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El rostro humano de la economía

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Traducido por Adolfo Rivero Caro

Seis años después del relámpago que significó Centesimus Annus, ¿qué queda por hacer? Veo tres temas interrelacionados por afrontar: primero, las raíces fenomenológicas del pensamiento de Juan Pablo II; segundo, la nueva comprensión humanista de la economía, desarrollada especialmente por la Escuela Austríaca de economía y, tercero, la correlación entre los enfoques católicos y norteamericanos clásicos sobre la ley natural, la felicidad, la virtud y la libertad ordenada.

El primero de estos es necesario porque los que se acercan al pensamiento de Wojtyla sin dominar su método pondrán su trabajo (y su originalidad) fuera de foco. El segundo arroja luz sobre la conexión entre su método general y sus reflexiones sobre la economía. El tercero, que discutiremos en un artículo posterior, aborda la forma en que Wojtyla ha visto el modelo político, económico, cultural de Estados Unidos. Lo considera, sin duda, como un camino fresco fuera de los callejones sin salida de Europa. Wojtyla ve, mejor que ningún otro pontífice, que 1776 le ofrece a la Iglesia un camino muy diferente al de 1789.

Juan Pablo II y la fenomenología

El Papa Juan Pablo II trabaja en las categorías de la fenomenología, una filosofía muy poco conocida de los lectores americanos, aun entre los conocedores de teología y filosofía. Muy pocos americanos saben lo que es la fenomenología. Se trata de un método filosófico que surgió a principios del siglo XX, que se originó en Alemania bajo Edmund Husserl (1859-1938), como una forma de corregir el objetivismo, positivismo y cientifismo del siglo anterior.

Como ha dicho William A. Luijpen en un breviario sobre fenomenología:

"Cuando la ciencia había degenerado en cientifismo se nos pedía creer que sólo habría una forma de hablar objetivamente sobre la realidad y esa forma era la del físico. Se nos pidió creer que sólo había una forma de experimentar la realidad y que esa forma estaba ejemplificada por el método experimental del físico. Teníamos que aceptar el hecho de que nuestras experiencias espontáneas y ordinarias del mundo tendrían que ser sustituidas por un sistema de experiencias científicas. El físico sería el que nos enseñaría el significado del mundo real. La fenomenología representa una revuelta contra estas demandas imposibles. Imposibles porque incluyen contradicciones fundamentales. La fenomenología es el rechazo del cientifismo. 0 para ponerlo en términos más cotidianos: ¿Qué tiene que hacer un joven que quiere hacer el amor a una muchacha? ¿Acaso debería consultar un tratado de fisiología humana?"

Un tratado científico sólo tiene sentido mientras sea visto contra el trasfondo de nuestra experiencia cotidiana. La intención básica de la fenomenología era restaurar la realidad cotidiana al terreno del verdadero conocimiento. Pero no se puede hacer esto sin restaurar un conocimiento adecuado del sujeto humano, es decir, de la persona humana. Esta restauración, a su vez, entraña la necesidad de superar el subjetivismo que Descartes había iniciado en Occidente y traer de regreso al sujeto razonante, en vez del cientifismo extrovertido de Descartes y su progenie.

En la Europa devastada por la guerra, tras el relativismo moral, las pesadillas tecnológicas y las violentas ideologías del siglo XX, muchos tenían hambre de lo que ofrecía la fenomenología: un mayor realismo sobre el mundo concreto de los emparedados y las botellas de vino, y una mayor atención al sujeto humano que siente, comprende, juzga, decide y ama. El filósofo polaco Stefan Swiezawaki escribía:

"Llama la atención otro aspecto de la condición espiritual de la intelectualidad polaca en aquella época. Sabíamos con nítida claridad que todo el mal que nos había asaltado en una forma horriblemente pura, así como todo el bien, que incluía increíbles actos de heroísmo y sacrificio, había sido la obra de seres humanos. ¿Qué era entonces un ser humano? ¿Qué constituía, en el más profundo sentido, la persona humana? ¿Cuál es la causa de que personas que en un momento dado parecen ser el mal encarnado y participen en actos de brutalidad satánica exhiban, en otro momento, poderes sobrehumanos de amor y devoción? Quid est homo? Los que estábamos entrenados en la contemplación filosófica nos dábamos cuenta de que la justificación teórica de nuestra concepción del mundo, fuera una posición realista-objetivista o idealista-subjetivista, giraba siempre en torno a nuestra concepción filosófica del ser humano. La metafísica iba de la mano de la antropología filosófica. Esto explicaba el papel clave jugado por la filosofía del ser humano, un papel que iba mucho más allá de cualquier análisis psicológico, fenomenológico o existencial de las acciones y la experiencia humana"

