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Recursos naturales y medio ambiente

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Traducido por Mariano Bas Uribe

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Parte A. Recursos naturales

2. La ley de los rendimientos decrecientes

La fabricación de cualquier producto requiere el uso de al menos dos factores de producción, por ejemplo, trabajo y tierra, o trabajo, terrenos, una fábrica y maquinaria y materiales.[1] Por supuesto, la combinación de factores de producción puede ser bastante más compleja, incluyendo cosas como distintas máquinas, materiales, medios de transporte y combustibles, tanto para hacer funcionar los medios de transporte como para dar luz y energía a las fábricas afectadas.

Ahora, si todos los factores necesarios para la fabricación de un producto se incrementan en la misma proporción, por ejemplo si se doblara la cantidad de todos ellos, lo esperable sería que la cantidad del producto también se incrementara en esa proporción, en este caso, se doblara. Sin embargo, normalmente también es posible incrementar la producción incrementando la cantidad de sólo algunos de factores de producción necesarios. Por ejemplo, la cantidad de productos producidos en una granja puede incrementarse incrementando sólo la cantidad de trabajo, o de trabajo y equipamiento juntos, sin incrementar la cantidad de terreno empleado. En las manufacturas, casi siempre es posible incrementar la producción en las fábricas existentes, simplemente incrementando la cantidad de trabajo, materiales y combustible empleados y por tanto sin incrementar el número ni el tamaño de los edificios ni siquiera la cantidad de maquinaria empleada.

Todos esos casos están sujetos a la ley de los rendimientos decrecientes o, como a veces se la denomina, la ley de los rendimientos no proporcionales. La ley de los rendimientos decrecientes establece que bajo un estado de conocimiento tecnológico dado, el uso de cantidades sucesivamente mayores de cualquier factor de producción o combinación de factores de producción, en conjunción con una cantidad fija de cualquier otro factor o factores de producción necesarios, deberá en un momento dado producir menos que los incrementos proporcionales añadidos. Por ejemplo, doblar repetidamente el trabajo y equipamiento en un terreno determinado deberá en un momento dado producir menos del doble en este terreno.

Si esto no fuera así, entonces todas las necesidades de alimento del mundo podrían producirse en ese pedazo de terreno. Igualmente, toda la oferta del mundo de cualquier bien podría producirse en una sola fábrica. El hecho de que antes o después harán falta más tierra y más fábricas, más de todos los factores de producción, para producir más de cualquier cosa, es la evidencia de la existencia de la ley de los rendimientos decrecientes. Este punto se alcanza cuando tras la simple aplicación de más factores de producción—los llamados factores variables de producción—inicialmente permiten incrementar los resultados en una cantidad adicional menor que la proporción que la cantidad de factores variables de producción añadidos y, al final, no la incrementan en absoluto. Antes o después, Para incrementar la producción en la misma cantidad en que se incrementan los factores variables de producción, o incluso para incrementarla absolutamente, resulta necesario incrementar la cantidad de factores de producción que inicialmente se han mantenido fijos (los llamados factores fijos de producción).

Este obligatoriedad es resultado de lo que von Mises llamó la “determinación cuantitativa”. Todo lo físico tiene sólo una capacidad determinada y delimitada de producir efectos. Esta capacidad puede agotarse de una sola vez o puede ir apareciendo más o menos gradualmente. Por ejemplo, la capacidad para producir pan de una cantidad concreta de harina de una calidad determinada se agota completamente en la producción de una determinada cantidad de pan de un determinado tipo. No es posible producir más de ese pan sin disponer de más de esa harina. La simple aplicación de más trabajo no hará fabricar más producto.

En otros casos, como en la carga de un camión cada vez mayor, es posible incrementar la cantidad de trabajo empleado desproporcionadamente y conseguir producir más del producto, en este caso más cargamento en un camión concreto. Pero de nuevo, antes o después, el transporte de más cargamento requerirá otro camión, y antes de que otro camión resulte completamente esencial, el transporte de más cargamento en relación con la utilización de determinada cantidad de trabajo requerirá un nuevo camión. Esto último refleja el hecho de que son necesarios incrementos desproporcionados en al cantidad de trabajo para conseguir incrementos adicionales en la cantidad de cargamento puesta en un camión determinado. En ambos casos, el de la harina y el del camión, la capacidad del factor fijo de producción para dar rendimientos está limitada y ante so después se requerirá más del factor fijo para fabricar más producto y/o para mantener la productividad del o de los factores variables de producción.[2]

