongamos que lo contrata A; entonces Y y Z pugnarán por entrar en B y C. B y C tendrán que pagar un salario mayor que cuando estaba A en escena; en concreto, B deberá pagar a Y (si suponemos que es el segundo dispuesto a cobrar menos) un salario superior a la productividad marginal de C (ya que en caso contrario lo contrataría ella) e inferior al coste de oportunidad de emplearse de Z. Si coste de oportunidad de Z fuera inferior a la productividad marginal de C (de modo que si B quiere expulsar a C de la pugna, el mayor nivel del salario requerido atraerá también a Z en la competencia por ser contratado por B), entonces tendremos un caso típico de competencia bilateral. B y C querrán contratar a Y al menor precio, que vendrá a coincidir con el coste de oportunidad de Z, e Y y Z querrán obtener de B o de C el mayor salario posible, que en todo caso será la mayor productividad marginal de entre B o C.

En todo caso, recordemos. El salario de X estará comprendido entre la mayor disposición al pago de A, B o C y el coste de emplearse de Y. El salario de Y quedará fijado entre el coste de oportunidad de Z (que determina su disposición al cobro inferior) y la productividad marginal de la empresa que lo contrate. El salario de Z estará entre su coste de oportunidad y la productividad marginal de la otra empresa (lo que no significa que coincidirá con el límite inferior, ya que en ese caso tendremos una negociación 1 a 1).

Por tanto, vemos cómo en ningún caso el salario coincidirá con el coste de oportunidad de emplearse (salvo cuando, como hemos visto, el coste de oportunidad de emplearse sea específicamente menor para cada trabajador).

Esto tampoco tiene nada que ver con la explotación monopsónica a la que alude Ardegas, que en todo caso significa que los empresarios acuerdan reducir su demanda de mano de obra para lograr una reducción del salario que compense la reducción de los ingresos futuros derivados de la producción no creada. El problema de esa teoría es que supone que existen ganancias potenciales que realizar incrementando la mano de obra, de modo que cualquier empresario podría reproducir la planta de unos de sus competidores, pagar un salario ligeramente superior, eliminar a la competencia (por dejarla sin trabajadores) y ser rentable.

Pero además olvidamos dos factores fundamentales.

El primero es que si un nuevo empresario entra en escena (y ello puede suponer incluso una reducción de su oferta laboral, a menos que estemos ante un empresario que amplia líneas de negocio), tendrá que pagar más a estos trabajadores para montar su empresa y retirarlos de su ocupación actual. Por tanto, los salarios se incrementarán cuando un empresario descubra mayores oportunidades de ganancia.

El segundo, que unos menores salarios implican un mayor fondo de salarios disponible para la inversión y la investigación tecnológica. Es decir, el empresario podrá acumular más bien de capital o incrementar el período productivo del trabajo, incrementando la productividad marginal del trabajo, o bien podrá investigar en I+D, creando más riqueza e incrementando a su vez la productividad marginal del trabajo. Estos incrementos en la productividad marginal incrementan el salario de X, Y y Z, ya que elevan la disposición al pago de A, B y C, por X (al ser más productivo) e intensificará la competencia por Y y Z. En especial, hemos de recordar que el incremento de la productividad traerá, así mismo, una reducción del precio de los bienes y servicios lo que incrementará los salarios reales.

Ardegas en este punto no está muy convencido y sostiene que el incremento de la productividad generará paro: Un aumento del desempleo y una disminución de los salarios puede venir como consecuencia de una mayor acumulación de capital y de la inversión en investigación y desarrollo. Cuando se aplica a la producción innovaciones tecnológicas que ahorran trabajo hay empleos que se vuelven innecesarios, engrosando con ello el paro. Esta mano de obra parada tiende a disminuir los salarios, lo que tiene un efecto contrario al aumento inicial del VPM.

En esta afirmación se parte del supuesto de que las necesidades del ser humano se encuentran plenamente satisfechas antes del incremento de la productividad. En caso contrario, el trabajo liberado afluiría, gracias al mayor capital derivado del incremento de la productividad, hacia tareas que antes no eran rentables y que ahora pasan a serlo.

Sin embargo, podemos considerar qué efectos tendría un incremento de la productividad cuando las necesidades humanas están saciadas, esto es, la productividad no se traslada a incrementar los salarios sino, por el contrario, a reducir el número de factores productivos necesarios para obtener un output dado.

Suponiendo que son las empresas de consumo las que incrementan su productividad pero no así su producción, para producir la misma cantidad de productos demandados, reducirán su plantilla. Esto disminuirá sus costes, incrementando su rentabilidad frente al resto de industrias de capital. Siendo esto así, el capital afluirá desde las industrias de capital hacia las industrias de consumo, en forma de nuevas empresas deseosas de obtener los beneficios extraordinarios. Estas empresas no tratarán de ganar cuota de mercado aumentando la producción, sino reduciendo el precio gracias a sus menores costes. De modo que los salarios reales aumentarán.

