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18 de Mayo de 2006

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La Hora de Todos
Bitácora de José Carlos Rodríguez

Racismo en la era progresista

La era progresiva, en Estados Unidos, comprende grosso modo la última década del XIX y las tres primeras del XX. Los ideales de libertad que han hecho permanentemente grande a ese país, con la permanencia que permite la Historia, decaían frente al optimismo transformador del progresismo, que con el Estado como instrumento quería reemplazar la sociedad en que vivían por otra nacida de su imaginación, mucho más perfecta y armoniosa.

Y ¿Qué mayor armonía que poner a cada raza en su sitio? Eso, al menos, debían de pensar muchos progresistas de la época, a la luz de lo que cuenta The Progressive Era and Rice, de David Southern, según veo en la recensión de Damon Root.

Tras la Guerra Civil se fueron imponiendo leyes segregadoras, que separaban a negros y blancos en diversos aspectos de la vida. Estas leyes se extendieron en la era progresiva, y más en concreto en el presidente progresista por excelencia: el historiador Woodrow Wilson. Teodoro Roosevelt fue otro gran progresista, y su negativa a permitir el voto a los negros es muy conocida.

Durante la época de la Reconstrucción, el dominio del partido Republicano (el que está ahora en el poder) llevó a la aprobación de las enmiendas 13 (prohibición de la esclavitud), 14 (que extiende el concepto de ciudadanía a todas las personas) y 15 (que prohibía discriminar por motivo de la raza a la hora de negar el derecho al voto). Las tres extendían los derechos de los negros. A ello hay que sumar dos leyes de Derechos Civiles de 1866 y 1875.

Pero los Demócratas no iban a conformarse, y los Estados en que dominaban (en el sur), seguían aprobando sus códigos de negros, que formalizaban, dando fuerza de ley, una segregación de facto en ciertos ámbitos.

Todo ello contó con el respaldo intelectual de los progresistas. David Southern explica que los progresistas en ciernes no solo leían escándalos de magnates capitalistas y críticas a la economía de laissez faire por periodistas que hurgan en lo ajeno; también leían tratados racistas que explicaban lo último de la antropología, biología, psicología, sociología, eugenética y ciencia médica. Southern se refiere a auténticos bestsellers, como The Passing of the Great Race (1916), que introducía el concepto de suicido racial. Otros títulos devorados por el progresismo de la época eran The Negro a Beast (1900) o The Negro, a Menace to American Civilization (1907). Y es que en la fraseología populista del progresismo de la época, se elevaba como héroe al hombre común, al trabajador americano, al pueblo, que en ese juego de eufemismos y comprensiones tácitas que es la política se entendía que se referían a los blancos.

El artículo recoge del libro varios ejemplos de grandes progresistas de la época, como Carter Glass, uno de los arquitectos de la Ley de la Reserva Federal de 1913, que exclamaba: ¡Discriminación! Esto es exactamente lo que proponemos. Más célebre es John R. Commons, que en sus opiniones combinó proteccionismo (la idea de que la llegada de nuevos trabajadores baja los salarios locales) y racismo.

Conspicuo es también el caso de Benjamin Pitchfork Tillman, campeón del movimiento inflacionista Free Silver, de las leyes antitrust, de la regulación del sector ferroviario, y... de la educación pública. Una educación que, claro, habría de estar restringida a los blancos, ya que según el bueno de Tillman, cuando educas a un negro, educas a un candidato a la penitenciaría o echas a perder una buena mano para el campo. Hay que recordar que los negros tenían acceso a la educación en colegios privados.

Aprovecho para recordar otro ejemplo que ya puse en su momento, cuando hablaba de segregación y educación pública. Se trata de Francis Bellamy, conocido por su utopía socialista Looking Backward. Bellamy, un hombre de progreso, un visionario de la izquierda y un supremacista conspicuo, fue siempre un gran defensor de la escuela pública. Un instrumento que, en manos de los blancos, formaría un ejército industrial de negros a su servicio, una expresión utilizada por su hermano, Edward. Éste describía su utopía progresisa segregacionista en su libro Equality.

Bellamy creó la plegaria de fidelidad: Yo rindo fidelidad a mi bandera y a la República que representa; una nación indivisible, con libertad y justicia para todos. Y todo ello con un saludo que se puso de moda en la Alemania de los 30', y que se cambió después de la IIGM. Véase.

Por último, no se crea que el profundo racismo de la izquierda ha desaparecido con la época progresista del cambio de siglo. Ahí están Gunnar Myrdal, Garret Hardin o Evo Morales entre múltiples ejemplos.

Comentarios

 
Imagino que a muchos se les habrán quedado los ojos como platos. Buen artículo.
Enviado por el día 18 de Mayo de 2006 a las 23:42 (1)
>al pueblo, que en ese juego de eufemismos y comprensiones tácitas que es la política se entendía que se referían a los blancos.

Es más, anglosajones/nórdicos y de religión protestante; nada de morenos o/y católicos/ortodoxos/judíos.

Por otra parte, como la raza estaba en peligro había que podarla; las leyes eugenésicas de castración de deficientes mentales estaban pensadas para los blancos pobres.
Enviado por el día 19 de Mayo de 2006 a las 17:38 (2)
Sí. Y no lo encuentro, pero hice una anotación en la que explicaba que los progresistas defendían el salario mínimo PORQUE expulsaba a los negros del mercado de trabajo.
Enviado por el día 19 de Mayo de 2006 a las 20:13 (3)

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