Con todo, es fácil pasar por alto el sentido de la fenomenología. No hace mucho, escribiendo en la revista The New Republic, Kevin Wildes, un profesor jesuita, sugería que la fenomenología estaba preocupada por el fenómeno de las cosas, en el sentido, digamos, de que un hombre recorriendo una casa hace observaciones sobre sus apariencias externas.

"Uno puede llegar a comprender la verdad de algo no sólo por referencia a la autoridad de la ciencia, la revelación o el dogma, sino 'dándole la vuelta', experimentándola desde puntos de vistas diferentes y dejando que los reflejos de cada perspectiva comuniquen la verdad del objeto. La metáfora central de esa filosofía, es 'darle la vuelta'".

Esto no es complemente correcto. Es cierto que los fenomenólogos están preocupados por los objetos concretos, como una casa particular, y que su método tiene una cierta circularidad. Pero es crucial no pensar en los "fenómenos" como puras apariencias externas, en el sentido kantiano, percibirlos solamente "dándole vueltas" al objeto externo. Por el contrario, la fenomenología está mucho más interesada en penetrar hasta el núcleo del objeto, mientras las apariencias se ponen entre paréntesis. El método es más recóndito de que lo que es posible explicar aquí, pero permítanme ofrecer una analogía.

La mayoría de los estudiosos de los grandes pintores estarán de acuerdo en que el objeto de este arte es captar, por así decirlo, la esencia concreta de su tema, expresar todo el carácter espiritual o la interioridad del sujeto. Una pintura se dirige hacia una especie de realismo espiritual, captura algo crucial y profundamente revelador sobre su tema.

Y, sin embargo, ¿cómo se hace una pintura? Se hace pincelada a pincelada. Se construye con observaciones e intuiciones, mediante cuidadosa (pero inteligente no solo literal) observación. Un pintor puede darle vueltas a su tela mas de una vez, añadiendo capa sobre capa, pincelada por pincelada. En este sentido, la "esencia"; se revela a través de una representación de impresiones sensoriales. En otras palabras, el centro del tema se revela mediante fenómenos sensoriales: brochazos de aceite sobre un lienzo, produciendo una iluminación que sólo una mente inteligente puede conseguir. En este proyecto, están trabajando tanto los sentidos como el intelecto indagador.

Dicho de otra forma, la fenomenología empieza en las sentidos y termina en la intuición y en el juicio. No es un método simple. Está dirigido a una simultánea fidelidad a tres actividades del sujeto humano: la percepción sensorial concreta, la penetración de un sujeto inquisitivo en la información de los sentidos y el realismo del juicio.

Aunque la fenomenología era primariamente un movimiento dentro de la filosofía alemana, recibía su primer impulso en los trabajas de Franz Brentano (1838-1917; un profesor de la Universidad de Viena en Austria, entre cuyos estudiantes podemos encontrar a Edmund Husserl y a Sigmund Freud. En la misma cultura nacional, tomó cuerpo más de un gran movimiento intelectual del siglo XX: allí nacieran Ludwig Wittgenstein (1889-1951) y Rudolf Carnap (1891-1970), padre del positivismo lógico y del análisis del lenguaje. Pero Austria también vio nacer la escuela de pensamiento económico más fértil del siglo XX, la famosa "Escuela Austríaca".

A principios de 1997, National Review publica el recuento de un antiguo socialdemócrata británico sobre las nuevas experiencias que lo habían convertida recientemente a la economía austríaca. Curiosamente, casi cada punto del autor jugaba con un texto de las secciones 31 a 42 de Centesimus Annus.

Aunque muchos observadores han observado que Karol Wojtyla pudiera ser considerado filosóficamente como un fenomenólogo, son muchas menos los que han notado los estrechos paralelos que existen entre la economía austríaca y la tradición fenomenológica. Lo que llama la atención en estos paralelos es el hecho de que el Papa, particularmente en Centesimus Annus, utiliza varios recursos analíticos que son paralelos a las de los economistas austríacas.