Tabla 3-1. Rendimientos decrecientes
Cantidad de trabajo empleado en una granja de 100 acres (en hombres/año) Producción (en bushels) Incremento en producción Producción media por trabajador
1 100 100 100
2 190 90 95
3 270 80 90
4 340 70 85

La Tabla 3-1 ofrece una ilustración cuantitativa de cómo operan los rendimientos decrecientes en el contexto de la aplicación de distintas cantidades de trabajo en una granja de un determinado número de acres. Se ve claramente cómo se requiere más del factor fijo de producción para mantener la productividad de los factores variables de producción mucho antes de se una necesidad absoluta para producir determinada cantidad adicional del producto. Así en la tabla 3-1, mientras que puede producirse más simplemente empleando más trabajo, es necesario utilizar más terreno para evitar que la productividad laboral decaiga. Por ejemplo, la tabla muestra 85 unidades como la producción media por trabajador como resultado del empleo de 4 hombres-año de trabajo en una granja de 100 acres. Al mismo tiempo, la tabla implica que para esas granjas de 100 acres, la producción media por trabajador sería de 100 unidades, en lugar de 85.

En el único contexto en que la ley de los rendimientos decrecientes no puede aplicarse es en el de las fórmulas o recetas tecnológicas, esto es, en las ideas. Idéntica idea puede aplicarse una y otra vez hasta el infinito, sin pérdida alguna en su capacidad de servicio y por tanto no hay disminución alguna en la productividad de los demás factores de producción.[3]

Íntimamente relacionado con la ley de rendimientos decrecientes se encuentra un fenómeno paralelo identificado por el gran economista clásico David Ricardo, que opera desde la base del propio interés racional. Es el hecho de si la gente tiene conocimiento y capacidad para elegir, escogerá explotar la tierra y las minas donde sea mayor la productividad de su trabajo. Tal como lo expresó Ricardo, empezarán cultivando terrenos y explotando depósitos minerales de primera calidad. Sólo cuando la población llegue al punto en que se hayan hecho productivos todos los terrenos y depósitos minerales de primera calidad, recurrirán a terrenos y depósitos de la segunda calidad, que ahora representan los terrenos y depósitos más productivos que hay disponibles. En comparación con los terrenos de primera calidad, los de segunda calidad tenderán a estar más lejos de los mercados a los que sirven, más altos en las laderas de las colinas y a ser más pedregosos; las minas de segunda calidad también tenderán a estar más lejos del mercado al que sirven, tendrán menas menos puras y requerirán excavaciones más profundas.

Posteriores incrementos de población y la puesta en producción de más y más terrenos y depósitos minerales de segunda calidad llevan al final a recurrir a terrenos y depósitos de tercera calidad, que en este momento se convierten en los más productivos de entre los aún disponibles, y después de ellos, a los de cuarta e inferiores calidades. Así, un año-hombre de trabajo llevado a cabo en un terreno de primera calidad puede producir 100 unidades, mientras que un año-hombre idéntico de segunda calidad produciría 90 unidades, y un terreno de tercera calidad, 80 unidades y, por fin, el terreno de cuarta calidad, sólo 70 unidades.[4]

La necesidad de recurrir progresivamente a terrenos de grados inferiores de productividad opera precisamente de la misma forma que los rendimientos decrecientes acompañando el empleo de más y más trabajo en cualquier porción de terreno. De hecho, los dos procesos van de la mano. En los ejemplos mostrados, cuando se hace necesario cultivar tierra de segunda calidad, el terreno de primera calidad puede cultivarse más intensamente y el rendimiento añadido obtenido por el empleo del segundo año-hombre sobre el terreno de segunda calidad igualaría la producción del primer año-hombre en el terreno de segunda calidad, esto es, 90. Igualmente, cuando se hace necesario cultivar tierra de tercera calidad, el terreno de segunda calidad puede cultivarse más intensamente y el cultivo del terreno de primera calidad aún más. En nuestros ejemplos, la producción del primer año-hombre en el terreno de tercera calidad es igual al del segundo año-hombre en el terreno de segunda calidad y del tercer año-hombre en el de primera calidad, esto es, 80.

