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El verdadero rostro del ecologismo

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En la conciencia de la ciudadanía se mantiene la idea de que los ecologistas constituyen una reserva moral de nuestras sociedades, un elemento moderador de sus manifestaciones más sucias y perniciosas, que combaten en nombre, no de ningún interés económico o político, sino de la misma naturaleza. Este movimiento tiene de este modo un crédito enorme, y a sus manifestaciones y mensajes se les presta una atención constante; tanto que la ecología se ha instalado en el lenguaje político, y condiciona aspectos cotidianos de nuestra vida, así como la actuación de las empresas y los organismos públicos.

Gran parte de ese crédito se debe al propio mensaje contrario al desarrollo económico capitalista, que es bien recibido en parte importante de la opinión pública. El medio ambiente es un expediente perfecto para atacar nuestra actual sociedad sin que se les pueda acusar de connivencia, al menos necesaria, con el gran rival del capitalismo, el socialismo, movimiento con que el propio Friedrich A. Hayek relacionaba el ecologismo. Por el contrario, el movimiento se centra en la naturaleza, a la que los más excesos poetas han dedicado parte de sus obras, y que despierta en nosotros una especie de amor filial. El movimiento ecologista, además, cuenta con el pretendido respaldo de la ciencia, lo que le confiere un elemento más de refrendo ante la opinión del mundo.

No obstante, esta imagen se ha empezado a resquebrajar, y hace aguas cada vez por más sitios. El respaldo de la ciencia está con quienes combaten los postulados del ecologismo, que por otro lado no duda en recurrir a la exageración cuando no mentira para lanzar sus mensajes catastrofistas y para relacionarlos con el desarrollo económico. Sirva como ejemplo de lo primero el testimonio del premio Nobel de física Paul Crutzen, que obtuvo el galardón por sus estudios sobre el agujero de ozono al cancelar su pertenencia a Greenpeace: "Han estafado en la causa, y estoy enfadado por ello, ya que ello caerá sobre nosotros. Utilizan malos datos, tanto sobre la plataforma petrolífera Brent Spar como sobre las pruebas nucleares francesas. Estoy en contra de las pruebas nucleares, pero uno debería utilizar argumentos científicos sólidos… No, Greenpeace ha dañado la causa ecologista".

La estrategia es clara: "Debemos ofrecer escenarios espantosos, hacer afirmaciones simplificadas y dramáticas y hacer escasa mención de las dudas que tenemos. Cada uno de nosotros debemos decidir el punto adecuado entre ser efectivo y ser honrado", según Stephen Schneider, ecologista que defiende la teoría de que los CFC han creado el agujero de ozono. Lo que ocurre es que el término medio entre la verdad y la mentira es otra mentira, y que cuando uno abandona la honradez acaba por no hacerle concesiones cuando la cercanía a los objetivos se pone de por medio. Lo cual lleva a formularse una pregunta, ¿dirigida a qué objetivo está este culto al pragmatismo si no es descubrir la verdad y cuidar de nuestro planeta?

No es otro que sustituir el capitalismo por el socialismo. "La respuesta al calentamiento global es la abolición de la propiedad privada y de la producción dirigida a las necesidades humanas. Un mundo socialista daría una enorme prioridad a las fuentes de energía alternativas. Esto es lo que los socialistas ecologistas han estado buscando desde hace tiempo", reconoce Louis Proyect, de la Columbia University. Como afirmó la ministra canadiense de medio ambiente, Christine Stewart, en 1998, "No importa si la ciencia está falseada, pues ha ofrecido beneficios ecológicos colaterales… El cambio climático ofrece la oportunidad más importante de traer justicia e igualdad al mundo", según la particular visión de justicia e igualdad de esta socialista. Judi Barri, de EarthFirst!, ha declarado que "Creo que si no derrotamos al capitalismo, no tendremos opción de salvar el mundo ecológicamente. Creo que es posible tener una sociedad ecológica bajo el socialismo, no bajo el capitalismo".

Si a alguien se le ocurre recordar las cifras de los genocidios socialistas (100 millones bajo el comunismo, 7 bajo el nacional-socialismo), se puede encontrar con que el valor de la vida humana no sea lo más importante dentro de este movimiento. Carl Armey, del partido de los verdes en Alemania, actualmente en el poder, ha declarado que "Nosotros, el movimiento verde, aspiramos a un modelo cultural en el que la matanza de un bosque sea considerada más condenable y más criminal que la venta de un niño de seis años a los burdeles asiáticos". Por otro lado, si es la actividad humana, cuando se desarrolla en libertad, lo que según ellos causa los desastres ecológicos y la vida del hombre no tiene valor frente a la naturaleza (a la que nuestra especie parece no pertenecer), entonces se convierte en un estorbo. Un ejemplar de la revista de EarthFirst! Reconoce que "si los ecologistas radicales tuvieran que inventar una enfermedad que hiciera volver a las poblaciones humanas a la cordura, sería probablemente algo como el SIDA. Esta enfermedad tiene el potencial de acabar con el industrialismo, que es la fuerza principal detrás de las crisis ecológicas". ¿Se puede ser más claro? La prohibición, reclamada por el ecologismo, del uso del DDT ha tenido como consecuencia la reaparición de la malaria a niveles de epidemia y la muerte de millones de personas. ¿Hará falta decir que en este punto han conseguido un éxito?