En efecto, entre los principales conceptos de la visión económica del Papa Juan Pablo II están: la causa de la riqueza de las naciones; las dimensiones humanas de la actividad económica y los límites de la economía. En relación con estos conceptos, el Papa utiliza una teoría clara de (a) la acción humana, (2) el sujeto humano como sujeto, (3) la opción y (4) el capital humano. En estos cuatro puntos, los conceptos del Papa concuerdan notablemente bien con las enseñanzas de la escuela austríaca de la economía.

Para los que conocen bien estos textos de Centesimus Annus, pudiera ser más fructífero tomar un poco de perspectiva y tratar de captar el perfil fundamental de la contribución austríaca a la economía contemporánea. En general, la escuela económica austríaca -representada especialmente por pensadores coma Ludwig von Mises (l88l-l973) y Friedrich von Hayek (1899-1992)- rescatan a la economía del siglo XX de la servidumbre al modelo de las ciencias físicas, y la restauran como una disciplina humanista, basada en la antropología de la acción humana.


Economía y teoría: Una nueva posibilidad de diálogo

La escuela económica austríaca no ofrece, por si misma, una filosofía completamente satisfactoria de la acción humana o de la vida humana. La escuela económica austríaca ha sido desdeñada por los dirigentes y la masa de los economistas profesionales, más atraídos hacia el modelo científico y particularmente hacia la fuerza y belleza de las matemáticas. Sin embargo, la economía austríaca fue la que rescató la economía como un campo merecedor de investigación para parte de la filosofía moral. Sus seguidores son conocidos como "liberales clásicos" o, como prefería Hayek, "whigs". No pueden llamarse conservadores’’ porque su principal objetivo es el progreso humano y no pueden llamarse "progresistas" porque el socialismo ha expropiado falsamente ese nombre. Gracias a sus investigaciones, la economía reconquistó, al menos parcialmente, su posición como una rama de la filosofía moral y de las artes liberales. Este logro fue el fruto de tres estrategias investigativas:

La primera fue atender al sujeto actuante mas bien que sólo a los factores "objetivos" de la producción. Esto significa atención los incentivos, a los valores, a la información y a las opciones (tanto privadas como públicas). Como observó el Premio Nobel James M.Buchanan, economistas anteriores no habían captado el papel central del sujeto humano y esto había tenido nefastas consecuencias históricas.

"¿Por qué fallaron los economistas en reconocer que los incentivos permanecen relevantes en todas las opciones? ¿Por qué olvidaron tan completamente de la simple defensa aristotélica de la propiedad privada? ¿Por qué tantos economistas pasaron por alto la psicología del valor, que coloca la evaluación en las personas y no en las mercancías? ¿Por que tantos profesionales en análisis de opciones no reconocieron los requerimientos informativos de una economía centralmente controlada tanto en sus dimensiones lógicas como empíricas? ¿Por qué hubo un casi total fracaso en incorporar el potencial creativo de la opción humana en los modelos de interacción humana?"

Todavía más tarde, los estudios interculturales dejaron claro que asuntos como la ética laboral, la confianza social, la iniciativa individual, la aversión a los riesgos, los hábitos de cooperación y otras costumbres morales afectan dramáticamente la percepción, deliberación, opción y rendimiento económicos. Por otra parte, estudios en teoría de la decisión y teoría de los juegos se concentraron en los dilemas de los sujetos actuantes y, de esta forma, trataron de mejorar las artes de la acción humana.

La segunda estrategia fue profundizar nuestras investigaciones en la acción humana, especialmente la acción económica y sus relaciones con las otras acciones que los seres humanos emprenden regularmente. Las acciones comienzan como una opción, y es por eso que von Mises empieza su trabajo clásico en La Acción Humana con este pasaje:

"Escoger determina todas las decisiones humanas. Al decidir su opción el hombre no sólo escoge entre varias cosas materiales y servicios. Todos los valores humanos también se ofrecen como opciones. Todos los medios y todos los fines, tanto en temas materiales como espirituales. Lo sublime y lo bajo, lo noble y lo innoble, están en una sola fila y sometidos a una decisión que selecciona una cosa y descarta las demás. Nada a lo que los hombres aspiren o quieran evitar escapa a esa única escala de gradaciones y preferencias. La moderna teoría de los valores amplía el horizonte científico y extiende el campo de los estudios económicos".