 

La ley de los rendimientos decrecientes y el ilimitado potencial de los recursos naturales

La ley de los rendimientos decrecientes no contradice en modo alguno la proposición previamente establecida de que no hay límite en la práctica a la oferta potencial de recursos naturales económicamente utilizables. Esto ocurre porque la ley de los rendimientos decrecientes aplicada a la agricultura y la minería sólo aplica en un momento dado, en el contexto de un estado concreto de la tecnología y los bienes de equipo. Con el paso del tiempo, puede lograrse un crecimiento económico. De hecho, en una sociedad capitalista de división del trabajo, con su racionalidad y sus incentivos, tanto monetarios como culturales, para la aplicación continua de la razón a los problemas de la vida humana, el crecimiento económico es la norma.[5]

Los avances tecnológicos y las mejoras en bienes de equipo, que este tipo de sociedad hacen posibles, pueden fácilmente compensar los efectos de la ley de los rendimientos decrecientes, y por un amplio margen. La determinación cuantitativa continúa existiendo y continúa siendo cierto que, por ejemplo, sólo puede hornearse determinada cantidad de pan de una determinada calidad a partir de una determinada cantidad de harina, o generar determinada cantidad de calor de una libra de carbón. Sin embargo, se han encontrado formas para que con la misma cantidad de trabajo humano se pueda cultivar o explotar mayores cantidades de terreno y para generar mayores cantidades de tierra disponibles para su cultivo o explotación. En agricultura, esto ocurre a través de medios como la utilización de tractores y cosechadoras y el desarrollo de métodos mejorados de irrigación. En la explotación minera, esto ocurre a través de medios como la utilización de palas mecánicas, buldózeres, mejores perforadoras y explosivos más potentes. Además, al incrementarse el conocimiento científico y tecnológico, se encuentran formas para incrementar radicalmente el poder productivo de cada acre de tierra o minero. En agricultura, esto ocurre a través de medios como mejorar la composición química del suelo, el uso de insecticidas y herbicidas, el desarrollo de mejores tipos de semillas y, por supuesto, otra vez, de mejor irrigación. En la explotación minera, esto ocurre a través de medios como encontrar maneras de procesar menas previamente imposibles o muy caras de procesar—por ejemplo, adquiriendo la capacidad de mover cargas de varias toneladas con menos esfuerzo que el que se requería anteriormente para mover una sola paletada, y aprendiendo a descomponer elementos a partir de diferentes componentes y hacerlo a menor coste, como aprendiendo a obtener hierro a partir de compuestos sulfurosos así como de compuestos óxidos y hacerlo a menor coste.

Por tanto en una sociedad capitalista de división del trabajo, el uso más intensivo o extensivo de terrenos encuentra rendimientos decrecientes, ya sea en 1894 o en 1994. Pero en una sociedad de este tipo, en 1994 el progreso económico ha mejorado en tal manera los poderes del trabajo humano que los terrenos más pobres y las peores minas actualmente en explotación son cientos de veces más productivos que los mejores terrenos y minas en explotación en 1894, y el punto en el cual la productividad del trabajo disminuye en la agricultura y la minería en 1994 está cientos de veces por encima del punto en que disminuían en 1894. De hecho, gracias al crecimiento económico, hoy día es posible aprovechar incluso terreno extremadamente submarginal—auténtico desierto—y, mediante el traslado de agua y el añadido de determinados productos químicos al suelo, hacer ese terreno incomparablemente más productivo de lo que eran los mejores terrenos de hace unas pocas generaciones, como se ha hecho en Israel y en el Imperial Valley de California. En el caso de la minería, pueden encontrarse ejemplos similares. De hecho ha sido tan grande el acceso a nuevos terrenos y el incremento en las cosechas por acre en todo tipo de terrenos, que grandes extensiones han dejado de cultivarse y han vuelto a ser bosques y pastizales. Este es el caso de grandes porciones el Este de Estados Unidos, a medida que aparecían mejores tierras en el Medio Oeste, y en Gran Bretaña, cuando los territorios americanos se convirtieron en fuentes de suministro.

Con aún mayor crecimiento económico, esos resultados continuarán consiguiéndose en el futuro. Por ejemplo, en años recientes se ha demostrado que pueden cultivarse multitud de variedades vegetales en sustratos y soluciones científicamente controlados en edificios de pisos, virtualmente en fábricas. Por supuesto, esto es un desarrollo potencialmente equivalente a un incremento prácticamente ilimitado en la oferta de terreno agrícola. La ingeniería genética, actualmente en pañales, también ofrece un potencial enorme. En el caso de la minería, probablemente algún día será posible con la ayuda de explosiones controladas de tipo atómico o de hidrógeno, remover las más inmensas cantidades de tierra a un coste mínimo. Y probablemente el hombre pueda en el futuro realizar actividades mineras, e incluso agrícolas, no sólo bajo el mar, sino en cualquier lugar del sistema solar y más allá.

Por tanto, el principio básico sigue siendo que mientras el hombre incremente su conocimiento y poder sobre el mundo—es decir, el universo—la oferta de recursos naturales accesibles y económicamente utilizables continuará incrementándose, e incrementándose por unidad de trabajo empleado.

