Fragmento
Do As I Say (Not As I Do)
Peter Schweizer
Doubleday, , 2005
272 páginas
La imagen de marca de Chomsky
Por Peter Schweizer
Traducido por Daniel Rodríguez Herrera
Este texto que acaba usted de leer es un fragmento del nuevo libro de Peter Schweizer, Do as I say (not as I do): Profiles in liberal hypocrisy, reproducido originalmente en Tech Central Station.
NOTA DEL AUTOR: Mientras los lectores de The Prospect encontraron en Chomsky al intelectual más importante, yo encontré en él un ejemplo perfecto del capitalismo moderno y, por sus ideas anticapitalistas, un completo hipócrita.
NOTA DEL AUTOR: Mientras los lectores de The Prospect encontraron en Chomsky al intelectual más importante, yo encontré en él un ejemplo perfecto del capitalismo moderno y, por sus ideas anticapitalistas, un completo hipócrita.
Una de las cuestiones más persistentes en el trabajo de Chomsky ha sido la lucha de clases. Ha azotado frecuentemente “el uso masivo de paraísos fiscales para trasladar la carga fiscal de los ricos al resto de la población”, y criticado la concentración de la riqueza en “fideicomisos” propiedad del uno por ciento más próspero. El código fiscal norteamericano está amañado con “complicados dispositivos para asegurarse de que los pobres –algo así como el 80% de la población– liquiden por los ricos”.
Pero los fideicomisos no deben ser tan malos. Después de todo, Chomsky, con un patrimonio neto por encima de los dos millones de dólares, decidió crear uno para sí mismo. Hace un par de años fue a una respetable empresa dirigida por respetables burgueses blancos y anglosajones, Palmer and Dodge, y con la ayuda de un abogado fiscal especializado en "planificación de impuestos sobre ingresos" puso en marcha un fideicomiso irrevocable para proteger sus activos del Tío Sam. Nombró a su abogado fiscal (¡todo radical socialista necesita uno!) y una hija como fideicomisarios. Al Fideicomiso Irrevocable Diane Chomsky (por el nombre de otra de sus hijas) ha asignado los derechos de autor de varios de sus libros, múltiples ediciones internacionales incluidas.
Cuando pregunté a Chomsky sobre este fondo empezó a sonar de lo más burgués: "No voy a disculparme por apartar dinero para mis hijos y nietos", me escribió por correo electrónico. Chomsky no ofreció ninguna explicación de por qué condena a otros igualmente orgullosos de su disposición hacia sus propios hijos y que tratan de proteger sus activos del Tío Sam. Sin embargo, dijo que sus protecciones frente a los impuestos están bien porque él y su familia están "intentando ayudar a la gente que sufre".
Ciertamente, Chomsky es rico precisamente porque ha sido un capitalista enormemente exitoso. A pesar de la retórica contraria a los beneficios, al igual que cualquier capitalista corporativo se ha convertido a sí mismo en una marca comercial. Tal y como John Lloyd aseguró, escribiendo críticamente en la publicación de izquierdas New Statesman, Chomsky está entre aquellos "abiertos a convertirse en un bien de consumo; esto es, convertirse simplemente en uno de los múltiples productos del mercado capitalista de los medios, en una manera que los periodistas y escritores mal pagados y con exceso de trabajo empleados en partidos revolucionarios raramente consiguen".
Los negocios de Chomsky funcionan de la siguiente manera. Ofrece conferencias en los campus universitarios de todo el país a 12.000 dólares la pieza, a menudo docenas de ellas al año. ¿No puede escucharlo en directo? No hay problema: puede conectarse a internet y bajarse fragmentos de conferencias anteriores por una módica cantidad. Puede escuchar a Chomsky hablar durante un minuto sobre "derechos de propiedad": le costará 79 céntimos. También se puede comprar un CD con fragmentos de antiguas conferencias por 12,99 dólares.
Pero los libros son el pilar de Chomsky, que se ha convertido en un fenómeno en el mercado editorial internacional. La marca Chomsky significa ventas inmediatas. Como explica la publicista Dana O'Hare, de Pluto Press: "¡Todo lo que tenemos que hacer es poner el nombre de Chomsky a un libro y se vende inmediatamente!".
Poner su nombre en un libro no debe confundirse con escribir un libro, porque sus más recientes volúmenes son, principalmente, transcripciones de conferencias o entrevistas que ha realizado a lo largo de los años, puestas entre cubiertas y vendidas al público. Se le podría llamar "marketing multinivel para radicales". Chomsky lo ha admitido así: "Si se observa las cosas que he escrito –artículos para Z Magazine, o libros para South End Press, o lo que sea–, se basan principalmente en charlas y encuentros, y ese tipo de cosas. Pero soy una especie de parásito. Quiero decir que estoy viviendo del activismo de otros. Y soy feliz por hacerlo".