Esta perspectiva austríaca implicó no sólo investigar las acciones humanas considerada aisladamente sino también las acciones características, los hábitos, las virtudes. Finalmente, esas investigaciones resultaron en una teoría del carácter humano. Los seres humanos no solo actúan, sino que tienden a actuar en patrones y esto es tan verdad de las acciones económicas como de las políticas, religiosas o culturales.

La tercera estrategia fue aislar y subrayar la causa eficiente de la actividad económica, su factor dinámico: es decir, el habito empresarial. Este hábito empresarial es la fuente de la creatividad, de la invención e inclusive es una revolución en la forma en que se llevan a cabo las actividades económicas. Es el motor del cambio, el factor propulsor del desarrollo económico. Sigiendo las huellas de Joseph Schumpeter y F.A.Hayek, Israel Kirzner de la Universidad de Nueva York definió la empresa o a actividad empresarial como constando de tres fases:

"Una tendencia al equilibrio y una tendencia a la coordinación. En el primer nivel, donde existía una coordinación imperfecta con relación a la información existente, lo empresarial pudiera ser visto como tendiente a dirigir los precios presentes y las decisiones presentes en la dirección de la configuración de un equilibrio coordinado. En el segundo nivel, donde lo empresarial consiste en llegar o en anticipar verdades nuevas, puede ser visto como tendiente a coordinar decisiones presentes con decisiones futuras precios presentes con precios futuros; lo empresarial, en este segundo nivel, pudiera ser visto como colocando el sistema en la dirección de un equilibrio intertemporal".

En otras palabras, la empresa perturba el equilibrio existente pero se dirige hacia un nuevo equilibrio.

Considere la reciente experiencia de Europa central. Algunos países trataron de desplazarse del socialismo hacia el capitalismo mediante la abolición de los mecanismos de control de precios para permitir que los precios se determinaran por los mercados. Algunos comenzaron a permitir, y a respetar, la propiedad privada. Algunos inclusive comenzaron a permitir la búsqueda privada y la acumulación de ganancias. Pero ni siquiera los mercados, la propiedad privada y la ganancia juntos pudieron constituir una economía capitalista activa.

Algo que el socialismo inculcó en la gente fue pasividad. Un pueblo que haya sido socialista, aunque cuando tenga mercados, propiedad privada y derecho a las ganancias que ha creado, pudiera esperar a que sea el estado el que haga algo, sin hacer nada por sí mismo. El verdadero capitalismo no comenzó hasta que los sujetos miraron a su alrededor, se dieron cuenta de lo que hacia falta hacer y tuvieron la iniciativa de empezar a hacerlo. En Polonia, por ejemplo, se iniciaron 500,000 nuevos pequeños negocios en los primeros seis meses tras la revolución de 1989. Los actos empresariales son los ingredientes que hacen real la transformación.

Una economía dinámica comienza con las acciones de un pueblo emprendedor. Tener organizadas las condiciones necesarias -propiedad privada, mercados, la posibilidad de ganancia (i.e., la creación de nueva riqueza por sobre los costos invertidos) es como tener madera seca y fósforos. El acto empresarial es prender el fuego.

Para repetir, la tradición de la escuela económica austríaca concentraba sus investigaciones en el sujeto humano, en la acción humana, y en el habito empresarial. Estas tres estrategias juntas resultan, mas tarde o más temprano, en una atención al capital humano, un termino que se ha vuelto prominente en los últimos 30 años, y sobre el que el Premio Nobel Gary Becker ha escrito un texto clásico.