La discusión de la ley de los rendimientos decrecientes confirma el hecho de que el único factor limitativo de la producción—el único agente de producción fundamentalmente escaso—es el trabajo humano, nunca el terreno o los recursos naturales. Siempre hay terreno no cultivado que pueda cultivarse o terreno ya cultivado que pueda cultivarse más intensivamente y depósitos minerales conocidos pero actualmente sin explotar o que se explotan, pero pueden explotarse más intensivamente. Por ejemplo, está todo el terreno que queda como pastizales o bosques naturales, que podrían usarse fácilmente para cultivar la tierra y enormes cantidades de terreno desértico que asimismo podrían usarse potencialmente para el cultivo. Como ejemplo para el caso de los minerales, hay, como ya se ha mencionado, enormes depósitos de petróleo en forma de sedimentos y arenas bituminosas que nunca se han tocado. Y aproximadamente dos tercios del petróleo en campos petrolíferos convencionales se ha quedado en la tierra.

La razón por la que se han dejado sin usar terrenos y depósitos minerales utilizables es que el trabajo que requeriría trabajar en ellos tendría que detraerse o bien de tierras o depósitos mejores, cuya productividad es mayor, o bien de la producción de otros bienes que son más importantes que la producción de productos agrícolas o minerales adicionales. Por ejemplo, para cultivar terreno que ahora dejamos sin usar, tendríamos que detraer trabajo de mejores terrenos de cultivo, cuya productividad es mayor, o de la producción de otros bienes que tienen mayor importancia para los compradores que los productos agrícolas adicionales.

Por la misma razón no explotamos cada terreno o mina hasta el máximo posible. El trabajo adicional que sería necesario debería venir o bien de otros terrenos o minas donde la operación de rendimientos decrecientes no ha llegado tan lejos, y por tanto cuya productividad del trabajo es mayor, o bien de la producción otros bienes que tienen mayor importancia para los compradores que los productos agrícolas o mineros adicionales. Por ejemplo, para obtener los dos tercios restantes de petróleo de un campo petrolífero convencional, deberíamos dejar de lado el tercio normalmente extraído de una docena de otros campos petrolíferos, porque necesitaríamos mucho trabajo adicional. O tendríamos que dejar otros bienes en cantidades que juzgamos ser más importantes que el petróleo adicional.

De todas formas, debería quedar claro que si realmente necesitamos más productos agrícolas o minerales, podemos obtenerlos quitando trabajo en otras áreas y aplicándolo a las granjas o minas existentes o a terrenos o depósitos minerales que sabemos son capaces de producirlos, pero que hasta ahora habían quedado abandonados porque su explotación no era rentable. Por tanto, incluso a corto plazo, esto es, sin necesidad de esperar a nuevos avances o descubrimientos tecnológicos, las necesidades de producción nunca se verán restringidas por falta de materias primas.

Por supuesto, con crecimiento económico, que es lo que cabe esperar bajo el capitalismo, podemos disponer de más y más materias primas, no sólo sin quitar trabajo de otras áreas, sino incluso poniendo trabajo a su disposición. La historia económica de los dos últimos siglos, por ejemplo, muestra no sólo un incremento radical en la oferta de materias primas de todo tipo, sino también un decrecimiento radical en la proporción de trabajo dedicado a la agricultura y la minería, y un incremento correspondiente en la proporción de trabajo dedicada a la manufactura y a las distintas industrias de servicios. Estos resultados pueden comprenderse sencillamente imaginando un incremento multiplicado por cien en la productividad del trabajo en la producción de materias primas, acompañado por unas necesidades de consumo sólo diez veces mayores en la cantidad de materias primas, antes de dar preferencia a mayores cantidades de bienes manufacturados y servicios. En estas circunstancias, en lugar de emplear 100 trabajadores en agricultura y minería para producir 100 veces más materias primas, 10 de esos trabajadores se emplearán para producir 10 veces esos bienes y 90 trabajadores previamente empleados para producir esos bienes quedarán libres para producir más de otras cosas.