Quitadas ya las caretas, no es de extrañar que se dé el paso del "ecoterrorismo", una nueva manifestación del movimiento violento contra el capitalismo, en este caso con la naturaleza como expediente. Como aún habrá quien no acabe de creerse que unos amantes de la naturaleza odien tan profundamente las obras del hombre como para dar el paso terrorista, lo mejor es dejar hablar a los propios protagonistas. Por empezar por los ya citados, EarthFirst!, reconoce que "los (miembros de) EarthFirst! también utilizan la confrontación, el escenario de guerrilla, la acción directa y la desobediencia civil para luchar por los espacios salvajes y los procesos de vida". Y es que "no es suficiente con oponernos a la construcción de nuevas presas. Es hora de liberar a los ríos encadenados desde hace tiempo y derribar Hetch Hetchy, Glen Canyon, New Melones, Tellico y otras monstruosidades concretas". No se les puede acusar de falta de ambición, ya que afirman que "no creemos que sea suficiente preservar algunas de nuestras áreas salvajes restantes. Necesitamos preservarlas todas, y es hora de recrear vastas áreas salvajes en todos los ecosistemas del planeta: identificar áreas clave, cerrar carreteras, destruir las construcciones y reintroducir la vida extirpada". En relación con los crímenes de EarthFirst! en Vail, Colorado, Ted Kaczynski, condenado a prisión de por vida por asesinato y conocido mundialmente como "Unabomber", ha declarado que "Apruebo esas acciones y me congratulo por la gente que lo ha llevado a cabo… Prender fuego a un patio de recreo de los ricos fue un acto de último recurso valiente y ecológico". Si se autodenominan Earth First (la tierra primero), es lógico que la acción del hombre esté en último lugar, ya que parece que estamos fuera de ella.

Craig Rosembraugh, vocal de la ELF en Norte América, declaró en Alberta el 14 de mayo de 2001 que "Si nosotros somos vándalos, también lo eran quienes destruyeron para siempre las cámaras de gas de Buchenwald o Auschwitz". La frase se entiende mejor si se tiene en cuenta que el gobierno nazi fue pionero en el movimiento ecologista, y en especial en la declaración de "Parques Nacionales". El propio Hitler era ecologista y condenaba la caza, aunque no mostró la misma comprensión por la vida humana. Esta dicotomía entre amor a la naturaleza y odio al hombre, pues, no es nueva.

Si entramos en la página de Ruckus.org, veremos una imagen de Mahatma Gandhi sobre una frase del líder indio en contra de la violencia y otra del propio portal en la que se afirma que "Ruckus está comprometido con un cambio social no-violento". Pero el engaño se deshace muy pronto: unas palabras destacan en la "home" del portal, que resumen la posición táctica de esta organización ecologista: "las acciones hablan más alto que las palabras". En primer lugar, explican los efectos que sobre el ánimo de los combatientes tiene la "acción directa", lo que los demás llamamos violencia: "En ocasiones, cuando un grupo ha sufrido un contratiempo y la moral es baja, o está cansado tras una larga lucha, la acción directa puede servir para elevar los espíritus y renovar la lucha". De hecho, se afirma en otro lado, "aquellos de nosotros que hemos estado implicados en la lucha directa conocemos sus efectos transformadores. Lleva a nuevos descubrimientos sobre uno mismo… Altera profundamente tus nociones sobre el poder. Es intoxicante". De modo que la droga no es el único modo de intoxicarse, elevando los espíritus…

No obstante, el asunto no es para tomárselo a broma. Otra organización ecologista, EcoDefense, reconoce que "En algunos casos, quemar un objetivo es el camino más efectivo de decomisarlo". En su página web muestra las técnicas para el sabotaje de infraestructuras y equipamientos industriales y otras infraestructuras. Por ejemplo, aclara que "los puentes de madera son vulnerables y reponerlos exige una extensión y un esfuerzo considerables. Pueden ser quemados, pero exige más que una lata de queroseno y una cerilla. Se ha de amontonar una enorme pila de madera seca bajo el peso que sostiene las vigas del puente". Todo este tipo de acciones ilegales exigen prudencia, además de pericia técnica: "No obstante, incluso las comunicaciones a través de EcoDefense podrían ser peligrosas. Al escribirnos, no utilices tu verdadero nombre ni nos pongas remite en las cartas. No necesitamos saber quién eres. Tras conocer la información que venga en tu carta, la quemaremos junto con el sobre. Del mismo modo, no quedará registro alguno de las órdenes en copias de EcoDefense, en caso de que un grupo de "fontaneros" decidiera darse un paseo por nuestros archivos. Por cierto, dos buenos amigos, los señores Smith y Wesson, son nuestros agentes de seguridad". Desde luego, ellos saben lo que tienen entre manos, y se lo toman en serio. Sólo falta que la opinión pública también se tome en serio de quién le llegan los mensajes sobre ecología. Mensajes que hablan de grandes catástrofes naturales procedentes de la sociedad industrial capitalista.