En el uso de Becker, el término de capital humano llama la atención sobre los actos de visión – los empresarios se dan cuenta de factores significativos que otros no ven-, subraya las habilidades intelectuales. Pero la reflexión pronto muestra que aunque muchas personas tienen ideas brillantes, sólo algunas de ellas tienen las otras cualidades necesarias para ser empresario, cualidades morales como tolerancia al riesgo, liderazgo, saber, juicio práctico, habilidades ejecutivas, la capacidad de inspirar confianza en los demás, y realismo. El capital humano, aun tomando en cuenta sólo su significación económica es un concepto de amplio espectro moral. De esa forma, en su trabajo pioneril, Becker desarrollo una definición más amplia y mas verdadera de que la que había sido estándar anteriormente:

"Voy a hablar sobre un tipo diferente de capital. La educación, un curso en computación, gastos en atención médica y conferencias sobre las virtudes de la puntualidad y la honestidad también son capital en el sentido de que mejoran la salud, elevan las ganancias o añaden a la apreciación que tiene una persona por la literatura en el curso de su vida. En consecuencia, concuerda con el concepto tradicional de capital decir que los gastos en educación, entrenamiento, atención medica, etc., son inversiones de capital. Sin embargo, estos producen capital humano, no físico o financiero porque no se puede separar a una persona de su conocimiento, capacidades, salud o valores de la misma forma que es posible mover activos financieros y físicos mientras que el dueño se mantiene en el lugar".

En realidad, durante los últimos 20 años el desarrollo más interesante en el campo de la economía pudiera ser la nueva atención que se le esta dando a los factores morales en el progreso económico. Para algunas generaciones, por lo menos hasta que dominaron en Occidente los valores morales tradicionales judíos y cristianos, semejantes factores morales pudieran operar como socios silentes en el análisis económico, tomados por descontado en todas partes. Ahora que el recuerdo de esos valores esta siendo borrado por una agresiva subcultura mediática, ya no se puede confiar en su presencia universal. Su ausencia actual ha traído la consciencia de su presencia anteriormente no apreciada y alienta una nueva atención teórica.

Además, la experiencia de otras culturas ha comenzado a enseñarle a los economistas cómo divergen los hábitos culturales así como también las prácticas y los resultados económicos. En ambos contextos cultural y personal, los economistas han redescubierto un mayor énfasis en las dimensiones morales del capital humano

En contraste, el Talón de Aquiles del socialismo estaba en su peligrosa concentración de poder. No hay ser humano (o pequeño grupo de seres humanos) lo suficientemente inteligente como para poder conocer toda la información necesaria para la vida social ni lo suficientemente bueno, desde un punto de vista moral, como para conseguir un poder absoluto sin abusar del mismo. Esta concentración en la cumbre de una inevitable ignorancia y de un inevitable abuso moral estaba destinado a ser letal. Además, esa concentración de poder nació ella misma, y estuvo justificada, por una antropología fatalmente desviada, astigmática en relación con las capacidades humanas que tanto fascinaban a los a los liberales clásicos: el sujeto humano como persona actuante, las opciones, los incentivos, la iniciativa, la creatividad, la cooperación espontanea y descentralizada, un voluntario y agradecido respeto por la ley, y las virtudes morales e intelectuales que constituyen el capital humano.

Juan Pablo II ha escrito que la debilidad fatal de una antropología socialista era el ateísmo pero tenía en mente un tipo particular de ateísmo: el ateísmo que ve al hombre como una criatura de la materia y de la voluntad, sin espíritu y, en ultima instancia, sin libertad esencial. En relación con todo esto, pudiéramos discutir durante horas, y semejante discusión pudiera ser muy positiva en la sociedad europea de hoy, pero el punto que estoy tratando de hacer es que, aun sin teísmo, muchos liberales clásicos u occidentales (incluyendo a los economistas austríacos) tuvieron una imagen del ser humano como ser libre y auto-determinante. Para ellos, todo ser humano individual vive una historia de significación moral, y de gran importancia tanto para su destino personal como para el dinámico destino de la cultura en su conjunto. En síntesis, el último drama de la economía se desarrolla en la arena del capital humano. Aquí está en la balanza el destino de las naciones.

El viraje humanista de la economía como ciencia y como disciplina, ese viraje hacia el capital humano, un viraje en gran medida realizado durante los últimos 30 años (aunque sus raíces van mucho mas atrás) es sumamente notable en si mismo, y también porque se observa muy pocas veces fuera del campo de la economía, especialmente por los humanistas. Si no se destaca tan enérgicamente como es posible, se pudiera excusar a muchas personas, inclusive bien educadas, por no ser conscientes del mismo. Además, los académicos en otras disciplinas, humanistas y artistas particularmente, pudieran pasar por alto este gran momento para las investigaciones cooperativas.

Los teólogos, en particular, deberían aceptar esta investigación y llevarla adelante.