Una reducción de los salarios nominales no modificaría el resultado de las cosas, sólo el número de cambios. Si las industrias de consumo reducen el salario de sus trabajadores, las de capital harán lo propio con los suyos, de modo que en el conjunto de la economía habrá aumentado el fondo de subsistencia, reduciendo el tipo de interés y haciendo rentable etapas de producción más alejadas del consumo (es decir, un período de producción más alargado) que, tras contratar a los trabajadores desempleados, (única mano de obra disponible) incrementarán la productividad de la economía, reduciendo los precios e incrementando los salarios reales.

Todo esto con total independencia del torpe argumento que da Ardegas: Esto puede producir un resultado paradójico, en el que la inversión en investigación y desarrollo produzca una disminución de la tasa de ganancia, ya que el descenso ulterior del precio puede que no compense la inversión inicial. Al disminuir la tasa de ganancia también disminuye la inversión, creando más desempleo y presionando los salarios hacia la baja.

El hecho de que la inversión reduzca la tasa de ganancia (que vendrá en última instancia determinada por el tipo de interés, esto es, por la cantidad de ahorro de la economía) no implica que se despida a un mayor número de trabajadores, sobre todo cuando asumimos que esos trabajadores YA han sido despedidos. El mayor ahorro supone un capital que se dirigirá hacia aquellas inversiones rentables que, al reducirse el tipo de interés, se encuentran precisamente en los bienes de capital más alejados del consumo cuyos flujos de caja actualizados permiten compensar los pagos presentes. Esa inversión sigue siendo rentable precisamente por la reducción del tipo de interés, y esa inversión requiere de trabajadores que la materialicen.

En cualquier caso, el incremento en los salarios reales tendrá un efecto esencial, de acuerdo con nuestros supuestos. Dado que los trabajadores no desean consumir mayor cantidad de bienes y servicios y estos ahora son más baratos, los trabajadores reducirán su oferta de mano de obra (pues prefieren disfrutar de más ocio) y las industrias de consumo necesitarán más mano de obra para incrementar la producción una vez se ha reducido por la reducción en la jornada laboral.

Por tanto, aquí ya vemos que los trabajadores despedidos necesariamente volverán a ser contratados (en la práctica es probable que nunca llegaran a ser despedidos, sino que la empresa redujera la jornada de toda la plantilla y bajara los precios de sus productos para evitar nuevos competidores en el mercado).

En realidad, la tesis de Ardegas entronca con las teorías del subconsumo y el keynesianismo: si los trabajadores no desean consumir más, todo incremento de la productividad significará un menor empleo, olvidando las interrelaciones en la estructura productiva.

Y todo esto, repito una vez más, partiendo del supuesto erróneo de que los consumidores tienen todas sus necesidades satisfechas a excepción del tiempo libre. ¡Cómo si no hicieran falta multitud de bienes de capital adicionales para continuar incrementando nuestro nivel de vida!

El resto de consideraciones que hace Ardegas no me interesan demasiado. Su mal análisis económico le hace creer que las empresas necesitan recurrir al Estado para financiar la I+D: Para paliar los efectos adversos del mercado capitalista se hace uso de la intervención estatal. Hay empresas que externalizan sus costos de investigación y desarrollo pasándoselos al Estado(...)Para evitar que disminuya la tasa de ganancia también se utilizan barreras al comercio internacional, y barreras a la entrada de nuevas empresas, para que la burguesía nacional pueda obtener ganancias monopolísticas.

Lo que no me queda claro es por qué las empresas iban a invertir en I+D si no les sale rentable, ¿no sería más interesante que, en lugar de pedir fondos al Estado para dilapidarlos en I+D, los pidieran para repartir dividendos a los malvados capitalistas?

Dejo de lado también por ahora las opiniones infundadas de que el trabajador es explotado por el empresario por el hecho de no percibir el que, según Ardegas, es el producto íntegro de su trabajo. Me temo que con el recurso al mercado de créditos, el trabajador puede convertirse en empresario, acumular capital y apropiarse del producto íntegro del trabajo de otros. ¿O será que los otros se apropian del producto íntegro que el empresario ha creado descubriendo la oportunidad de ganancia?

En todo caso, queda claro que la acumulación de capital y el progreso técnico incrementa de manera sostenida los salarios o, en su defecto, el tiempo libre de los trabajadores.

Comentarios

 
Me temo que Ardegas lanza estos retos para que le hagan las tareas de economia que le dejan en la escuela. ;-)
Enviado por el día 1 de Julio de 2006 a las 20:58 (1)
Jajajaja, sí.
Enviado por el día 2 de Julio de 2006 a las 04:53 (2)

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