 

Los rendimientos decrecientes y la necesidad del crecimiento económico

La existencia de la ley de los retornos decrecientes implica que el crecimiento económico es necesario no sólo para mejorar el nivel de vida, sino para mantener el nivel de vida cualquiera que sea éste. En ausencia de crecimiento económico, una población creciente ocasionaría rendimientos decrecientes tanto en la agricultura como en la minería, porque la mayor demanda de alimentos y minerales que requeriría la mayor población, necesitaría recurrir a terrenos y minas demasiado pobres para ser explotados hasta ahora y una explotación más intensiva de los terrenos y minas ya en uso. Incluso si la población no crece, los rendimientos decrecientes aún aparecerían en la minería, a medida que se extinguen las menas más cercanas a la superficie y por tanto más fáciles de trabajar. (En el caso de la minería, los rendimientos decrecientes de hecho acompañan a la repetición de la misma cantidad de trabajo en el tiempo, no sólo a la aplicación de trabajo adicional en el mismo momento).

Por tanto, aun con una población constante, en ausencia de crecimiento económico, el nivel de vida decrece en lugar de mantenerse estable. Cuando se mantiene estable, lo hace como consecuencia de un crecimiento económico al menos suficiente para equilibrar la ley de rendimientos decrecientes en la minería.

Estos hechos deberían ser significativos para juzgar las propuestas de aquellos que desean un fin en el crecimiento económico, principalmente los militantes en los movimientos ecologistas y medioambientales que apuestan por un objetivo de crecimiento cero. Lo que proponen no es el mantenimiento de nuestro estado presente de bienestar, sino el aumento de la pobreza.[6] Más aún, debe entenderse que ese empobrecimiento no puede ser suave y gradual, como sugieren los rendimientos decrecientes año a año en la minería. Tampoco es posible conseguir que de alguna forma se ajuste el crecimiento económico para que se equilibre con los rendimientos decrecientes en la minería.

El crecimiento económico no es algo que pueda ser regulado o controlado en general. Si las condiciones son las adecuadas, no hay límite fijo a cuál puede ser en un momento dado. Si las condiciones son negativas, no sólo no habrá crecimiento económico, sino un empeoramiento radical.

La condición previa esencial para el crecimiento económico es la existencia de individuos motivados para pensar y aplicar los resultados de su pensamiento al mundo económico. Pero también es una condición previa esencial para el mantenimiento de cualquier sistema económico moderno. Para mantener un sistema de este tipo, deben resolverse constantemente nuevos problemas. Incluso si los mismos problemas en esencia han sido resueltos anteriormente, en generaciones previas, ahora son nuevos para aquellos que deben resolverlo en la presente generación. Y casi siempre diferirán en al menos algunos aspectos importantes respecto de los problemas resueltos en el pasado. Toda maquinaria y equipamiento se desgasta y debe ser reemplazado. Todas las construcciones, carreteras, puentes y túneles antes o después necesitan ser sustituidos o un mantenimiento y reparación tales que resultan equivalentes a su sustitución. Todo esto requiere un nuevo proceso de pensamiento. Y esto requiere la existencia de un amplio grupo de individuos que quieran y puedan pensar.

Intentar reprimir el nuevo pensamiento que ocasiona crecimiento económico también, si lo consigue, ocasiona detener el nuevo pensamiento que es necesario para mantener el sistema económico a su nivel actual. Esto ocurre porque debe operarse con el nuevo pensamiento en su totalidad. No puede decirse a una inteligencia que se activa por sí misma que puede llevar su curiosidad hasta el punto de repetir lo que resulta antiguo, pero no debe adentrarse en lo nuevo. Si se intenta reprimir la curiosidad y los descubrimientos asociados a lo nuevo, debe reprimirse la curiosidad y los descubrimientos para reproducir lo antiguo. El efecto de prohibir el crecimiento económico debe ser desestimar la inteligencia activa en favor de la estupidez pasiva en todo el sistema económico y esto atenta radicalmente contra el sistema económico, no solamente previene su mejora.

[1] La expresión “factores de producción” puede entenderse como sinónimo de “medios de producción” o “elementos físicos de producción”. Como se verá, en el contexto de una economía de división del trabajo, en la que toda en actividad productiva es vital la ganancia monetaria, el uso de esas expresiones requiere implícitamente que los bienes físicos o servicios que representan los factores de producción sean adquiridos para realizar las subsiguientes ventas. Sobre este punto, ver George Reisman, Capitalism, páginas 442-456.

[2] Cf. Ludwig von Mises, La acción humana: tratado de economía (Madrid: Unión Editorial, 1995), Parte 1, Capítulo VII, punto 2.

[3] Ibid.

[4] Cf. David Ricardo, Principios de economía política y tributación (Madrid: Ediciones Pirámide, 2003), Capítulos 2 y 3.

[5] Ver más arriba el número 3 y más abajo parte B, punto 6. También George Reisman, Capitalism, páginas 45-46.

[6] Para un desarrollo de este punto, ver George Reisman, Capitalism, páginas 313-316.