Los esfuerzos de marketing de Chomsky tras el 11 de Septiembre dan un nuevo significado al término "especulador de guerra". En los días siguientes a la tragedia subió su precio de 9.000 a 12.000 dólares, porque súbitamente era más demandado. También hizo caja produciendo otro libro instantáneo. Seven Stories Press, una pequeña editorial, unió varias entrevistas (realizadas por correo electrónico) que Chomsky concedió en las tres semanas siguientes al ataque contra las Torres Gemelas y llevó el libro a la imprenta. Sus polémicos puntos de vista estaban de moda, sobre todo más allá de nuestras fronteras. En diciembre de 2001 habían vendido los derechos al extranjero en más de diecinueve idiomas distintos. El libro llegó a la lista de bestsellers en Estados Unidos, Canadá, India, Italia, Japón y Nueva Zelanda. Es seguro asumir que ingresó cientos de miles de dólares sólo por este volumen.
Chomsky ha sido particularmente crítico, a lo largo de los años, con los derechos de propiedad privada, que considera simplemente una herramienta de los ricos que no da ningún beneficio a la gente normal. "Cuando los derechos de propiedad son garantizados al poder y al privilegio, se puede esperar que sean dañinos para la mayoría", escribió en un foro de discusión para el Washington Post. Los derechos de propiedad intelectual son igualmente despreciables. Según Chomsky, por ejemplo, las compañías farmacéuticas que han gastado millones de dólares en el desarrollo de las medicinas no deberían tener ningún derecho a patente. Los derechos de propiedad intelectual, argumenta, "tienen que ver con el proteccionismo".
El proteccionismo es malo, sobre todo cuando es cosa de otros. Pero cuando se refiere al trabajo publicado del propio Chomsky, entonces este abogado de la apertura de la propiedad intelectual se vuelve bastante egoísta. No es aconsejable descargar el sonido de una de sus conferencias sin pagarla, advierte su compañía de discos, Alternative Tentacles (¿tuvo Andrei Sajarov acuerdo alguno con una compañía de discos?). Y en lo que se refiere a sus artículos, es mejor quedarse con las manos en los bolsillos. Si se acude a la página oficial de Noam Chomsky, la advertencia es bien clara: "El material de este sitio está sujeto a derechos de autor propiedad de Noam Chomsky y/o Noam Chomsky y sus colaboradores. Ningún material de este sitio puede ser reimpreso o republicado en otros sitios web sin permiso escrito". No obstante, el sitio web ofrece la oportunidad de "sublicenciar" el material.
Los radicales solían pensar en sus ideas como si fueran armas; Chomsky las ve como una oportunidad para licenciarlas.
Chomsky ha llegado incluso a proteger los derechos de autor de parte de su material transfiriendo la propiedad a sus hijos. Los beneficios de estos trabajos serán liquidados al tipo menor que corresponde pagar a los hijos. De este modo también se extiende el periodo de tiempo en que su familia podrá disponer de sus derechos de autor y proteger sus activos intelectuales.
En octubre de 2002 unos radicales se reunieron en Filadelfia para un acto llamado "Noam Chomsky: Medios y Democracia". Patrocinado por la Greater Philadelphia Democratic Left, por una entrada de 15 dólares se podía escuchar la conferencia y escuchar al gran hombre rumiar los males del capitalismo. Por 35 dólares adicionales se podía acudir a una recepción posterior, en la que se podía hablar directamente con él.
Durante la conferencia, Chomsky dijo al público allí reunido que "una democracia requiere unos medios libres, independientes e investigadores". Al término de la misma, Deborah Bolling, una escritora del izquierdista Philadelphia City Paper, intentó conseguir una entrevista con Chomsky. Fue rechazada. Para hablar con Chomsky, le dijeron, esta periodista "libre, independiente e investigadora" debía pagar los 35 dólares de la recepción privada.
La América Corporativa es uno de los demonios de Chomsky. Es difícil encontrar algo bueno que pudiera decir sobre los negocios norteamericanos. Pinta una visión ominosa de Estados Unidos, que sufre bajo "el gobierno mortal e irresponsable de las corporaciones". Las ha llamado "tiranías privadas", y declarado que son "tan totalitarias como el bolchevismo y el fascismo". El capitalismo es, en sus palabras, una "catástrofe grotesca".
No deja de ser extraño lo que sucede con su plan de pensiones.
Chomsky, con toda la indignación moral que siente contra las empresas norteamericanas, se ha dado cuenta de que son una inversión bastante buena. Cuando hizo las decisiones de inversión para su plan de pensiones en el MIT no acudió al mercado de dinero, o a los bonos del Estado. En su lugar, colocó el dinero en acciones de primera línea e invirtió en el fondo de valores TIAA-CREF. Un vistazo a la cartera de valores del mencionado fondo revela rápidamente que invierte en un montón de negocios que Chomsky asegura encontrar horrendos: compañías petrolíferas, contratistas militares, farmacéuticas, etcétera.
Cuando pregunté a Chomsky sobre su cartera de inversiones se enrocó en la defensa "qué otra cosa puedo hacer": "¿Debería vivir en una cabaña en Montana?", preguntó. Era una forma inteligente de esquivar el asunto. Chomsky estaba asegurando que simplemente no hay manera otra manera de evitar verse envuelto en el mercado de valores además de la de retirarse por completo del sistema capitalista. Sin duda, sabe que no es así. En estos tiempos hay muchos fondos alternativos que permiten invertir dinero en empresas "verdes" o "socialmente responsables". El problema es que no ofrecen el máximo beneficio posible.